Espa?a en los cables norteamericanos
En las filtraciones de Wikileaks vemos a Estados Unidos sorprendido porque el Rey, el presidente del Gobierno y los ministros defiendan los intereses espa?oles. Tambi¨¦n ejerciendo presiones que se salen de lo razonable
El torrente de filtraciones de Wikileaks no ha defraudado lo m¨¢s m¨ªnimo. En Europa las posturas oficiales m¨¢s extendidas estriban en no otorgarles importancia, pero la tienen y mucha. Han sacado a la luz evidencia primaria relevante. Algo por lo que suspira cualquier analista que se precie. Nadie la ha desmentido.
Numerosos documentos comentados en este peri¨®dico dejan entrever los contornos pol¨ªtico-diplom¨¢ticos de la relaci¨®n de Estados Unidos con Espa?a en los ¨²ltimos a?os. No alumbran el periodo precedente. La etapa Aznar hubiera sido mucho m¨¢s interesante. No en vano represent¨® una considerable desviaci¨®n, profundamente at¨ªpica, de su cauce previo.
Los documentos dados a conocer abarcan cuatro categor¨ªas de actuaci¨®n:
La retirada de las tropas de Irak fue valiente y justificada por razones de pol¨ªtica exterior e interior
Causa rubor el exceso de amistad con EE UU del Banco de Espa?a, la Fiscal¨ªa y funcionarios medios
1. El trabajo diplom¨¢tico habitual. Informaci¨®n sobre la evoluci¨®n pol¨ªtica; preparaci¨®n de visitas de alto nivel (incluidos los "retratos" personales inevitables); contactos institucionales con el Gobierno, partidos, sindicatos y expertos varios. Me llaman la atenci¨®n los siguientes rasgos: primac¨ªa de lo inmediato, algo perfectamente explicable; mejor calidad de los an¨¢lisis a nivel macro que a nivel micro; actitud un pel¨ªn adanista y, dominando todo, una buena dosis de etnocentrismo. Sorprende que sorprenda a nuestros amigos norteamericanos que desde el Rey a los ministros, pasando por el presidente del Gobierno, defiendan los intereses espa?oles.
2. Las valoraciones de nuestra pol¨ªtica exterior. Algunos cables dan la impresi¨®n de que hasta cierto punto deber¨ªa disociarse de la interna. Si esta interpretaci¨®n es correcta, se trata de una postura discutible. Aun reconociendo a la primera un cierto margen de autonom¨ªa en un r¨¦gimen democr¨¢tico, se da entre ambas una interacci¨®n permanente que conviene cuidar. Tanto con Estados Unidos como con la Uni¨®n Europea la pol¨ªtica exterior genera impactos internos muy considerables.
3. La defensa de los intereses norteamericanos. En principio hay poco que objetar a la realizada por medio de cauces institucionales normales. Forma parte del toma y daca habitual y es perfectamente leg¨ªtima. S¨ª hay mucho que objetar a la materializada en actuaciones cuya legitimidad ha sido, cuando menos, dudosa. Admitamos, no obstante, que existe una muy delgada l¨ªnea de demarcaci¨®n entre gestiones razonables y las que no lo son. Tambi¨¦n que no es f¨¢cil discernir hasta qu¨¦ punto coinciden, o se separan, los intereses en un momento determinado.
4. Las actuaciones que han dado origen a mayor n¨²mero de comentarios son las que han salido de lo razonable. Responden a pautas de comportamiento fuertemente arraigadas y que solo el tiempo ir¨¢, quiz¨¢, erosionando. A no ser que sean consecuencia de una cierta hubris imperial, tal vez acentuada para el caso espa?ol por un cierto desd¨¦n. Tambi¨¦n muy t¨ªpico. La consecuencia fue que result¨® necesario expresar un cierto malestar en t¨¦rminos diplom¨¢ticamente corteses.
La gradaci¨®n ha variado seg¨²n la importancia que los norteamericanos han atribuido a los intereses en juego. En algunos aspectos relacionados con la pol¨ªtica internacional, las gestiones un tanto conminatorias se comprenden hasta cierto punto. En el plano de la pol¨ªtica interior plantean interrogantes.
No hay que olvidar que la democracia espa?ola es, de entre todas las europeas occidentales, la que menos motivos de agradecimiento tiene para con Estados Unidos. Naturalmente no s¨¦ hasta qu¨¦ punto hoy estar¨¢ interiorizada esta postura. Sin embargo, tal afirmaci¨®n, que quiz¨¢ sorprenda a m¨¢s de un lector, no emana de una postura aprior¨ªstica. Se llega a ella inductivamente, partiendo del an¨¢lisis desprejuiciado de la evidencia remansada en archivos, norteamericanos y espa?oles, durante m¨¢s de 40 a?os. ?nicamente el r¨¦gimen de Franco y sus apoyos pol¨ªticos, econ¨®micos e ideol¨®gicos tuvieron motivos para agradecer el espaldarazo recibido de allende el Atl¨¢ntico. Algunos de quienes conoc¨ªan las interioridades no tuvieron inconveniente en utilizar t¨¦rminos muy duros para caracterizar el resultado. A veces sus juicios no se plasmaron en esos papeles sin los cuales no podemos trabajar los historiadores. Pero para ciertos altos militares y diplom¨¢ticos (me vienen a la memoria los nombres de Manuel Guti¨¦rrez Mellado, Ram¨®n Salas Larraz¨¢bal y Carlos Fern¨¢ndez Espeso) fue la propia de un "Estado cipayo".
Salir de aquella situaci¨®n fue una tarea tit¨¢nica. La diplomacia espa?ola de los a?os ochenta combin¨® resistencia, tenacidad, visi¨®n de futuro y capacidad de compromiso. Las profundas divisiones a que se hab¨ªan acostumbrado los norteamericanos y de las que tanto provecho extrajeron (no en vano tambi¨¦n las fomentaron en ocasiones) pasaron en gran medida a segundo plano. O no tuvieron, que se sepa, trascendencia operativa.
En un momento hist¨®rico completamente diferente, los cables hacen pensar en la reaparici¨®n por parte norteamericana de la "t¨¦cnica del ariete". No el que bate una s¨®lida plancha de madera de roble blindada, sino el que golpea una puerta hecha a base de tablones, algunos m¨¢s d¨¦biles que otros. Ha tenido ¨¦xitos en una coyuntura en la que tal puerta proteg¨ªa una posici¨®n en donde se hab¨ªan dado cita elementos de desasosiego. La decisi¨®n de retirar las tropas de Irak (valiente y plenamente justificada por razones de pol¨ªtica exterior e interior) gener¨® costes. La conveniencia de zafarse en algunos ¨¢mbitos sensibles de las pautas de la ¨¦poca precedente, a?adi¨® otros.
Indudablemente tuvo raz¨®n uno de los cables: el antiamericanismo no es una opci¨®n de pol¨ªtica exterior. Cabr¨ªa, quiz¨¢, a?adir que sobraba tal lecci¨®n, posiblemente dada un poco a lo maestro de escuela. Los Gobiernos de la democracia no han sido antiamericanos. Tampoco han aspirado, con alguna excepci¨®n, a establecer una "relaci¨®n especial" a lo Blair. Est¨¢ por demostrar que esta ¨²ltima haya servido a Reino Unido para ganar influencia real en Washington. Quienes saben por d¨®nde fueron los tiros, han vertido agua fr¨ªa sobre los juegos malabares de Tony, plasmados de nuevo en sus recientes y mendaces memorias.
La dosificaci¨®n de cal y de arena en la protecci¨®n de intereses nacionales es un ejercicio complicado en las relaciones con Estados Unidos. Atraviesa altos y bajos, avances y retiradas. Lo t¨¢ctico a veces predomina sobre lo estrat¨¦gico. Este se ve lastrado por circunstancias no influenciables. La crisis econ¨®mica limita posibilidades. La reducci¨®n de costes lleva tiempo. Los norteamericanos nunca dan nada por nada. Los cables muestran su interpretaci¨®n de las acciones y omisiones espa?olas. No es acad¨¦mica. A veces, tampoco aceptable.
Es notable, en mi entender, que tambi¨¦n haya habido una reversi¨®n por parte de actores espa?oles hacia comportamientos que cab¨ªa creer un tanto superados. Prestarse al juego del divide et impera o ir a confesarse con "pap¨¢" se comprende en ciertos casos fuera de la Administraci¨®n. No dentro de ella. Tampoco es la mejor forma de defender los intereses propios, a no ser que se trate de movimientos sopesados y calibrados. Indudablemente se han producido, y es l¨®gico, a los niveles correspondientes. Pero tambi¨¦n ha habido otros. Lo que parece haber sido un exceso de amistad en el Banco de Espa?a causa rubor. De la fiscal¨ªa y de ciertos funcionarios medios, mejor es no hablar.
Si comparamos el manejo de una relaci¨®n bilateral con un torneo es evidente que siempre interesa conocer lo que determina la conducta de los participantes. El objetivo estriba en aplicar la habilidad propia para ganar el mayor, o para perder el menor, n¨²mero de vueltas. C¨®mo se haya planteado la justa por el lado espa?ol no est¨¢ iluminado. Los cables, evidentemente, no pueden identificarlo.
En los documentos, algunos de los interlocutores de nuestros amigos aparecen con un colmillo m¨¢s retorcido que otros. O merecen una valoraci¨®n mejor. En la medida en que sigan disfrutando del adecuado apoyo pol¨ªtico interno, el torneo continuar¨¢ con su participaci¨®n. Han pasado los tiempos en que era relativamente f¨¢cil inducir la remoci¨®n de alg¨²n interlocutor inc¨®modo. Con todo, muchos cables dejan mal sabor de boca. EL PA?S ha hecho muy bien en publicarlos y, al hacerlo, han rendido un gran servicio al fortalecimiento de la conciencia democr¨¢tica. En Espa?a y fuera de ella.
?ngel Vi?as, historiador, es autor de En las garras del ¨¢guila. Los pactos con Estados Unidos.
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