La fachada en la que baila Goya
El carill¨®n de la plaza de las Cortes se pone navide?o
En una habitaci¨®n negra e insonorizada viven los cinco mu?ecos. Descansan hier¨¢ticos, montados sobre un carro met¨¢lico hasta que dan las doce. Es su primera salida del d¨ªa y tras las campanadas comienzan a avanzar hacia el balc¨®n. Desde la plaza de las Cortes los curiosos que se arremolinan no alcanzan a ver los rieles y poleas, los tornillos en la espalda de las figuras, ni el cerebro electr¨®nico que maneja sus movimientos con etiquetas como "Manola arm movement" (que hace que la chulapa mueva el abanico) o "Goya mix" (que consigue que el pintor mezcle los colores en su paleta). Como es Navidad, las 18 campanas tocan el nada castizo villancico Jingle Bells. Y las cinco figuras (Goya, la Manola, Carlos III, la duquesa de Alba y el torero Pedro Romero) bailan justo enfrente del Congreso de los Diputados que tiene las columnas decoradas con luces como si fuese un chal¨¦ sacado de Mujeres desesperadas.
El carill¨®n que corona el edificio Groupama en la plaza de las Cortes "va solo", explica Juan Manuel Falc¨®n, a quien le toc¨® hacerse cargo del invento porque hablaba ingl¨¦s y as¨ª pod¨ªa comunicarse con "los holandeses". La instalaci¨®n del reloj animado en 1993 corri¨® a cargo de la empresa Royal Eijsbouts, la mayor fabricante de campanas de bronce, carillones y torres de reloj del mundo desde hace 135 a?os, seg¨²n reza su web (en la que presumen de haber forjado la mayor campana pendulante, que est¨¢ en Jap¨®n, con m¨¢s de 38 metros de di¨¢metro). Cuando la aseguradora decide incluir un nuevo tema en el set list del carill¨®n (que toca en directo) un maestro carillonero holand¨¦s compone la partitura. Una fotocopia muestra la lista: El himno del Madrid, la Marsellesa (la aseguradora es francesa), La Marcha Radetzky, La Traviata, la Ritirata de Madrid... Con las fiestas, la lista se ampl¨ªa a villancicos universales como I'm dreaming of a white Christmas. Los castizos aut¨®matas, dise?ados por Mingote, bailan encantando a los turistas. "Como publicidad corporativa esto no tiene precio", dice Falc¨®n, "?la de fotos que habr¨¢ por el mundo de nuestro logo en la fachada...!".
La sede de Groupama no fue siempre un edificio corporativo. Proyectado a principios del XX por Joaqu¨ªn Roj¨ª L¨®pez-Calvo, se ide¨® como pisos en alquiler para la naciente burgues¨ªa madrile?a. El Marqu¨¦s de Amboage hijo, que hered¨® de su padre la fortuna que hizo en Cuba y el t¨ªtulo pontificio, financi¨® el proyecto con su arquitecto de confianza, quien a?os despu¨¦s construir¨ªa el palacio de la familia en lo que hoy es la Embajada de Italia, en la calle de Juan Bravo. Gracias a un elegante estilo afrancesado, Roj¨ª consigui¨® por ambas obras sendos premios del Consistorio. En el plano original se puede ver como los amplios pisos (de 500 metros) contaban con una docena de alcobas, "office", "w.c. criados" y "gabinetes-tocador".
Desde los cuarenta, el inmueble fue paulatinamente convertido en oficinas. Hoy los 460 empleados de Groupama disfrutan de la escalera imperial forjada en hierro y las vidrieras de Maumejean, que conviven con salas reformadas m¨¢s anodinas de falsos techos y moqueta. "En un edificio as¨ª tienes que adaptarte", explica Javier F¨¦lix Serrano, director de recursos generales. "La reforma fue complicada, hubo que adaptarlo a las medidas de seguridad y a la tecnolog¨ªa actual, pero tiene sus ventajas... El edificio sacia sobradamente la curiosidad de los empleados: desde las ventanas ves a todos los famosos que se alojan en el Palace y a los pol¨ªticos en el Congreso".
Quiz¨¢s lo mejor para curiosear sean las fiestas en la azotea. Convertida en una terraza de verano, con suelo de tablones de chiringuito y una barra con dos grifos de cerveza, la compa?¨ªa decidi¨® convertir su tejado en un lugar de socializaci¨®n para sus empleados, con fiestas tem¨¢ticas: de piratas, por el mundial... Una idea que bien se podr¨ªan apuntar tantas otras compa?¨ªas que poseen terrazas privilegiadas que abandonan para plantar tan solo sus aparatos de aire acondicionado.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.