Costa de Marfil: s¨ªmbolo del mal gobierno
La lucha por el poder entre Laurent Gbagbo y Alassane Ouattara refleja graves problemas africanos. Uno de ellos son unas instituciones pol¨ªticas poco democr¨¢ticas y desconectadas de las tradiciones del continente
El presidente de Costa de Marfil, Laurent Gbagbo, est¨¢ cumpliendo el estereotipo del dirigente africano que se aferra al poder, se mantiene alejado de los ciudadanos de su pa¨ªs e ignora la voluntad expresada por ellos.
La dram¨¢tica situaci¨®n surge de una lucha personal por el poder entre Gbagbo, que nunca ha sido elegido pero gobierna Costa de Marfil desde hace 10 a?os, desde las elecciones frustradas de 2000, y Alassane Ouattara, el candidato al que el 54% de los votantes escogi¨® para la presidencia en la segunda ronda del 28 de noviembre.
El mundo, con raz¨®n, ha decidido respaldar la elecci¨®n de los ciudadanos. Naciones Unidas, la Uni¨®n Africana, Estados Unidos y Francia han exigido a Gbagbo que entregue el poder a Ouattara.
Si Ouattara asume el poder, su mayor reto ser¨¢ unificar un pa¨ªs desgarrado desde 2002
El modelo chino, con su ¨¦nfasis en unir armon¨ªa y estabilidad con fuerte crecimiento, gana adeptos
Ahora bien, al centrar la atenci¨®n en los defectos de los l¨ªderes, se oculta el problema de fondo: la desconexi¨®n absoluta entre las instituciones pol¨ªticas modernas de ?frica y sus comunidades ¨¦tnicas e instituciones tradicionales. Dicha desconexi¨®n, que tan bien se refleja en Costa de Marfil, es la raz¨®n fundamental de la crisis de gobierno en el continente. Los Estados africanos contempor¨¢neos son h¨ªbridos ineficaces de culturas y costumbres ind¨ªgenas mezcladas con los modelos de gobierno ¨¢rabes y europeos que llegaron con las invasiones, el colonialismo y las migraciones.
En vez de volver a buscar soluciones a corto plazo para la violencia desatada tras las elecciones, ser¨ªa m¨¢s sensato examinar las formas de evitar futuras crisis que tienen sus ra¨ªces en los sistemas pol¨ªticos disfuncionales de ?frica.
La crisis en Costa de Marfil manifiesta una profunda brecha entre el norte, mayoritariamente musulm¨¢n, y el sur, mayoritariamente cristiano, una crisis exacerbada por las tensiones ¨¦tnicas consecuencia del trazado de las fronteras coloniales sin tener en cuenta la integridad de las comunidades ¨¦tnicas africanas. Como las fronteras del Estado atraviesan grupos ¨¦tnicos importantes con una presencia significativa en los pa¨ªses vecinos, cada crisis nacional es tambi¨¦n una crisis regional.
Las divisiones trasnacionales resultantes han servido de instrumento a los pol¨ªticos deseosos de utilizar la intolerancia ¨¦tnica y el chovinismo regional para obtener el poder. Por ejemplo, el general Robert Guei, l¨ªder del golpe de 1999, impidi¨® que Ouattara impugnase las elecciones de 2000 bas¨¢ndose en el exclusivismo de las leyes de ciudadan¨ªa "marfile?a", dise?adas para despojar de sus derechos a los habitantes del norte, considerados de origen extranjero.
Si, como parece probable, Ouattara asume el poder, su mayor reto ser¨¢ reunificar un pa¨ªs a¨²n dividido por el legado de la guerra civil de 2002. Para ello tendr¨¢ que abordar las cuestiones de la identidad nacional y la ciudadan¨ªa, reformar la tenencia de tierras y transferir poderes que ahora est¨¢n en manos de la presidencia para conseguir un Gobierno m¨¢s representativo e integrador.
Para Costa de Marfil es especialmente importante que el traspaso de poderes cree m¨¢s v¨ªnculos con grandes segmentos de la poblaci¨®n cuya vida cotidiana se rige a¨²n por las instituciones tradicionales y las costumbres africanas. Esto se puede decir de muchos otros Estados. El redise?o de las instituciones de gobierno de ?frica deber¨ªa tener en cuenta cuatro prioridades.
En primer lugar, la tradici¨®n pol¨ªtica africana del "gran hombre" debe desaparecer para ser sustituida por nuevas leyes y disposiciones que ofrezcan un mejor equilibrio entre unas instituciones de gobierno independientes, con el fin de que haya verdadera responsabilidad. La Constituci¨®n de la Segunda Rep¨²blica de Costa de Marfil (del a?o 2000) prev¨¦ una presidencia fuerte en el marco de la separaci¨®n de poderes, pero, como en la mayor parte de ?frica, el sistema pol¨ªtico est¨¢ dominado por el presidente. La Asamblea Nacional de Costa de Marfil, una C¨¢mara ¨²nica de 225 miembros, suele aprobar de manera autom¨¢tica las leyes propuestas por el presidente. La crisis de desuni¨®n que sufre el pa¨ªs es de tal magnitud que deber¨ªa estudiarse la posibilidad de una reforma constitucional que establezca un Parlamento bicameral en el que hubiera una C¨¢mara inferior de elecci¨®n directa y una nueva C¨¢mara superior compuesta por autoridades tradicionales y ciudadanos destacados que representara los intereses generales de la sociedad y actuase de elemento estabilizador para contribuir a la unidad nacional. El fortalecimiento del poder legislativo y el poder judicial es crucial para lograr un equilibrio que garantice m¨¢s responsabilidad y, por consiguiente, m¨¢s armon¨ªa nacional.
En segundo lugar, es preciso repartir el poder y la riqueza por toda la sociedad para acercar el Gobierno a la gente. En ?frica, no solo es que el poder est¨¦ concentrado en la presidencia, sino que est¨¢ concentrado en las capitales. La distribuci¨®n bien coordinada de poder y recursos desde el centro hacia los ¨®rganos locales, tanto electos como administrativos, es fundamental para acabar con la corrupci¨®n y facilitar la provisi¨®n eficaz de servicios. Esta forma de comprometer a las autoridades tradicionales puede ayudar tambi¨¦n a incrementar la presencia y la legitimidad del Gobierno en los pueblos. Si se presta atenci¨®n prioritaria al desarrollo rural, sobre todo las inversiones en el sector agrario, este traspaso de poder tendr¨¢ m¨¢s fuerza, porque el sector agrario da trabajo casi al 70% de la poblaci¨®n activa en ?frica. Costa de Marfil es el principal productor de cacao del mundo, y la agricultura representa el 24% de su PIB; entre el 60% y el 70% de los habitantes se dedican a alg¨²n tipo de actividad agraria.
En tercer lugar, es crucial garantizar la educaci¨®n y la formaci¨®n necesarias para construir el futuro contando con un electorado informado. En Costa de Marfil esto es especialmente cierto, porque el nuevo Gobierno tendr¨¢ que afrontar el reto de encontrar salidas productivas para los ex combatientes desmovilizados y los miembros de las milicias desmanteladas y evitar as¨ª que se conviertan en soldados de a pie de una nueva oleada del caos pol¨ªtico iniciado con la muerte del presidente Felix Houphouet-Boigny en 1993.
Por ¨²ltimo, el aumento de la armon¨ªa y la disciplina en la sociedad es lo ¨²nico capaz de resolver las viejas divisiones exacerbadas por los pol¨ªticos africanos que agitan a las comunidades ¨¦tnicas con sus proclamas apocal¨ªpticas para obtener el poder. Es evidente que ser¨¢ un proceso largo, porque esta pr¨¢ctica pol¨ªtica est¨¢ profundamente arraigada en un lugar como Costa de Marfil, en el que, en 1995, el segundo presidente del pa¨ªs, Henri Bedie, foment¨® la xenofobia contra los musulmanes del norte para impedir el paso a su principal rival, Alassane Ouattara; Bedie, a su vez, cay¨® en 1999 por el golpe de Estado del general Guei. Bedie encendi¨® la mecha con la que hoy sigue ardiendo el pa¨ªs. Ouattara debe empezar por predicar y practicar la integraci¨®n y la reconciliaci¨®n nacional.
Desde la perspectiva de los problemas de ?frica, no es extra?o que muchos dirigentes busquen hoy su modelo de gobierno en Oriente, y no solo en Occidente, al tiempo que intentan restablecer ciertas costumbres aut¨®ctonas. Aunque no hay duda de que para los africanos ser¨ªa beneficioso que reinaran el imperio de la ley, la protecci¨®n de las libertades individuales y la separaci¨®n de poderes, la verdad es que las elecciones democr¨¢ticas que se han celebrado no han producido resultados duraderos ni han servido para impedir la violencia. Por eso, a muchos, el modelo chino, con su ¨¦nfasis en la armon¨ªa social, la estabilidad pol¨ªtica y el r¨¢pido crecimiento, les parece m¨¢s relevante, sobre todo a medida que crece la presencia de China en el continente.
Lo mejor que puede pasarle a ?frica es que encuentre una v¨ªa intermedia para gobernar, que incluya a todos y se apoye en la legitimidad de sus propias tradiciones, pero que sea pragm¨¢tica y tome prestados elementos de Oriente y Occidente para afrontar sus retos. Tal vez la respuesta africana sea otra forma h¨ªbrida de gobierno, pero una forma construida por los propios africanos, no impuesta desde el exterior.
? Global Viewpoint Network/Tribune Media Services.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
Jendayi E. Frazer fue secretaria de Estado adjunta para Asuntos Africanos en el Gobierno de EE UU entre 2005 y 2009. En la actualidad es catedr¨¢tica de Servicios Distinguidos en la Carnegie Mellon University. Nicolas Berggruen es presidente y director ejecutivo del Nicolas Berggruen Institute, dedicado a investigar nuevas ideas para el buen gobierno.
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