El mercado
En esta recta final de la org¨ªa de compras navide?as me he puesto a pensar en el mercado. No deja de admirarme ese principio b¨¢sico de funcionamiento que hace que, en la vastedad y complejidad del mundo, la oferta se acomode naturalmente a la demanda y viceversa. O sea, que si alguien quiere, por ejemplo, caramelos de jengibre en Budapest, los malditos caramelos terminan llegando desde la India hasta el peque?o comercio de la esquina como si las cosas se organizaran solas, pura magia potagia. Luego, claro, eso lo s¨¦ bien, est¨¢n los deseos falsos e inducidos por la sociedad de consumo, en la que incluso se inventan enfermedades para vender medicamentos innecesarios. Pero, en cualquier caso, el mercado est¨¢ relacionado con el deseo, aunque sea un deseo perverso y enfermizo. Cuando cay¨® el muro de Berl¨ªn, pregunt¨¦ a una alemana septuagenaria de la RDA que para qu¨¦ quer¨ªa tener los supermercados llenos de productos, si carec¨ªa de dinero para pagarlos: "Pero ahora por lo menos puedo so?ar que alg¨²n d¨ªa los comprar¨¦", me contest¨®. Y es que en el antiguo Berl¨ªn Oriental no hab¨ªa ni pl¨¢tanos.
Recuerdo que en la Espa?a todav¨ªa pobre de la Transici¨®n nos asombraban los cat¨¢logos norteamericanos de venta por correo, llenos de productos alucinantes. Mientras en los pa¨ªses del Este escaseaba hasta la fruta, el Oeste ofrec¨ªa los art¨ªculos m¨¢s estrafalarios. Quiz¨¢ el nivel de desarrollo se pueda medir a trav¨¦s de las imbecilidades que llegan a venderse. Hoy, en la Espa?a rica (pese a la crisis), nos hemos incorporado al mercado universal de las chorradas, desde relojes esp¨ªas que graban audio y v¨ªdeo de tu casa cuando t¨² no est¨¢s (130 euros) a programas de iPad como Muse (Musa), que se anuncia as¨ª: "?Teniendo alg¨²n problema para que se te ocurra una gran idea para tu pr¨®xima novela?" (2,39 euros). Somos unos malditos frikis, los humanos.
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