La soluci¨®n europea
Somos una federaci¨®n monetaria pero sin equivalente presupuestario en el control y supervisi¨®n de las finanzas p¨²blicas. El reto es construir un espacio en el que se reconcilien lo pol¨ªtico, lo econ¨®mico y lo social
Cuando se analiza la realidad conviene respetar el principio de que la severidad del juicio deber estar en funci¨®n de la dificultad de la tarea. En medio de la crisis econ¨®mica m¨¢s compleja de la historia de la humanidad, la Uni¨®n Europea ha tomado una serie de decisiones que han impulsado, de hecho, seguramente m¨¢s por necesidad que por convencimiento, el proceso de integraci¨®n. Durante estos meses, y como consecuencia de las decisiones que los diversos Estados europeos se ven obligados a adoptar para hacer frente a la crisis econ¨®mica, est¨¢n teniendo lugar las transformaciones m¨¢s profundas de toda la historia de la integraci¨®n europea. Especialmente con la irrupci¨®n de la crisis de la deuda soberana los proyectos de reforzamiento de la uni¨®n econ¨®mica mutualizando sus riesgos se suceden a un ritmo acelerado y ponen de manifiesto que la Uni¨®n Europea es m¨¢s evolutiva de lo que lamentaban sus cr¨ªticos.
Es l¨®gico que en el proceso de mutualizar 27 soberan¨ªas haya dudas, retrocesos y sinuosidades
?Por qu¨¦ los mercados se ensa?aron con Grecia e Irlanda y no con Luisiana y California?
?Vamos demasiado deprisa o demasiado despacio en ese proceso de cesi¨®n de soberan¨ªa? Formo parte de quienes desear¨ªan una mayor velocidad y una apuesta m¨¢s decidida por la federalizaci¨®n, pero esta opci¨®n no me impide reconocer, frente a una cr¨ªtica que carece de matices cuando el objeto es la Uni¨®n Europea, que hemos realizado unos avances que eran impensables en tiempos de mayor serenidad. Puede bastar este ejemplo para tranquilizar a los m¨¢s inquietos. Entre el acuerdo del Consejo Europeo de Copenhague (abril de 1978) y su entrada en vigor (marzo de 1979) pas¨® casi un a?o. Se trataba entonces de fijar una forma de paridad entre las monedas de la CEE para conseguir el objetivo de "una zona europea de estabilidad monetaria". Los nueve pa¨ªses que formaban entonces parte de la Comunidad hab¨ªan tardado previamente siete a?os en ponerse de acuerdo. En 2010 han bastado cuatro meses para pasar de las divergencias a un acuerdo de pol¨ªtica comunitaria para afrontar la crisis de las deudas soberanas. Mientras tanto, hay un debate en marcha y expectativas de que el Banco Central Europeo adopte un papel m¨¢s protagonista en la gesti¨®n de las crisis financieras. Los 17 pa¨ªses de la zona euro y los 27 de la UE ponen en marcha, con sus fondos de garant¨ªa, una solidaridad presupuestaria y, sobre todo, inequ¨ªvocos mecanismos de federalismo presupuestario.
Conviene valorar estos avances en su contexto hist¨®rico y de acuerdo con unas inercias que son m¨¢s pesadas de lo que tal vez desear¨ªamos. La Uni¨®n Europea es una asociaci¨®n de Estados nacionales posnacionalistas. Si la consideramos con la perspectiva de cinco siglos de historia moderna y contempor¨¢nea, la integraci¨®n europea es una aut¨¦ntica revoluci¨®n; examinada desde el punto de vista de las urgencias que plantea la globalizaci¨®n es una integraci¨®n muy lenta. Esta lentitud puede explicarse, por supuesto, porque la ciudadan¨ªa europea ni puede ni quiere separarse de esos cinco siglos de historia. Mutualizar 27 soberan¨ªas es un proceso in¨¦dito en la historia de la humanidad. Es, sin duda, un proceso de alcance universal. Pero es l¨®gico que se vea acompa?ado por lentitudes, dudas, retrocesos y sinuosidades.
Es justo que examinemos lo que nos queda por hacer a partir de estos avances. Y lo que hay que hacer es completar el proyecto del euro con un verdadero gobierno econ¨®mico en la eurozona. Los mecanismos de gobierno europeo se han revelado como dram¨¢ticamente inadecuados. Con ocasi¨®n del problema griego se puso especialmente de manifiesto que una uni¨®n monetaria exige verdaderos mecanismos de coordinaci¨®n presupuestaria. Estamos percibiendo ahora los problemas de haber creado la moneda ¨²nica sin la suficiente coordinaci¨®n presupuestaria y pol¨ªtica. Tampoco disponemos de la solidaridad que ser¨ªa necesaria, ya que las reglas del Pacto de Estabilidad por lo general no han sido respetadas. En el momento de la crisis de 2008, Europa se encontraba con una instituci¨®n monetaria inacabada, un crecimiento econ¨®mico d¨¦bil, importantes deudas privadas y p¨²blicas, as¨ª como falta de acuerdos en relaci¨®n con las decisiones econ¨®micas, pol¨ªticas y estrat¨¦gicas que deb¨ªa adoptar.
Pero hay algo m¨¢s grave para la moneda ¨²nica: la zona euro incluye pa¨ªses cuyas trayectorias econ¨®micas son divergentes: la Alemania exportadora pone el acento en el coste del trabajo en detrimento de la demanda interior; Francia, por el contrario, mantiene su crecimiento sobre la base del consumo privado; Grecia es una econom¨ªa de servicios, por definici¨®n poco exportadora; Espa?a se apoya en el mercado inmobiliario. ?Qu¨¦ hacer con esta heterogeneidad del espacio econ¨®mico europeo cuando la divergencia acent¨²a los intereses particulares, cuando el tr¨¢nsito a nuevas etapas de cooperaci¨®n implicar¨ªa decisiones que tocan a ciertos compromisos profundamente inscritos en la particularidad de cada Estado y sus respectivos contratos sociales?
Efectivamente, es dif¨ªcil pedir a los contribuyentes alemanes, por ejemplo, soportar las consecuencias de la falsificaci¨®n de las cifras griegas que les permitieron beneficiarse de los tipos de inter¨¦s muy bajos o facilitar la liquidez de la banca irlandesa cuando todos sabemos que su espectacular despegue de los a?os noventa se debe a las ayudas europeas pero sobre todo a un dumping fiscal no coordinado con el resto de Europa.
El acoso de los mercados con Europa se debe en buena parte a que la crisis ha tocado una zona monetaria cuya integraci¨®n es fr¨¢gil. Para entender a qu¨¦ obedece este ensa?amiento de los mercados, puede ser ¨²til preguntarse por qu¨¦ la deuda griega o irlandesa no han sido tratadas como las de Luisiana o California. El 13 de enero de 2010, Standard & Poor's baj¨® la nota de California, lo que tuvo graves repercusiones en cuanto a las condiciones para financiar sus necesidades de tesorer¨ªa, pero el d¨®lar no fue atacado; no hubo ning¨²n anuncio de un plan de ajuste de las finanzas p¨²blicas americanas, y eso que el peso de California en Estados Unidos es m¨¢s fuerte que el de Grecia en Europa. Estados Unidos tiene una deuda p¨²blica muy elevada, pero este problema, si es gestionado con seriedad por las autoridades, no puede ser objeto de ataques especulativos con la misma intensidad que una moneda joven y con un entorno de incertidumbre mayor como el euro.
?A qu¨¦ se debe esta diferente actitud en uno y otro caso? La respuesta tiene que ver con el hecho de que hay una unidad econ¨®mica de los Estados Unidos m¨¢s all¨¢ de los Estados que componen la federaci¨®n, identidad que falta en Europa. Los mercados no reconocen la unidad de la zona euro y eso nos debilita. Se quejaba Jean-Claude Trichet de que los inversores internacionales no comprendieran los mecanismos europeos de decisi¨®n y la dimensi¨®n hist¨®rica de la construcci¨®n europea. Pero a los mercados financieros no se les puede echar en cara esto porque no hacen sino constatar la realidad. Somos una federaci¨®n monetaria pero sin el equivalente de una federaci¨®n presupuestaria en t¨¦rminos de control y de supervisi¨®n de la aplicaci¨®n de las pol¨ªticas en materia de finanzas p¨²blicas. Los pa¨ªses de la Uni¨®n tienen por lo general un nivel elevado de regulaci¨®n de los mercados financieros, pero estos mecanismos no est¨¢n hoy suficientemente unificados y, sobre todo, no se encarnan en una autoridad que asegurara su respeto. As¨ª pues, el problema es la ausencia de identidad econ¨®mica en la zona euro y su d¨¦bil gobierno.
?C¨®mo va a transformar a Europa esta crisis? Hasta ahora, aun siendo mejorable, la coordinaci¨®n europea ha sido decisiva. Los mercados especulan sobre las divisiones que perciben cuando la gesti¨®n intergubernamental es ca¨®tica. Hace falta, por tanto, avanzar en la mutualizaci¨®n de los riesgos econ¨®micos y completar el sistema monetario con una autoridad reconocible. Es urgente reequilibrar la deliberaci¨®n pol¨ªtica y la realidad de los mercados. Europa es un proyecto interesante tambi¨¦n por lo que tiene de ensayo por construir un espacio en el que se reconcilien lo pol¨ªtico, lo econ¨®mico y lo social.
Daniel Innerarity es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa, investigador "Ikerbasque" en la Universidad del Pa¨ªs Vasco y director del Instituto de Gobernanza Democr¨¢tica (www.globernance.com).
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