La noche no es lo que era
Discotecas, 'pubs' y conciertos libres de humo, escenarios ins¨®litos para noct¨¢mbulos - Los fumadores acatan sin resistencia la nueva ley antitabaco
La nueva ley esboza sutiles cambios sociales. Camareros que parecen haberse quitado una losa de encima, hosteleros enfadados por tener que vigilar a la clientela dentro del local y en las aceras colindantes, noct¨¢mbulos fumadores que entablan una intensa vida social en las terrazas o bajo la lluvia y el fr¨ªo con un fin universal: ligar. Hay quien ha descubierto que en los garitos algunos van perfumados y otros son ariscos a la ducha. O que se puede llegar a casa sin oler a cuerno y sin los ojos lentillosos rojos como guindillas. Sensaciones facilitadas por una ley que, con ligeras excepciones, goza de buena salud. As¨ª se ha vivido el primer fin de semana sin humos en algunas grandes ciudades.
- Catalu?a. "Ahora las noches son distintas", advierte tan pronto como a las dos de la madrugada del primer viernes sin tabaco Marcel Carb¨®, camarero de una discoteca c¨¦ntrica de Barcelona. El veto al tabaco se respet¨® ampliamente en los bares y discotecas de la ciudad y perfila nuevos h¨¢bitos: "Por fin nos parecemos a Europa, en unos meses nos asombrar¨¢ que antes se dejara fumar en todos lados", ilustr¨® Alberto V¨¢zquez, consumidor de nicotina de 28 a?os desde el l¨ªmpido local Marsella. El grueso de fumadores arremolinados en la calle, los camareros y los due?os de los locales agradec¨ªan la nitidez ins¨®lita en el interior de los establecimientos, la atm¨®sfera que ya no atufa la ropa y el ritual de salir a fumar al exterior como estrategia para romper el hielo con desconocidos. En el Marsella, local emblem¨¢tico que acumulaba humo desde principios del XIX, la estampa sorprend¨ªa a los veteranos. "Nunca lo hab¨ªa visto tan limpio. Esta noche me he dado cuenta de que algunos clientes usan perfume. Y otros, no", resumi¨® bromista Xavier, camarero, tambi¨¦n fumador, encantado con la medida. "Llegas a casa y la ropa no apesta. Impresionante".
Una sombra despunta en esta nueva configuraci¨®n de la fiesta nocturna: los vecinos temen que el jaleo causado por los fumadores callejeros disparen las molestias en las noches de fin de semana. El viernes, los corros que frente a algunos locales sobrepasaron la cincuentena larga de personas ya generaron m¨¢s alboroto del habitual. "Se oye m¨¢s jaleo del que est¨¢bamos acostumbrados a sufrir. Y sufr¨ªamos mucho. Veremos si acaba siendo insoportable", advirti¨® Josep Portes, vecino de 39 a?os de un c¨¦ntrico local cercano a la plaza Real de Barcelona. Sobre las tres de la madrugada, el callej¨®n junto al local parec¨ªa un bar al aire libre con fanfarrias propias de fiesta mayor por efecto de los c¨¢nticos improvisados. "Suerte que tenemos triple acristalamiento en el piso, esta zona es dura", se resign¨® Portes. Un portavoz policial se?al¨® que todav¨ªa no disponen de datos, pero asumi¨® por l¨®gica que aumentar¨¢n las quejas por el ruido. Una cafeter¨ªa de Mollerussa (Lleida) se ha a?adido a los establecimientos rebeldes. Pero en la noche barcelonesa la medida se cumpli¨® a rajatabla y sin traumas.
- Madrid. En la puerta del Irish Rover, en la avenida de Brasil, se congregan los malditos de la noche madrile?a. Bajo los pies, decenas de colillas aplastadas contra el suelo. "Somos unos apestados". Jes¨²s Mu?oz, de 29 a?os, se echa un pitillo en la puerta del garito entre copa y copa. Da fuego al de al lado, inicia conversaciones que saben a nicotina. Es el centro de los corrillos que se forman esta noche. Unos metros m¨¢s all¨¢, un chico irland¨¦s, melanc¨®lico porque ma?ana parte de vuelta a su pa¨ªs, apura otro cigarrillo. Se juntan y hablan de la desgracia que es ver re¨ªr a la gente al otro lado de los amplios ventanales del pub mientras ellos se mueren de fr¨ªo en la calle. Al final de la conversaci¨®n, Mu?oz saca la artiller¨ªa pesada: "?Vamos a mi casa, amigo?". En unos segundos, los dos se pierden juntos por la larga avenida.
Ahora resulta que es m¨¢s f¨¢cil seducir fuera que dentro. Los fumadores exiliados en la acera por la nueva ley antitabaco, que est¨¢ cambiando las costumbres de las ciudades canalla, las de la gente que prefiere la oscuridad al d¨ªa. El smirting (cruce de palabras entre smoking y flirting, ligar) se encuentra en cada esquina de las zonas m¨¢s movidas de Madrid, pero no es la ¨²nica de las costumbres que se ha visto alterada. "Mira qu¨¦ Zippo m¨¢s elegante, ahora no se puede venir con cualquier cosa, hay que cuidar la imagen", "el chaquet¨®n tiene que ser amplio para poder esconder la copa al salir", "ahora los sitios sucios de verdad salen a la luz, antes lo disimulaban con el humo".
Bajando Fernando VII, a medianoche, comienzan a sentirse bajo la suela de los zapatos las colillas abandonadas en la acera. Van quedando atr¨¢s pubs, restaurantes italianos y cafeter¨ªas con un toque de distinci¨®n. "?Me sujetas el cigarro? Tengo que ir adentro a darle un sorbo a la copa", propone un cincuent¨®n de mejillas sonrosadas con pinta de llevar varias horas de celebraci¨®n solitaria. Hace el mismo ofrecimiento sin ¨¦xito al siguiente grupo con el que se cruza. A continuaci¨®n, en la puerta del Ambig¨², Juan Valdelebro, el propietario, se suma a la iniciativa espont¨¢nea que ha surgido entre los empresarios de la noche: quitar la m¨¢quina de tabaco en se?al de protesta. "Me ha bajado el negocio entre un 40 y un 50%. ?Y encima voy a estar recaudando impuestos para el Gobierno?". Afuera, comienza a llover, pero los fumadores resisten. La gerente de un nuevo garito, Los Siguientes, se desga?ita en la puerta. Un grupo de rebeldes, cigarro en mano, ha sacado los gin-tonics y se resiste a elegir entre una cosa u otra. "?Por qu¨¦ si podemos tener los dos?", r¨ªen. La gerente sufre: "Tienes que estar atenta a que no fumen dentro, que por regla general nadie lo hace. Y tienes que vigilar que no se saquen la bebida a la calle. S¨²malo a atender la barra... de locos".
- Andaluc¨ªa. En Sevilla, la ley dej¨® una escena veraniega en pleno invierno: terrazas de bares repletas de clientes y espacios interiores semivac¨ªos. Tras una semana, la ley se ha cumplido sin apenas excepciones ni clientes conflictivos. Sergio P¨¦rez, del Caf¨¦ Central, se?alaba: "Todo el mundo es muy civilizado". Andrea Stolfova resum¨ªa su entusiasmo en el bar Habanilla. "A¨²n no me lo creo. No te huele a tabaco el pelo ni la ropa. Es fant¨¢stico". En la sala de fiestas Holiday los clientes sal¨ªan a la calle ante el enfado de uno de los porteros. "La sala invirti¨® 70.000 euros con la anterior ley para acondicionar dos salas con cortinas de aire y cristaleras para que los clientes fumaran sin problemas. Todo para nada", comenta indignado Francisco Cuevas.
En M¨¢laga la prohibici¨®n se cumpli¨® con normalidad. Las sensaciones se repet¨ªan: "Es una pasada llegar a casa con la ropa limpia y sin que te piquen los ojos", se felicitaba Alfonso Revuelta a la salida del pub O'Donnell's. A las puertas de la discoteca And¨¦n, Jos¨¦ Antonio, que lleva seis meses sin fumar, ve¨ªa a los fumadores apurar sus cigarrillos: "La imagen recuerda a las viejas maternidades, con los padres esperando el parto".
En la Sala Vivero, con capacidad para unas 1.000 personas y donde el viernes tocaba Kiko Veneno -fumador habitual sobre el escenario-, la normativa se respet¨®. Antes del concierto, algunos empedernidos daban caladas r¨¢pidas a la puerta del local o dentro de sus coches. Una vez iniciado el recital, con algo m¨¢s de media entrada, la sala fue un ir y venir de personas camino de las puertas para fumar, sobre todo coincidiendo con las canciones menos conocidas. Ignacio Corbacho, uno de los asistentes, dec¨ªa que es un "gustazo disfrutar de un concierto con aire limpio". Un grupo de tres o cuatro j¨®venes encendi¨® un porro, pero estuvieron m¨¢s pendientes de apagarlo cuando alguien les miraba que de fum¨¢rselo. Al terminar, la Sala Vivero se vaci¨® a una velocidad desconocida antes de la prohibici¨®n.
- Pa¨ªs Vasco. Las altas temperaturas se aliaron con los fumadores en el Pa¨ªs Vasco. Y todo sin problemas. "La gente sale a fumar al aire libre y ya est¨¢", explica Trist¨¢n Montenegro, de la discoteca Batapl¨¢n, de San Sebasti¨¢n.
A la hora del aperitivo, en el centro de Bilbao se volv¨ªa a repetir la escena de los fumadores formando grupos en las aceras y regresando al interior de los bares cuando acababan el cigarrillo. "Es una cuesti¨®n de costumbres y educaci¨®n, ahora nos extra?a, pero acabar¨¢ imponi¨¦ndose sin problemas", dice Seraf¨ªn, el encargado del local nocturno Cristal. "Nadie se nos ha puesto borde", a?ade.
Con informaci¨®n de Ferran Balsells, Juan Diego Quesada, Javier Mart¨ªn-Arroyo, Fernando J. P¨¦rez y Eva Larrauri.
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