Ver la luz
El solsticio de invierno marca el final de la larga noche en el hemisferio norte, un suceso astron¨®mico que se ha incorporado a la cultura universal y tambi¨¦n a la intimidad de cada persona. Seguramente el hombre del paleol¨ªtico ya se dio cuenta de que en mitad del fr¨ªo boreal, de pronto el sol comenzaba a crecer y la luz del d¨ªa se dilataba con una cadencia precisa. Hubo un mago con cuernos de bisonte en la frente que propuso a la tribu bailar al son de los tambores para celebrarlo. Esta fiesta en homenaje al sol que nace ha seguido a lo largo de la historia, pero desde el paleol¨ªtico la humanidad se divide en dos: unos que descubren esa nueva luz en todas partes, la incorporan a su esp¨ªritu y la proyectan sobre los dem¨¢s; otros que lo ven siempre todo negro y trasmiten su propia oscuridad alrededor e incluso en pleno agosto, con todas las chicharras hirviendo, no son capaces de quitarse el invierno de encima. Esta dicotom¨ªa del alma puede aplicarse a cualquier tipo de personas, pol¨ªticos, economistas, obispos, intelectuales y soci¨®logos, que conforman la opini¨®n p¨²blica y tambi¨¦n a camareros, taxistas, carteros y cajeras de supermercado, el espeso caldo humano que uno se ve obligado a navegar. Hay sujetos con barba por dentro que con solo abrir la boca ya te han amargado el d¨ªa. Cualquiera puede o¨ªrlos en el Parlamento, en las tertulias de la televisi¨®n, en la barra del bar, en los despachos y oficinas. Solo hallan inspiraci¨®n en las cat¨¢strofes reales o imaginarias que se avecinan y como los antiguos profetas se refocilan con sumo placer si el mal que anuncian se cumple. En cambio otros incorporan la naturaleza a la vida con el ciclo de los astros y no pueden evitar un grado de felicidad al saber que el sol ir¨¢ mordiendo la oscuridad, despertar¨¢ inevitablemente la savia en los troncos de los ¨¢rboles y ese acontecimiento de la luz rotar¨¢ tanto en las esferas celestes como sobre su propio futuro. En este tiempo de disciplinantes aciagos, para salvarse hay que elegir entre aquellos que al ver unas flores siempre piensan en un f¨¦retro y los que son capaces de matar con tal de que nadie le estropee el desayuno. Para vivir hay que demostrar primero que uno no est¨¢ muerto por dentro. Esa es la ¨²nica moral.
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