Aparte te lo digo, amigo

Tiene arrojo la Joven Compa?¨ªa Nacional de Teatro Cl¨¢sico al estrenar esta comedia inc¨®gnita con el nombre de su ignoto autor y no con el de Agust¨ªn Moreto, que vende m¨¢s. Todo es enredos amor se public¨® en 1671 en Madrid a nombre de Diego de Figueroa y C¨®rdoba, y poco despu¨¦s en Valencia en la Verdadera (!) tercera parte de las comedias de Moreto, donde nada pintaba: tales cambiazos eran comunes entonces. Quienes gusten de descubrimientos, encontrar¨¢n aqu¨ª un enredo redondo en torno a las figuras de la joven travestida inteligente y ubicua y el seductor irredento que acaba a sus pies tras mil idas y venidas trepidantes por un pasaje reservado entre habitaciones contiguas de casas vecinas.

Julio Salvatierra, autor de la versi¨®n, ha limado las edades de algunos personajes para acercarlas a las de los actores de la Joven Compa?¨ªa, ha a?adido un divertido coro de carpinteros para dar trabajo a todo el elenco y ha retocado versos y vocabulario con respetuosa alegr¨ªa para que usos y costumbres de entonces respiren aires de ahora. La direcci¨®n de ?lvaro Lav¨ªn concilia el estilo exacto de las puestas en escena del Siglo de Oro con las exigencias del espectador actual. Sus int¨¦rpretes se ven obligados a saltar continuamente y con precisi¨®n extraordinaria del di¨¢logo al aparte r¨¢pido dicho al p¨²blico o al compa?ero. No recuerdo un montaje donde esa t¨¦cnica, que devuelve al teatro su condici¨®n originaria de espacio ¨²nico, sin cuarta pared, se haya desarrollado tanto.

Los actores responden con frescura y un oficio impropio de su edad. Mamen Camacho ya nos hab¨ªa sorprendido en La moza de c¨¢ntaro. Aqu¨ª hace un ejercicio de fregolismo impecable. Francesco Carril borda al chulo con encanto, estudiante en Salamanca de geograf¨ªas femeninas. ?C¨®mo ha crecido este c¨®mico en un a?o! Paloma S¨¢nchez de Andr¨¦s interpreta a una Manuela Contreras briosa y con encanto, tercera en esta relaci¨®n triangular. Habr¨ªa que citar elogiosamente a cada uno de sus 10 compa?eros: los que tienen papeles de brillo y los que hacen trabajo coral. Carolina Gonz¨¢lez vuelca el proscenio del teatro Pav¨®n hacia el p¨²blico, entre el cual se coloca el pianista (eficaz la m¨²sica de Mariano Mar¨ªn), y levanta una sencilla pared al fondo con un port¨®n giratorio que evoca la puerta central del vestuario de los corrales de comedias y separa las dos casas. A un giro suyo, los actores est¨¢n en una o en otra, sin moverse del sitio.

Con montajes como ¨¦ste, las nuevas generaciones sacar¨¢n una idea renovada de nuestros cl¨¢sicos y de lo que pueden contarnos a d¨ªa de hoy.