Perd¨®n e inscripci¨®n
La Ley de Memoria Hist¨®rica no suscit¨® un debate profundo sobre aspectos como el duelo y la melancol¨ªa
En Espa?a la ley de la memoria hist¨®rica no ha llegado a suscitar un debate de ideas profundo y riguroso. Sin embargo, su enjundia y sus implicaciones requieren una seria reflexi¨®n interdisciplinar. Una reconstrucci¨®n hist¨®rica de la ret¨ªcula de conceptos implicados en este g¨¦nero de memoria: perd¨®n, olvido, rencor, venganza, compensaci¨®n, justicia, clemencia... Freud instituy¨® una distinci¨®n entre los conceptos de duelo y melancol¨ªa que puede ser pertinente en este contexto. Para el fundador del psicoan¨¢lisis, el duelo hac¨ªa referencia a una aflicci¨®n del sujeto por la p¨¦rdida de un objeto amado en el cual este sujeto era consciente de la dimensi¨®n de su p¨¦rdida y entraba en un proceso de elaboraci¨®n ps¨ªquica de la misma orientado a cerrar la herida que le habr¨ªa producido.
En la melancol¨ªa, por el contrario, el individuo se instala en un estado de ¨¢nimo en el que no puede salir de su desolaci¨®n porque le faltan los contornos precisos del referente de su pena. El autor de Duelo y melancol¨ªa relacionaba el estado de ¨¢nimo melanc¨®lico con un "registro de objetos perdidos" que no se recuperar¨¢n jam¨¢s porque, en rigor, se diluye para el sujeto la precisa entidad y significaci¨®n de los mismos. No puede identificarlos y, en consecuencia, se debate en un proceso que Hegel llamar¨ªa de "mala infinitud"... Pues bien, es importante para quienes han sufrido desgarradoras p¨¦rdidas, si es que han de entrar en un proceso de duelo y no verse sumidos para siempre en la melancol¨ªa, que el objeto perdido se inscriba simb¨®licamente en orden a contrastarlo emocionalmente. La posibilidad del perd¨®n se encuentra de alg¨²n modo ¨ªntimamente unida a esta inscripci¨®n que posibilita el duelo. Si la devastadora melancol¨ªa no ha de tener la ¨²ltima palabra, hay que relacionar al muerto con su sepultura que, como lo afirma Hegel, lo rescata de las garras devastadoras de la mera naturaleza y lo promociona al nivel de la conciencia y de la cultura. El enterramiento de los muertos se considera significativamente un ¨ªndice en el proceso de hominizaci¨®n. Para consolarse en lo posible de la muerte del difunto hay que saber al menos d¨®nde est¨¢ o dej¨® de estar lo que deber¨ªa estar: recorrer los contornos de su hueco. S¨®lo as¨ª puede reconducirse la mala infinitud a la finitud y la melancol¨ªa transmutarse en un proceso de duelo.
Gilles Deleuze afirmaba que en las sociedades etnol¨®gicas ac¨¦falas la deuda debe ser grabada en los cuerpos para volver a los hombres capaces de alianza. As¨ª, pues, para conmutar ofensas hay que constatar y contrastar inscripciones. Es como si nos encontr¨¢ramos con leyes ps¨ªquicas y culturales objetivas que los decretos humanos, aunque invoquen razones pol¨ªticas pertinentes en determinado momento hist¨®rico, no pueden conculcar a su arbitrio. El punto final -Alfons¨ªn en Argentina debi¨® aprenderlo amargamente- no se puede poner donde uno quiera. S¨®lo lo posibilita o lo impone la estructura del texto.
Amelia Valc¨¢rcel. La memoria y el perd¨®n. Herder. Barcelona, 2010. 142 p¨¢ginas. 12,90 euros.
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