Una prisi¨®n al aire libre: el legado de Ben Ali
El levantamiento popular en T¨²nez, el m¨¢s intenso desde su independencia de Francia en 1956, consigui¨® ayer el abandono del poder y la salida del pa¨ªs del presidente Zine El Abidine Ben Ali. Comenz¨® a ra¨ªz de que un joven vendedor callejero de verduras se quemara a lo bonzo hace tres semanas, cuando la polic¨ªa de Sidi Bouzid confisc¨® su carrito carente de autorizaci¨®n. Los muertos fueron en aumento desde que Ben Ali ordenara la presencia del Ej¨¦rcito en las calles de Thala, Kasserine y Sidi Bouzid, en un intento de acabar con las manifestaciones contra el desempleo juvenil y el alza del coste de la vida. Hasta ese momento, el entonces jefe del Estado Mayor del Ej¨¦rcito de Tierra, Rachid Ammar, se hab¨ªa negado a acceder a las demandas de Ben Ali de sacar las tropas a la calle. Lo echaron el pasado fin de semana y, seg¨²n varias fuentes no oficiales en T¨²nez, fue sustituido por el jefe de los servicios secretos Ahmed Chbir. Docenas de personas han muerto en los ¨²ltimos d¨ªas en unas manifestaciones que terminaron por extenderse hasta la capital y la mayor¨ªa de las ciudades del pa¨ªs desde las ciudades del suroeste, donde la vida es mucho m¨¢s dif¨ªcil que en la costa, la parte de T¨²nez conocida por los millones de turistas extranjeros que visitan el pa¨ªs a?o tras a?o.
Francis Ghil¨¨s En T¨²nez, el favorito del FMI, triunfa una protesta popular contra el paro y una dictadura corrupta
Preferir la "seguridad" a la democracia en el Magreb es un dislate
Lo que empez¨® como protesta contra el desempleo juvenil y el aumento de la precariedad social se convirti¨® en protesta pol¨ªtica dirigida directamente contra Ben Ali . El desempleo afecta al 14% de la poblaci¨®n pero se estima que duplica este porcentaje entre la poblaci¨®n menor de 25 a?os, que es el 60% del total. Mientras tanto, el sistema educativo, que durante d¨¦cadas constitu¨ªa el orgullo del pa¨ªs, ha perdido calidad y ha sido alcanzado por la corrupci¨®n. Las licenciaturas y los empleos, incluidos los m¨¢s especializados, se sol¨ªan otorgar a los j¨®venes m¨¢s meritorios, pero hoy cualquier joven tunecino, por muy cualificado que est¨¦, es dif¨ªcil que consiga un trabajo si no tiene alg¨²n padrino dentro del sistema, o no est¨¢ dispuesto a sobornar a alguien. Las familias del suroeste pobre, que han realizado enormes sacrificios para pagar una carrera a sus hijos, se encuentran con que licenciaturas duramente conseguidas no valen nada: los nuevos licenciados acaban como vendedores ambulantes o de portamaletas en los hoteles. Y la corrupci¨®n adquiere aspectos vejatorios: peque?as propinas para obtener el favor policial, que eran cosa inaudita hace una generaci¨®n, son hoy moneda com¨²n. Solo entre 2004 y 2008, el pa¨ªs ha ca¨ªdo del puesto 39? al puesto 61? en el baremo de Transparency International.
El ejemplo ven¨ªa del ya ex jefe del Estado por diversas v¨ªas. Ben Ali, que gozaba de inmunidad vitalicia, hasta el jueves trataba de enmendar la Constituci¨®n para optar, a sus 74 a?os, a un sextomandato. El Estado de derecho ya estaba en entredicho cuando miembros de la familia gobernante, descritos en junio de 2008 en un cable de la Embajada americana filtrado por Wikileaks como una "cuasi mafia", presum¨ªan de una fortuna de dudoso origen de una forma tan escandalosa que el padre del T¨²nez moderno, Habib Bourguiba, jam¨¢s hubiese consentido.
La falta de respeto a la ley traspasaba las fronteras tunecinas. En mayo de 2006, el yate del antiguo presidente de Banque Lazard, Bruno Roger, fue sustra¨ªdo en el puerto de Bonifacio, en C¨®rcega, por mafiosos italianos. La investigaci¨®n privada llevada a cabo por Seguros Generali lo localiz¨®, repintado, en el puerto de Sidi Bou Said, a los pies de Cartago, sede del palacio presidencial. Dos sobrinos de Leila Trabulsi -la esposa de Ben Ali-, Imed y Moaz Trabulsi, fueron identificados como sospechosos de haber dado cobertura al robo. A?os atr¨¢s la Interpol hab¨ªa intentado detener al hermano del ex jefe del Estado tunecino, Moncef, acusado de tr¨¢fico de drogas, pero escap¨®, tras haberse visto condenado a 10 a?os de prisi¨®n por un tribunal franc¨¦s.
La rapacidad de la familia de la segunda mujer de Ben Ali, Leila Trabulsi, ha sido durante a?os la comidilla de cualquier cena elegante en T¨²nez. La cobertura de un Trabulsi era la llave m¨¢gica que daba acceso a jugosos contratos, a propiedades, empleos e influencia. Siendo T¨²nez un pa¨ªs peque?o, la informaci¨®n viaja a gran velocidad: la riqueza de la clase dirigente se exhib¨ªa de manera cada vez m¨¢s arrogante mientras el tunecino medio atravesaba dificultades y la fuga de capitales se multiplicaba. Se estima que una cuarta parte de los 150.000 millones de d¨®lares que han salido del Magreb desde 1990 procede del peque?o T¨²nez.
Tambi¨¦n los actores internacionales tienen su parte de culpa: el Fondo Monetario Internacional no se cansaba de poner a T¨²nez como ejemplo de buena gesti¨®n, una historia de ¨¦xito que deber¨ªa inspirar a otros pa¨ªses ¨¢rabes. Los presidentes franceses, sean de derecha o de izquierda, mantienen la misma actitud que denuncian los cables americanos: "Tanto Francia como Italia se resisten a presionar a T¨²nez". El ministro de Cultura franc¨¦s, Frederic Mitterrand, dec¨ªa que era una exageraci¨®n considerar T¨²nez como una "dictadura", mientras que la ministra de Exteriores, Mich¨¨le Alliot Marie, no ten¨ªa inconveniente en ofrecer "ayuda t¨¦cnica" para apaciguar a las masas. Todos pertenecen al importante lobby tunecino en Par¨ªs, siempre dispuesto a ponerse rom¨¢ntico evocando la tierra del jazm¨ªn y la sonrisa. Comentarios de este tipo contrastan vivamente con la posici¨®n norteamericana: Hillary Clinton fue la primera en manifestar su preocupaci¨®n por la persistente violencia.
Los tunecinos disfrutan hoy de menos libertad de reuni¨®n, de expresi¨®n y de prensa que en los peores a?os de la represi¨®n colonial francesa. La tortura es cosa rutinaria, mientras Freedom House sit¨²a a T¨²nez por debajo de China, Ir¨¢n y Rusia entre los peores lugares de la Tierra para la libertad en Internet. Con menos de 10 millones de habitantes, T¨²nez ha encarcelado a m¨¢s periodistas que nadie en el mundo ¨¢rabe. Con 170.000 miembros de las fuerzas de orden p¨²blico, T¨²nez iguala a Francia, un pa¨ªs seis veces m¨¢s poblado. Su polic¨ªa es incluso m¨¢s numerosa que en la vecina Argelia.
Como principal socia comercial e inversora en el pa¨ªs, la Uni¨®n Europea tendr¨ªa que haber intentado influir en Ben Ali; pero, en vez de denunciar la situaci¨®n, la UE continu¨® tratando a T¨²nez como socio privilegiado, digno de merecer un "estatuto avanzado". Esto significa re¨ªrse del autoproclamado respeto por la democracia europea y convierte a Europa en el gran hazmerre¨ªr de los muchos tunecinos de a pie. Estas actitudes son hip¨®critas.
Quiz¨¢s nuestros l¨ªderes pol¨ªticos est¨¦n convencidos de que la represi¨®n de meros tunecinos o, mejor, simples ¨¢rabes es un precio barato a cambio de la sacrosanta estabilidad, pero, ?qu¨¦ pasa si esta estabilidad se ha construido sobre la arena? Seguramente mantener el mantra de "seguridad antes que democracia" como principio rector de la pol¨ªtica europea y norteamericana en la regi¨®n se acaba demostrando una equivocada y peligrosa elecci¨®n.
Habib Bourguiba ser¨ªa un aut¨®crata, pero se asegur¨® que todos los tunecinos aprendieran a leer y escribir, y concedi¨®, en 1957, unos derechos a las mujeres de los que no gozaban sus pares en la Europa del Sur en los a?os setenta. Tras obtener el poder de un enfermo Habib Bourguiba hace 23 a?os, Ben Ali se ha demostrado incapaz de ofrecer una visi¨®n para T¨²nez.
Hasta hace pocos a?os, el t¨¢cito pacto entre el l¨ªder y su pueblo era: pan, educaci¨®n y salud gratuitos, aunque no libertad de expresi¨®n. Pero mientras el crecimiento econ¨®mico no consegu¨ªa repartir riqueza y la corrupci¨®n se extend¨ªa de manera masiva, el clan dirigente nadaba en la abundancia sin pudor y el pacto se hab¨ªa quebrado. Contrariamente a lo que puedan estar pensando los l¨ªderes europeos, el futuro de la orilla sur del Mediterr¨¢neo se augura inestable. La pol¨ªtica mediterr¨¢nea de Europa reclama un replanteamiento general.
Francis Ghil¨¨s es investigador senior del Centro de Estudios y Documentaci¨®n Internacionales de Barcelona (CIDOB).
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