Barroco entre la lava
Los pueblos hospital que fund¨® Vasco de Quiroga en Michoac¨¢n. La 'Utop¨ªa' de Tom¨¢s Moro hecha realidad en M¨¦xico
La ruta ut¨®pica de Michoac¨¢n tiene algo de sue?o. Del sue?o de un hombre llamado Vasco de Quiroga, que, a mediados del siglo XVI, convirti¨® en realidad la Utop¨ªa de Tom¨¢s Moro en un centenar de poblados pur¨¦pechas de Michoac¨¢n. Del sue?o de aunar el cristianismo primitivo y una suerte de socialismo libertario en una comunidad del nuevo mundo. El de paisajes inm¨®viles, no contaminados, inmersos en campi?as f¨¦rtiles, donde encontrar vivas las tradiciones. El de un arte mestizo -el plateresco, el mud¨¦jar-, dise?ado por espa?oles y ejecutado por manos ind¨ªgenas, con b¨®vedas tan hermosas que all¨ª las llaman "cielos estrellados". El sue?o, tambi¨¦n, de ellos mismos, los indios pur¨¦pechas, que gracias a su benefactor -a quien siguen llamando Tata Vasco- organizaron una sociedad colectivizada y decidieron mantenerla hasta nuestros d¨ªas.
Vasco de Quiroga naci¨® en 1470 en Madrigal de las Altas Torres, cerca de Valladolid, y hasta trasladarse a M¨¦xico en 1531 no fue sino un buen magistrado al que destinaban para investigar las denuncias contra las brutalidades de algunos jueces y conquistadores. Con 61 a?os cumplidos decide abandonar su profesi¨®n de juez para ordenarse sacerdote. Le consagra un famoso erasmista, fray Juan de Zum¨¢rraga, toda una declaraci¨®n de principios para el siguiente acto, fundar de su propio pecunio el hospital pueblo de Santa Fe, en las afueras de la ciudad de M¨¦xico, una especie de albergue comunitario en el que integr¨® la educaci¨®n, la medicina y la fe junto a un, digamos, colectivismo moderado. Al poco, el emperador Carlos V, a quien mandaba sus informes, le nombra obispo de Michoac¨¢n, y Vasco se lanza sin red a construir su utop¨ªa.
La idea era sencilla. Consolidar ciudades para espa?oles e ind¨ªgenas, buscando integrar los espacios y las culturas a trav¨¦s de universidades, colegios e iglesias comunes. Y construir asentamientos para los pur¨¦pechas en tierras que donaba a la colectividad. Estos ¨²ltimos se organizaban en torno a una plaza con un edificio dedicado a centro de salud, pol¨ªtica y servicios, otro a capilla y casas alrededor. Los habitantes llamaron a estos lugares huat¨¢peras (en pur¨¦pecha, lugar de reuni¨®n). Los sacerdotes, los frailes, deb¨ªan aprender el idioma local. La subsistencia se garantizaba especializando a cada poblaci¨®n en un oficio diferente. Todo sencillo, pero muy medido; por ejemplo, estaban reguladas las relaciones entre padres e hijos, de ind¨ªgenas y espa?oles, la asistencia a los enfermos, a los hu¨¦rfanos, la educaci¨®n, las reclamaciones, los sistemas productivos o las aportaciones de cada uno a la comunidad. El sistema se demostr¨® tan eficaz que los fondos que dej¨® don Vasco duraron hasta 1872 -m¨¢s de 350 a?os-, fecha del Acta de Extinci¨®n de los ¨²ltimos pueblos hospital.
Todos los caminos de Michoac¨¢n se encuentran en Morelia. Es una ciudad extensa, patrimonio mundial desde 1991, vestida de piedra rosa, con una enorme cantidad de monumentos hist¨®ricos (m¨¢s de 1.400 edificios). Es uno de los mejores prototipos de las ciudades virreinales tanto por su estructura en damero, su desmesurada catedral, sus edificios de gobierno y palacios, como porque todo el discurso imponente, al final, sabe bifurcarse en peque?as plazuelas y patios cubiertos de vegetaci¨®n destinados a atraer brisas y guarecer penumbras.
P¨¢tzcuaro, la vieja capital, a orillas de un lago grande, conserva el trazado original renacentista, de norte a sur y de este a oeste, con calles empedradas, estrechas y empinadas rematadas en lo alto por capillas. La catedral, la bas¨ªlica de Santa Mar¨ªa de la Salud, fue planeada para que tuviera cinco naves y en cada una de ellas se celebrara la misa en una lengua ind¨ªgena. Su fundador, Vasco de Quiroga, est¨¢ enterrado en el altar, al lado de una virgen hecha de masa de ma¨ªz y orqu¨ªdeas.
A lomos de una mula
A partir de aqu¨ª hay m¨²ltiples posibilidades de conocer peque?as comunidades detenidas en la historia, como Tzintzuntzan, Tup¨¢taro, Santa Clara del Cobre, Uruapan, Angahuan, Zac¨¢n o Nur¨ªo. Ninguna tan inm¨®vil como San Juan de las Colchas de la erupci¨®n del volc¨¢n Paricut¨ªn en 1943. ?nicamente sobresale la parte alta de la iglesia por encima de la lava solidificada. Nosotros llegamos en el ¨²nico medio posible, la mula, para encontrar de improviso, emergiendo de un oc¨¦ano de piedra, la torre y media fachada del templo barroco. Parec¨ªa una imagen de ciencia-ficci¨®n. El campesino que nos acompa?aba iba susurrando una canci¨®n tarasca llamada Piedrecitas: "Dios m¨ªo / o ser¨¢ castigo / o ser¨¢ desgracia / lo que nos pas¨®..."
En todos los asentamientos de Vasco de Quiroga los pobladores siguen llevando su vestimenta tradicional, hablando su lengua natural y mirando con recelo a las visitas. Los hombres, con calz¨®n blanco y sombrero; las mujeres, con blusas bordadas y rebozos oscuros rayados. Viven en casas de madera desmontables (trojes) techadas de tejamanil (maderas entrelazadas) junto a otros edificios de piedra volc¨¢nica, adobe y teja. Al lado de las huat¨¢peras est¨¢n las capillas, de diferentes tama?os, pero siempre dedicadas a la Inmaculada, con delicadas fachadas platerescas o mud¨¦jares, en las que uno, al entrar, se queda at¨®nito. Por ejemplo, la de Nur¨ªo, donde acabamos el viaje, una peque?a localidad de poco m¨¢s de 3.000 habitantes que ha permanecido tradicionalmente aislada hasta que salt¨® a la fama por la celebraci¨®n del Tercer Congreso Nacional Ind¨ªgena y ser punto de paso de la caravana del ej¨¦rcito zapatista. Su Hu¨¢tapera y el templo de Santiago Nur¨ªo son joyas de la arquitectura novohispana pur¨¦pecha. Recuerdo nuestra estancia, sentados en una banca, con la vista puesta en el arc¨¢ngel Rafael y el peque?o Tob¨ªas con el pez de la curaci¨®n en la mano junto a ¨¢ngeles, ap¨®stoles y m¨²sicos enmarcados por medallones, simbolizando la importancia de la m¨²sica en la liturgia colonial. Salimos tan conmovidos que al cruzar la puerta escuchamos el canto de un p¨¢jaro com¨²n y nos pareci¨® una cadencia tan delicada, tan elemental, que no nos atrevimos a interrumpirla ni con el aliento.
Gu¨ªa
Como ir e informaci¨®n
? Morelia est¨¢ a unos 300 kil¨®metros al este de M¨¦xico DF.
? Turismo de Michoac¨¢n (www.turismomichoacan.gob.mx).
Dormir
? Hotel Cantera D¨ªez ( www.canteradiezhotel.com). Benito Ju¨¢rez, 63. Morelia. Unos 100 euros.
? Mansi¨®n de los Sue?os (www.mansiondelossuenos.com). Ibarra, 15. P¨¢tzcuaro. Elegante y barroco. Unos 120 euros.
? Mansi¨®n del Cupatitzio (www.mansiondelcupatitzio.com). Calzada de la Rodilla del Diablo, 20.
La Quinta. Confortable. Unos 80 euros.
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