As¨ª se teji¨® el imperio
Algunas de las mujeres que empezaron a trabajar con Amancio Ortega siguen cosiendo para Inditex en sus talleres de la provincia de A Coru?a
"?Es cierto eso que se dice que Zara fabrica la ropa con chinos que trabajan en barcos anclados en aguas internacionales?" preguntaba a sus interlocutores, perfectamente en serio, el redactor de un prestigioso semanario franc¨¦s, desplazado a Galicia para hacer un reportaje sobre el fen¨®meno Inditex en el momento de su salida a bolsa. Como sin duda le dijeron, y todo el mundo sabe, el imperio Inditex empez¨® en los sue?os y en las sucesivas decisiones estrat¨¦gicas de sus fundadores, y dio sus primeros pasos en cientos de casas particulares y de bajos, en A Coru?a y en sus alrededores, en los que miles de mujeres confeccionaban prendas con los materiales que les suministraba la empresa. Ahora que Amancio Ortega acaba de anunciar su retirada de la primera l¨ªnea empresarial, aquellas que comenzaron con ¨¦l hablan gallego, pero su impenetrabilidad s¨ª que es asi¨¢tica. Pr¨¢cticamente ninguna de las muchas personas contactadas ha querido dar su nombre y mucho menos ser fotografiada. "Quien movi¨® algo con la prensa despu¨¦s tuvo que dar explicaciones", se escudaron dos. Incluso los sindicalistas de la central mayoritaria en el grupo, CC OO, no han accedido a aparecer.
"Cuando empec¨¦, ven¨ªan a recoger la ropa en un 4L", dice una trabajadora
"En 10 a?os, aqu¨ª no habr¨¢ ning¨²n taller", se lamenta una propietaria
El grupo paga puntualmente y exige empleados asegurados
De Berganti?os sale la ropa y tambi¨¦n quienes construyen las tiendas
A comienzos de los ochenta, era normal encontrarse en las calles de A Coru?a, en los barrios populares como Monte Alto o el Agra do Orz¨¢n, amas de casa que en el carrito de ruedas no llevaban la compra del d¨ªa, sino telas ya cortadas para coser en casa, o en el local improvisado por un proveedor-intermediario de Zara, en el que se juntaban varias, seg¨²n contaba un estudio sobre el empleo femenino en el textil en aquella ¨¦poca que realiz¨® la especialista en materia sociolaboral Mar Iglesias (que tampoco ha atendido los requerimientos de este peri¨®dico). Tambi¨¦n en los alrededores de la ciudad, sobre todo en la comarca de Berganti?os, se reproduc¨ªa el fen¨®meno, que en seguida deriv¨® hacia la creaci¨®n de talleres, fuesen cooperativas o empresas. No ten¨ªan, ni tienen, r¨®tulos, ni les hace falta, porque trabajan para un ¨²nico cliente. Se distinguen por la cantidad de coches aparcados en el exterior, y por el zumbido de las m¨¢quinas de coser que se filtra desde los bajos.
"Empec¨¦ har¨¢ 22 a?os esta Semana Santa. Yo ten¨ªa una academia de corte y confecci¨®n y andaban por aqu¨ª buscando talleres. Me hablaron de poner uno, lo pens¨¦ y me decid¨ª, con las alumnas que ten¨ªa. Despu¨¦s me pidieron que lo aumentara, y de 22 chicas pas¨¦ a tener 60. Ahora son 45 o 50", dice Manuela Ures en el portal¨®n de su casa de Pazos (Ponteceso), con el runr¨²n de fondo que llega de dentro. "Antes hab¨ªa un taller en cada casa, pero muchos desaparecieron. Algunos lo montaban y trabajaban en ¨¦l despu¨¦s de sachar, y claro...". Manuela Ures, toda afabilidad, siempre se ha dedicado a las chaquetas (produce de 3.000 a 4.000 al mes, dependiendo de la dificultad del modelo), y asegura que nunca ha tenido problemas, excepto con los cuadros, "Dios me aparte de ellos", porque la tela a cuadros exige que casen exactamente en las costuras. Ni siquiera problemas de adaptaci¨®n a los vaivenes de la moda, "siempre hacemos confecci¨®n cl¨¢sica de calidad. Cuando nos encargan muestrarios s¨ª que hay cosas m¨¢s extravagantes".
Cerca, ya en el t¨¦rmino municipal de Malpica, el de Chelo do Xastri?o fue uno de los primeros talleres, sino el primero. Incluso trabajaban con el producto pionero y m¨ªtico de Zara: la bata. A Chelo, como el nombre de su familia indica, lo de coser no le era ajeno, e incluso cuando empez¨®, en 1978, ven¨ªa de Francia de trabajar en la confecci¨®n. "Un se?or de Coru?a que ten¨ªa un chal¨¦ aqu¨ª nos lo coment¨®. Era tan al principio que ven¨ªan a traer la tela y a recoger las prendas en un Renault 4L. 'Las manos, las de Francia, pero los precios, los de aqu¨ª' nos dijeron". Con los precios de aqu¨ª, Chelo recuerda que "una chica que tuviera ansia de trabajar pod¨ªa sacar entonces 100.000 pesetas al mes". Entonces hab¨ªa mucha gente trabajando en las casas, pero ya no, salvo alguna excepci¨®n que se mantiene m¨¢s que nada por una mezcla de tradici¨®n y fidelidad.
La propia empresa -es decir, las distintas empresas del grupo para las que cos¨ªan- estrangul¨® el fen¨®meno del trabajo individual y la figura del intermediario que llevaba la parte del le¨®n, como un taxista de m¨¢s all¨¢ de Ponteceso que se dedicaba a repartir el trabajo por las casas, y que tuvo que acabar montando un taller. Tanto por cuestiones de legalidad (varias entrevistadas coinciden en que les exigen anualmente los certificados de estar al tanto en la seguridad social de las empleadas) como de eficacia (el ritmo de entrega no puede depender de la producci¨®n de personas aisladas).
Sin salir de un radio de 10 kil¨®metros, en Cances hay dos talleres. Uno, el de Dosinda, otra de las pioneras, que se acoge a la gripe para no decir m¨¢s que "Don Amancio nos dio la vida a muchas". Otro, en un primero que no revela su actividad m¨¢s que por los fardos de tela imitaci¨®n de piel de leopardo que hay en el portal, y el desfile de chicas que a las 18.30, finalizada la jornada laboral, bajan por la escalera, es el de Isabel. Tampoco le interesa dar a la prensa m¨¢s datos que ella y una socia empezaron en el 92, por una t¨ªa que ya ten¨ªa un taller, y que lleg¨® a tener 50 trabajadoras, pero ahora son solo 20. En Berganti?os Amancio Ortega no solo dio vida a las mujeres. La mayor¨ªa de los carpinteros y alba?iles que se dedican a montar las tiendas por toda Europa fueron y siguen siendo de aqu¨ª.
En la casa de Chelo no hay m¨¢s ruido de fondo que el de los perros. Lo dej¨® hace unos a?os porque "los precios de aqu¨ª" no le permit¨ªan afrontar los costes laborales. Tampoco en un taller de Coristanco, que produc¨ªa entre 2.500 y 3.000 chaquetas al mes y lleva cerrado un a?o. "Lo tendr¨¦ que abrir de nuevo, porque mi bisabuelo era sastre, lo eran mi abuelo y mi padre y lo son mis hijos, y tengo 100 millones de pesetas en m¨¢quinas, pero no para Zara. Pagan como relojes, eso s¨ª, pero poco, y cada vez menos. A siete euros la chaqueta. Con s¨®lo dos euros m¨¢s ser¨ªa rentable, pero es que en Marruecos, por dos euros se las hacen, se las planchan y se las empaquetan".
La deslocalizaci¨®n no es algo nuevo en el sector. Hace a?os, empresas ya desaparecidas, como Manusa, se llevaban parte de la confecci¨®n de camisas a conventos de monjas de Valladolid y Zamora, pero nada que ver con lo de ahora. A la propietaria de un taller coru?¨¦s le llegar¨ªan 50 c¨¦ntimos m¨¢s por pantal¨®n para salir de deudas y evitar entrar a trabajar a las siete de la ma?ana y salir a las siete de la tarde, como pronto. "Adem¨¢s, si te dan un modelo que necesita una m¨¢quina concreta, tienes que comprarla y a lo mejor no la vuelves a necesitar en dos a?os, aunque es cierto que a m¨ª una vez me dieron ese tipo de trabajo hasta que pude pagarla", dice esa mujer, que lleva 25 a?os en el sector.
"Hace tiempo se convoc¨® una reuni¨®n de talleres, y llamaron uno por uno para decirles que hicieran lo que quisieran, pero los precios iban a ser los que eran. No fue nadie", dice una de las personas entrevistadas. "Yo creo que, en diez a?os, aqu¨ª no habr¨¢ taller ninguno. No les interesa", considera otra. "Si los mantienen es por fidelidad, o por imagen". "Deber¨ªan pensar que el imperio lo levantaron gracias a Galicia, no a China", terciaba la esposa del sastre de Coristanco, ante el escepticismo de su marido: "Lo que hacen aqu¨ª es una gota en el oc¨¦ano". Durante otra de las conversaciones, llamaron a la puerta. Era una planchadora con experiencia para entregar su curr¨ªculo. "Es el cuarto que recojo hoy", dijo la receptora. "Es cierto que est¨¢n ayudando al tercer mundo, pero se est¨¢ creando otro aqu¨ª".
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