Lo privado y lo p¨²blico
PIEDRA DE TOQUE. Wikileaks no trata de combatir una "mentira", sino de satisfacer una curiosidad morbosa de la civilizaci¨®n del espect¨¢culo. Assange m¨¢s que un luchador libertario es un exitoso animador
Desde que comenc¨¦ a leer sus libros y art¨ªculos, debe hacer de eso unos 30 a?os, me pasa con Fernando Savater algo que no me ocurre con ning¨²n otro de los escritores que prefiero: que casi nunca discrepo con sus juicios y cr¨ªticas. Sus razones, generalmente, me convencen de inmediato, aunque para ello deba rectificar radicalmente lo que hasta entonces cre¨ªa.
Opine de pol¨ªtica, de literatura, de ¨¦tica y hasta de caballos (sobre los que no s¨¦ nada, salvo que nunca acert¨¦ una sola apuesta las raras veces que he pisado un hip¨®dromo), Savater me ha parecido siempre un modelo de intelectual comprometido, a la vez principista y pragm¨¢tico, uno de esos raros pensadores contempor¨¢neos capaces de ver siempre claro en el intrincado bosque que es este siglo XXI y de orientarnos a encontrar el camino perdido a los que andamos algo extraviados.
El libertinaje informativo no tiene nada que ver con la libertad de expresi¨®n
La desaparici¨®n de lo privado es una manifestaci¨®n de barbarie
Todo esto viene a cuento de un art¨ªculo suyo sobre Wikileaks y Julian Assange que acabo de leer en la revista Tiempo (n¨²mero del 23 de diciembre de 2010 al 6 de enero de 2011). Ruego encarecidamente a quienes han celebrado la difusi¨®n de los miles de documentos confidenciales del Departamento de Estado de los Estados Unidos como una proeza de la libertad, que lean este art¨ªculo que rezuma inteligencia, valent¨ªa y sensatez. Si no los hace cambiar de opini¨®n, es seguro que por lo menos los llevar¨¢ a reflexionar y preguntarse si su entusiasmo no era algo precipitado.
Savater comprueba que en esa vasta colecci¨®n de materiales filtrados no hay pr¨¢cticamente revelaciones importantes, que las informaciones y opiniones confidenciales que han salido a la luz eran ya sabidas o presumibles por cualquier observador de la actualidad pol¨ªtica m¨¢s o menos informado, y que lo que prevalece en ellas es sobre todo una chismograf¨ªa destinada a saciar esa frivolidad que, bajo el respetable membrete de transparencia, es en verdad el entronizado "derecho de todos a saberlo todo: que no haya secretos y reservas que puedan contrariar la curiosidad de alguien... caiga quien caiga y perdamos en el camino lo que perdamos". Ese supuesto "derecho" es, a?ade, "parte de la actual imbecilizaci¨®n social". Suscribo esta afirmaci¨®n con puntos y comas.
La revoluci¨®n audiovisual de nuestro tiempo ha violentado las barreras que la censura opon¨ªa a la libre informaci¨®n y a la disidencia cr¨ªtica y gracias a ello los reg¨ªmenes autoritarios tienen muchas menos posibilidades que en el pasado de mantener a sus pueblos en la ignorancia y de manipular a la opini¨®n p¨²blica. Eso, desde luego, constituye un gran progreso para la cultura de la libertad y hay que aprovecharlo. Pero de all¨ª a concluir que la prodigiosa transformaci¨®n de las comunicaciones que ha significado Internet autoriza a los internautas a saberlo todo y divulgar todo lo que ocurre bajo el sol (o bajo la luna), haciendo desaparecer de una vez por todas la demarcaci¨®n entre lo p¨²blico y lo privado hay un abismo, que, si lo abolimos, podr¨ªa significar, no una haza?a libertaria sino pura y simplemente un liberticidio que, adem¨¢s de socavar los cimientos de la democracia, infligir¨ªa un rudo golpe a la civilizaci¨®n.
Ninguna democracia podr¨ªa funcionar si desapareciera la confidencialidad de las comunicaciones entre funcionarios y autoridades ni tendr¨ªa consistencia ninguna forma de pol¨ªtica en los campos de la diplomacia, la defensa, la seguridad, el orden p¨²blico y hasta la econom¨ªa si los procesos que determinan esas pol¨ªticas fueron expuestos totalmente a la luz p¨²blica en todas sus instancias. El resultado de semejante exhibicionismo informativo ser¨ªa la par¨¢lisis de las instituciones y facilitar¨ªa a las organizaciones anti democr¨¢ticas el trabar y anular todas las iniciativas re?idas con sus designios autoritarios. El libertinaje informativo no tiene nada que ver con la libertad de expresi¨®n y est¨¢ m¨¢s bien en sus ant¨ªpodas.
Este libertinaje es posible s¨®lo en las sociedades abiertas, no en las que est¨¢n sometidas a un control polic¨ªaco vertical que sanciona con ferocidad todo intento de violentar la censura. No es casual que los 250.000 documentos confidenciales que Wikileaks ha obtenido procedan de infidentes de los Estados Unidos y no de Rusia ni de China. Aunque las intenciones del se?or Julian Assange respondan, como se ha dicho, al sue?o ut¨®pico y anarquista de la transparencia total, a donde pueden conducir m¨¢s bien sus operaciones para poner fin al "secreto" es a que, en las sociedades abiertas, surjan corrientes de opini¨®n que, con el argumento de defender la indispensable confidencialidad en el seno de los Estados, propongan frenos y limitaciones a uno de los derechos m¨¢s importantes de la vida democr¨¢tica: el de la libre expresi¨®n y la cr¨ªtica.
En una sociedad libre la acci¨®n de los gobiernos est¨¢ fiscalizada por el Congreso, el Poder Judicial, la prensa independiente y de oposici¨®n, los partidos pol¨ªticos, instituciones que, desde luego, tienen todo el derecho del mundo de denunciar los enga?os y mentiras a los que a veces recurren ciertas autoridades para encubrir acciones y tr¨¢ficos ilegales. Pero lo que ha hecho Wikileaks no es nada de esto, sino destruir brutalmente la privacidad de las comunicaciones en las que los diplom¨¢ticos y agregados informan a sus superiores sobre las intimidades pol¨ªticas, econ¨®micas, culturales y sociales de los pa¨ªses donde sirven. Gran parte de ese material est¨¢ conformado por datos y comentarios cuya difusi¨®n, aunque no tenga mayor trascendencia, s¨ª crea situaciones enormemente delicadas a aquellos funcionarios y provoca susceptibilidades, rencores y resentimientos que s¨®lo sirven para da?ar las relaciones entre pa¨ªses aliados y desprestigiar a sus gobiernos. No se trata, pues, de combatir una "mentira", sino, en efecto, de satisfacer esa curiosidad morbosa y malsana de la civilizaci¨®n del espect¨¢culo, que es la de nuestro tiempo, donde el periodismo (como la cultura en general) parece desarrollarse guiado por el designio ¨²nico de entretener. El se?or Julian Assange m¨¢s que un gran luchador libertario es un exitoso entertainer o animador, el Oprah Winfrey de la informaci¨®n.
Si no existiera, nuestro tiempo lo hubiera creado tarde o temprano, porque este personaje es el s¨ªmbolo emblem¨¢tico de una cultura donde el valor supremo de la informaci¨®n ha pasado a ser la de divertir a un p¨²blico fr¨ªvolo y superficial, ¨¢vido de esc¨¢ndalos que escarban en la intimidad de los famosos, muestran sus debilidades y enredos y los convierten en los bufones de la gran farsa que es la vida p¨²blica. Aunque, tal vez, hablar de "vida p¨²blica" sea ya inexacto, pues, para que ella exista deber¨ªa existir tambi¨¦n su contrapartida, la "vida privada", algo que pr¨¢cticamente ha ido desapareciendo hasta quedar convertido en un concepto vac¨ªo y fuera de uso.
?Qu¨¦ es lo privado en nuestros d¨ªas? Una de las involuntarias consecuencias de la revoluci¨®n inform¨¢tica es haber volatilizado las fronteras que lo separaban de lo p¨²blico y haber confundido a ambos en una representaci¨®n en la que todos somos a la vez espectadores y actores, en la que rec¨ªprocamente nos lucimos exhibiendo nuestra vida privada y nos divertimos observando la ajena en un strip tease generalizado en el que nada ha quedado ya a salvo de la morbosa curiosidad de un p¨²blico depravado por la frivolidad.
La desaparici¨®n de lo privado, el que nadie respete la intimidad ajena, el que ella se haya convertido en un espect¨¢culo que excita el inter¨¦s general y haya una industria informativa que alimente sin tregua y sin l¨ªmites ese voyerismo universal es una manifestaci¨®n de barbarie. Pues con la desaparici¨®n del dominio de lo privado muchas de las mejores creaciones y funciones de lo humano se deterioran y envilecen, empezando por todo aquello que est¨¢ subordinado al cuidado de ciertas formas, como el erotismo, el amor, la amistad, el pudor, las maneras, la creaci¨®n art¨ªstica, lo sagrado y la moral.
Que los gobiernos elegidos en comicios leg¨ªtimos puedan ser derribados por revoluciones que quieren traer el para¨ªso a la tierra (aunque a menudo traigan m¨¢s bien el infierno), qu¨¦ remedio. O que lleguen a surgir conflictos y hasta guerras sanguinarias entre pa¨ªses que defienden religiones, ideolog¨ªas o ambiciones incompatibles, qu¨¦ desgracia. Pero que semejantes tragedias puedan llegar a ocurrir porque nuestros privilegiados contempor¨¢neos se aburren y necesitan diversiones fuertes y un internauta zahor¨ª como Julian Assange les da lo que piden, no, no es posible ni aceptable.
? Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Ediciones EL PA?S, SL, 2011. ? Mario Vargas Llosa, 2011.
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