En busca del alma de la tecnolog¨ªa
Este mes se cumplen 40 a?os desde que empec¨¦ a hacer obras de arte con medios electr¨®nicos. Tuve la suerte de entrar en este medio cuando era nuevo. He ayudado a crear el campo y a lo largo de los a?os he visto enormes cambios en las herramientas y en la tecnolog¨ªa que usamos para hacer im¨¢genes. Por aquel entonces, ¨¦ramos un grupo dispar de artistas, t¨¦cnicos y activistas sociales que intu¨ªan que esta era la tendencia del futuro. No creo que nadie en esa ¨¦poca se diera cuenta de lo ubicua y corriente que se convertir¨ªa esta tecnolog¨ªa, pero en el fondo sab¨ªamos que el mundo se transformar¨ªa. Con ocasi¨®n de este importante hito para Babelia y EL PA?S, me gustar¨ªa compartir algunos de mis pensamientos sobre este extraordinario viaje al futuro.
Lo que en la ¨¦poca moderna denominamos "Arte" se ha hecho por motivos intangibles o espirituales
A medida que la primera d¨¦cada del nuevo milenio llega a su fin, nos hallamos en b¨²squeda de un significado en un nuevo panorama poblado de voces incorp¨®reas, im¨¢genes virtuales, personajes inventados, contaminaci¨®n informativa, ciberataques, "la Nube", Twitter y Facebook y el pegamento virtual que lo mantiene todo unido: Internet. Hace varios a?os, una vi?eta de una revista neoyorquina mostraba a un perro grande sentado ante un ordenador ense?ando a un perrito c¨®mo entrar en Internet y que le dec¨ªa: "?Lo realmente fant¨¢stico de Internet es que ni siquiera saben que eres un perro!". Este nuevo entorno amorfo recuerda a la descripci¨®n medieval mas¨®nica de Dios como "una esfera infinita cuyo centro est¨¢ en todas partes y cuya circunferencia no est¨¢ en ninguna parte". Rumi, el gran poeta y m¨ªstico suf¨ª del siglo XIII, dec¨ªa: "Las im¨¢genes que creamos pueden convertirse en bestias salvajes y pueden descuartizarnos". En el siglo XVIII, el poeta y m¨ªstico ingl¨¦s William Blake dijo: "Todas las im¨¢genes cre¨ªbles son una imagen de la verdad". Por lo tanto, ?d¨®nde estamos situados nosotros y nuestro centro, en este nuevo panorama?
Bien, podemos volvernos hacia las estrellas. Cada uno de nosotros tiene en su cuerpo una pizca de eternidad y algo de las estrellas. En el mundo antiguo precristiano, se cre¨ªa que, cuando mor¨ªa una persona, su esp¨ªritu viajaba m¨¢s all¨¢ de la Luna para atravesar una "veta" visible en el Universo (la V¨ªa L¨¢ctea, que podemos ver hoy en d¨ªa) y llegar hasta su descanso final en el reino de la luz pura en las estrellas. Somos una parte indisociable del Universo ya que hemos surgido de ¨¦l y no somos independientes en ¨¦l. Sin embargo, hay veces que cuando miramos el cielo nocturno nos estremecemos ante un misterio fundamental como la capacidad de la vida y del mundo f¨ªsico para desarrollarse y evolucionar sin nosotros, junto con la idea de un reino inaccesible de todo aquello que no conocemos.
Por decirlo de una manera m¨¢s sencilla, lo conocido y lo desconocido est¨¢n inmersos en un continuo baile dentro de nosotros y a nuestro alrededor. La naturaleza no humana, tanto si se extiende hasta los l¨ªmites del inmenso vac¨ªo del cosmos como si est¨¢ profundamente enterrada en lo m¨¢s rec¨®ndito y desconocido del coraz¨®n humano, es la forma predominante del Universo. Afirmar¨ªa que ese lugar lejos de nosotros y m¨¢s all¨¢ de nuestro entendimiento, al que dedicamos nuestros rezos y tambi¨¦n nuestras obras, aquel sobre cuya existencia o no existencia reflexionamos, es absolutamente necesario para la vida y que perecer¨ªamos sin ¨¦l.
Viv¨ª una experiencia en la que casi me ahogo cuando ten¨ªa seis a?os y desde entonces he sido sumamente consciente de que lo que nos revelan nuestros sentidos sobre el mundo solo es la superficie de una realidad mucho m¨¢s profunda y desconocida. La ciencia nos ha ense?ado que la mayor parte del cosmos resulta imperceptible para los reducidos anchos de banda de energ¨ªa de los que disponen nuestros sentidos. Por lo tanto, les corresponde a nuestras mentes y a nuestros corazones revelar su verdadera naturaleza. Este es uno de los cometidos m¨¢s importantes de un ser humano.
Se nos da un corto periodo de vida y un conocimiento individualizado y limitado con el que tenemos que abarcar el mundo entero. Hay tres grandes reservas de la humanidad que debemos superar: lo No nacido, lo Vivo y lo Muerto. De estas tres reservas, la primera y la ¨²ltima son eternas y solo la segunda, lo Vivo, nuestra ¨¦poca, es finita. Esa es la raz¨®n por la cual el tiempo que pasamos juntos es tan valioso. Cualquiera que haya nacido en este mundo ha sufrido p¨¦rdidas y ha experimentado dolor, as¨ª como j¨²bilo y ¨¦xtasis, pero la naturaleza de estas sensaciones y emociones, al igual que otras muchas, cambia a lo largo de toda una vida. Este continuo proceso de cambio y transformaci¨®n es el que permite el crecimiento interior de un ser humano. Es la raz¨®n por la cual a veces necesitamos "cambiar nuestras ideas". Tambi¨¦n es la raz¨®n por la cual la fotograf¨ªa nunca puede detener el tiempo y por la cual todas las grandes obras de arte poseen su propiedad m¨¢s misteriosa, la capacidad de seguir siendo unas percepciones frescas y nuevas a pesar de que hayan pasado decenas, cientos o miles de a?os desde que se realizaron.
A lo largo de la historia, la mayor¨ªa de las creaciones de la humanidad, lo que en la ¨¦poca moderna denominamos "Arte", se han hecho por motivos intangibles o espirituales, es decir, un di¨¢logo con las inefables fuerzas que no est¨¢n limitadas por el tiempo y el espacio. Ananda Coomaraswamy, el gran historiador del arte y fil¨®sofo del siglo XX, afirm¨®: "Todo el arte representa cosas invisibles". William Blake nos ense?¨® c¨®mo pod¨ªamos descubrir "la eternidad en un grano de arena y la infinidad en una hora". Edvard Munch, el artista de finales del siglo XIX que pint¨® El grito, reconoci¨® inteligentemente que "la c¨¢mara nunca superar¨¢ al pincel mientras no se pueda llevar al Cielo y al Infierno".
En repetidas ocasiones a lo largo de mi carrera de videoartista he aprendido que toda la tecnolog¨ªa, nueva o antigua, sencilla o compleja, es igual. El elemento esencial de una obra de arte es el usuario y no la m¨¢quina. Esto surgi¨® durante una visita con el Dalai Lama en Dharamsala, India, en 2005. Le pregunt¨¦ por la tecnolog¨ªa digital que uso y mi preocupaci¨®n porque la gente estuviera menos informada, distra¨ªda e insensibilizada debido a ella. Me mir¨® a los ojos y dijo: "La tecnolog¨ªa no es el problema". Y luego a?adi¨®: "Cuando cojo este tenedor, si hay amor en mi coraz¨®n, te puedo dar alimentos vitales con ¨¦l. Pero si hay odio en mi coraz¨®n, intentar¨¦ matarte con ¨¦l. Es la intenci¨®n del usuario la que establece la diferencia". Seg¨²n parece, como todas las culturas antiguas sab¨ªan, el conocimiento de uno mismo es mucho m¨¢s importante que el conocimiento t¨¦cnico.
Al inicio del nuevo siglo, las formas de la imagen conmovedora se est¨¢n entremezclando y empiezan a fecundarse entre ellas. Los adelantos en la tecnolog¨ªa digital est¨¢n uniendo m¨¢s al v¨ªdeo y al cine, y los medios de comunicaci¨®n y la globalizaci¨®n est¨¢n uniendo a los artistas y a las formas art¨ªsticas. Nos estamos saltando las reglas, las estamos llevando al l¨ªmite y les estamos dando la vuelta, y los estilos, los g¨¦neros y las categor¨ªas se est¨¢n disolviendo y transformando. Hay un viejo proverbio hind¨² que dice: "Pon tu sal en el agua. Cuando se haya disuelto, ?c¨®mo habr¨¢ que llamarla?". La gente que busca nombres y etiquetas que les gu¨ªen por la realidad no comprender¨¢ nada.
Puede que sea una ¨¦poca muy dif¨ªcil e inestable para las instituciones grandes, pero es una ¨¦poca muy emocionante para los artistas. Cuando Buda proclamaba en sus Cuatro Nobles Verdades que la vida es cambio, no era una declaraci¨®n de miedo o de incertidumbre, sino una invitaci¨®n a la liberaci¨®n. Aconsejaba constantemente a sus seguidores que pusieran en pr¨¢ctica sus ense?anzas en sus vidas. "Mis ense?anzas son como una balsa", dec¨ªa. "Usadlas para llegar al otro lado. Desde ese momento, solo los tontos seguir¨¢n llevando la embarcaci¨®n de un lado a otro".
Como dijo Kabir, el sabio e irreverente poeta hind¨², a sus seguidores hace 600 a?os, en una proclama que casi parece una soluci¨®n de un juego de ordenador: "?Est¨¦is donde est¨¦is, es el punto de entrada!".
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