Obama poscrisis
La ilusi¨®n que despert¨® la llegada de Obama a la Casa Blanca incorporaba dosis importantes de esperanza sobre su capacidad para sacar a la econom¨ªa estadounidense de la crisis econ¨®mica m¨¢s intensa desde la Gran Depresi¨®n. La Administraci¨®n de Bush no solo hab¨ªa creado las condiciones para la generaci¨®n de ese desastre econ¨®mico y financiero global, sino que mostraba en sus ¨²ltimos meses una incapacidad manifiesta para adoptar las decisiones adecuadas que permitieran no solo abandonar la recesi¨®n y el creciente desempleo, sino restaurar el buen funcionamiento del sistema financiero. Tampoco el cr¨¦dito de que dispon¨ªan las autoridades republicanas era suficiente para fortalecer la necesaria gobernaci¨®n global, para avanzar en la b¨²squeda de soluciones conjuntas a la d¨¦bil actividad y afrontar las iniciativas necesarias de nueva regulaci¨®n. Las favorables expectativas de la Administraci¨®n de Obama se fundamentaban tambi¨¦n en el acompa?amiento con el que el nuevo presidente llegaba al poder. Desde Paul Volcker a Lawrence Summers, pasando por un amplio grupo de respetables acad¨¦micos, la nueva Administraci¨®n contaba con apoyos intelectuales muy cualificados. A la energ¨ªa renovadora le acompa?aba un impulso social, sensible al retroceso en la distribuci¨®n de la riqueza de los ¨²ltimos a?os.
La realidad hoy no est¨¢ muy distante de la decepci¨®n. La gesti¨®n de la crisis ha revelado que esta era mucho m¨¢s compleja y el da?o a la capacidad de producci¨®n era superior al estimado. El ciudadano observ¨® c¨®mo crec¨ªa la tasa de paro hasta niveles sin precedentes posteriores a la posguerra mundial, al tiempo que se revelaban verdaderas malas pr¨¢cticas entre algunas instituciones financieras. El dinero de los contribuyentes sigui¨® dirigi¨¦ndose a paliar muchos y grandes errores de unos pocos. Desde General Motors hasta Citigroup, o la principal aseguradora mundial, AIG, recibieron cuantiosos apoyos p¨²blicos. La celeridad para avanzar en las nuevas regulaciones financieras, o para reducir el paro, ha sido mucho menor.
Con todo, esa econom¨ªa tiene hoy un pulso m¨¢s entonado. No solo por su tradicional mayor flexibilidad y capacidad empresarial; tambi¨¦n por las decisiones adoptadas por la Administraci¨®n de Obama. Desde la agresividad de la Reserva Federal, inyectando liquidez a los bancos y comprando activos financieros de todo tipo, hasta los programas de est¨ªmulo presupuestario directo, las autoridades econ¨®micas han tratado de sortear algunos de los errores que se cometieron en los a?os treinta. Aun cuando la tasa de paro, en torno al 9,5%, no sea superior al promedio europeo, la sensibilidad de los estadounidenses al respecto justifica la ampliaci¨®n de los d¨¦ficits o la asunci¨®n de ciertos riesgos de repunte a medio plazo de la inflaci¨®n. Todo queda subordinado a la creaci¨®n de empleo.
No ser¨¢ f¨¢cil recuperar la ilusi¨®n perdida. Entre otras razones porque la mayor¨ªa republicana quiere recuperar su influencia y volver a esquemas regresivos de distribuci¨®n, aplicados por la Administraci¨®n anterior, claramente favorable a las rentas altas. Que personalidades como Warren Buffet, Bill Gates o George Soros vuelvan a advertir de los efectos de esa vuelta a impuestos muy bajos para las grandes fortunas, da idea de la muy reducida capacidad de maniobra de que dispone Obama para concretar incluso una parte m¨ªnima de sus propuestas electorales. -
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