Ma?ana ser¨¢ ayer
En ocasiones me pregunto por qu¨¦ la gente quiere que le cuenten al d¨ªa siguiente las cosas que, con sus propios ojos, han visto el d¨ªa anterior. Los precavidos cronistas de anta?o sol¨ªan escribir la historia una vez muerto el tirano. En el f¨²tbol, no siempre es imprescindible esperar tanto. Ya no le cortan la lengua al que cuenta m¨¢s de la cuenta. Ni el pito al que pita a contratiempo. Al menos, hasta despu¨¦s del partido. No obstante, sigue siendo saludable cierta distancia hist¨®rica. Los sucesos se esfuman conforme acontecen pero sus consecuencias no tienen fecha de caducidad. Barajando hechos y alterando el orden cronol¨®gico, los 366 d¨ªas recuperados por Alfredo Rela?o para la historia del f¨²tbol conforman un cosmog¨®nico calendario en el que se tiene la sensaci¨®n de que los m¨¢s remotos recuerdos acaban de pasar ayer. Pero no teman, no voy a ponerme filos¨®fico. Y, menos a¨²n, nost¨¢lgico. Me piden que les hable, para variar, de dos fantasmas. Uno vivo y el otro muerto. Hace un rato, me lo preguntaron por en¨¦sima vez: ?en qu¨¦ se parece Jos¨¦ Mourinho a Helenio Herrera? ?O en qu¨¦ se diferencian?, pregunto yo.
H.H. habr¨ªa convencido a Benzema de ser el mejor delantero centro del universo en vez de humillarlo
El primero se define a s¨ª mismo cuando dice: "Por favor, no me llamen arrogante. Soy campe¨®n de Europa y pienso que soy especial". El segundo no era un narcisista petulante. Tambi¨¦n hab¨ªa ganado copas de Europa y de las otras. Y tambi¨¦n era muy especial. M¨¢s, si cabe. Porque homolog¨® la figura del entrenador antes que nadie y est¨¢ en el origen del f¨²tbol moderno. Seg¨²n Beckenbauer, Mourinho usa procedimientos groseros y no ha aportado nada nuevo al f¨²tbol. Puede que despu¨¦s del Bar?a de Guardiola ya no le quede nada que aportar, sugiere una maliciosa Amanda desperez¨¢ndose en el sof¨¢. Quiz¨¢s su propuesta consista en la utilizaci¨®n de jugadores que, con sus aptitudes f¨ªsicas y t¨¦cnicas, resuelvan las dubitativas variantes t¨¢cticas que, hasta el momento, le hemos visto desplegar, apuntilla el capit¨¢n Grason. Mis equipos siempre juegan mejor el segundo a?o, replica el encausado. ?Por qu¨¦ amenaza, entonces, con irse en junio?, indaga la rubicunda Doris. Aunque se esfuerce en no parecerlo, Mou tiene un car¨¢cter subrepticiamente depresivo, diagnostica el fantasma del doctor Freud. Crea presi¨®n y nerviosismo en los jugadores, masculla el bar¨®n de Coubertin. La misma que siente ¨¦l, concluyo yo.
En los aspectos psicol¨®gicos, Helenio y Mou recurren a similares argucias desde temperamentos opuestos. Por poner un ejemplo, H.H. habr¨ªa convencido a Benzema de ser el mejor delantero centro del universo en lugar de humillarlo de cara a la galer¨ªa. En aquellos tiempos, por cierto, no se permit¨ªa sustituir jugadores. Ni por lesi¨®n ni por cuestiones t¨¢cticas. Cuando su equipo se quedaba con diez, Helenio dec¨ªa eso de "con diez se juega mejor". Y cuando se le preguntaba por qu¨¦, entonces, no sacaba a diez en lugar de once, contestaba "porque con nueve se juega peor". Se anticipaba cauteloso a que, por lesi¨®n, expulsi¨®n o baja forma, en el transcurso del encuentro, le fallara al menos un jugador y se consolaba proclamando que "un hombre menos es un espacio m¨¢s". Esta sarta de boutades pon¨ªan de manifiesto un peculiar sentido del humor, no exento de l¨®gica, que su supuesto sucesor est¨¢ lejos de tener. El hecho de no poder cambiar jugadores, excepto al portero, daba lugar a estramb¨®ticas situaciones.
La m¨¢s frecuente, a veces simulada, era la llamada gol del cojo. El jugador lesionado sol¨ªa situarse en un extremo y, cuando se olvidaban de ¨¦l y la ocasi¨®n se presentaba, met¨ªa gol. Otras circunstancias resultaban dram¨¢ticas. Como cuando un defensa con desprendimiento de retina acudi¨® al banquillo para decir que ve¨ªa doble. "?Mejor, as¨ª le dar¨¢s dos veces!", respondi¨® el entrenador y lo mantuvo en el terreno de juego. O cuando otro recibi¨® un golpe en la cabeza y no sab¨ªa qui¨¦n era. "?Decidle que es Beckenbauer!", propuso el astuto mister de turno. Esas cosas pasaban y otras pasar¨¢n, y tambi¨¦n caer¨¢n en el olvido. Porque, dentro de dos d¨ªas, ma?ana ser¨¢ ayer.
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