El maestro de esgrima
En marzo de 1988, fecha en la que sale a la luz El maestro de esgrima, Arturo P¨¦rez-Reverte era un conocido y respetado reportero de guerra de Televisi¨®n Espa?ola que ya en los setenta hab¨ªa trabajado en la Redacci¨®n del diario Pueblo, donde ejerci¨® su labor rodeado de grandes maestros del periodismo. Una carrera profesional bien nutrida de experiencias, que luego habr¨ªa de aprovechar para su labor literaria, y una breve y deliciosa novela a sus espaldas: El h¨²sar, con la que en 1986, con 35 a?os, se hab¨ªa lanzado al ruedo literario.
La cr¨ªtica de entonces salud¨® con entusiasmo la aparici¨®n de El maestro de esgrima, obra en la que vio reunidos todos los requisitos de la buena literatura. Es decir, acci¨®n, intriga, historia y aventura: la inimitable coctelera revertiana. Sin que pasara por alto la presencia de un personaje que habr¨ªa de marcar para siempre la trayectoria de nuestro novelista: Jaime Astarloa, el singular maestro de armas que merece dar t¨ªtulo a la obra. Unos a?os despu¨¦s de su publicaci¨®n, en 1992, el libro, que hab¨ªa ganado el favor de los lectores, fue llevado a la pantalla en una digna versi¨®n a cargo del director espa?ol Pedro Olea, con la intervenci¨®n de Omero Antonutti en el papel de Astarloa, y Assumpta Serna, como Adela de Otero.
La acci¨®n de El maestro de esgrima transcurre entre el t¨®rrido verano de 1868 y el momento en el que la reina Isabel II se ve obligada a abandonar el poder que aupaba a los Borbones. Una etapa en la que Espa?a a¨²n no se ha recuperado del todo de la invasi¨®n napole¨®nica y cuando ya ha perdido toda la esperanza de que sus ineficientes pol¨ªticos dicten una Constituci¨®n justa y permanente. P¨¦rez-Reverte, con sagacidad y pericia, se sumerge en esta fascinante etapa de represiones brutales y de barricadas sangrientas, en la que la reina es calificada de "se?ora imposible". Las muertes de dos personajes tan carism¨¢ticos como O'Donnell y Narv¨¢ez marcan el fin de una ¨¦poca. Desde ahora, la seguridad individual queda a merced de la voluntad de las autoridades. El absolutismo y el antiguo r¨¦gimen son sustituidos por un liberalismo doctrinario en lo pol¨ªtico y una sociedad que quiere convertirse en capitalista. La corona se tambalea, empujada por los progresistas. Espa?a es un pa¨ªs netamente rural, con una mayor¨ªa de poblaci¨®n pobre y analfabeta, excluida por completo del proceso pol¨ªtico.
Un material, rico y denso, que se nos antoja suficiente para escribir una buena novela, como es el caso de El maestro de esgrima. P¨¦rez-Reverte no reh¨²ye de los hechos que refleja la historia. Sin embargo, siguiendo el criterio de uno de sus m¨¢s queridos maestros, P¨¦rez Gald¨®s, lo que m¨¢s le interesa es la atm¨®sfera que se respira en los caf¨¦s madrile?os de la ¨¦poca en la que todo el mundo conspira. Y le interesa ese ambiente capitalino representado por lugares como el paseo del Prado con ayas uniformadas, aguadores que vocean su refrescante mercanc¨ªa, verduleras que resoplan a la sombra y coches descubiertos en los que las damas muestran sus encantos ante la mirada expectante de ciertos lechuguinos.
En El maestro de esgrima, Arturo P¨¦rez-Reverte nos lega dos de los personajes m¨¢s ilustres de toda su narrativa: Jaime Astarloa y Adela de Otero. Esta ¨²ltima, claro antecedente de esas otras damas de terrible belleza -como Macarena Bruner, en La piel del tambor, o Teresa Mendoza en La Reina del Sur- que esconden un secreto fascinante que es preciso desvelar a toda costa. En Jaime Astarloa ya est¨¢n presentes Corso, Alatriste y Faulques, el protagonista de El pintor de batallas. Representa el espejo en el que pretende mirarse P¨¦rez-Reverte 20 a?os despu¨¦s de haber escrito su novela. Astarloa es un viejo solitario y venerable de casta quijotesca y de extremada dignidad. Culto, galante, discreto y exquisito. Representante de los ideales del honor lopesco y de las virtudes arcaicas de la hidalgu¨ªa. Un h¨¦roe cansado que se lleva mal con Dios, al que no considera un caballero.
En El maestro de esgrima, el lector atento podr¨¢ hallar uno de los pasajes m¨¢s logrados, sugerentes, sutiles, er¨®ticos y tiernos de toda la carrera literaria de su autor: ese instante, ya iniciado el cap¨ªtulo tercero, en el que Astarloa, el hombre recto e inquebrantable, lucha contra la tentaci¨®n de mirar por la rendija de la puerta a Adela de Otero, cuando el crujir de las enaguas delata que se est¨¢ cambiando de vestido.
Sencillez, que no simpleza, en el lenguaje. Moteado, en ocasiones, de remansos de lirismo. Estilo sobrio y ferviente deseo de hacer disfrutar a los que se acerquen a estas p¨¢ginas. O lo que es lo mismo: planteamiento, nudo y desenlace, a la manera cl¨¢sica. Sujeto, verbo y predicado, y las comas en su sitio. As¨ª como peque?as historias intercaladas que dan vida a unos secundarios trazados con notable maestr¨ªa. Sin olvidar la influencia de las m¨¢s modernas t¨¦cnicas cinematogr¨¢ficas en ese juego de luces y de sombras. Y el obligado tributo a maestros de la literatura francesa como Dumas, con elementos folletinescos con los que logra hacer disfrutar a cualquier lector.
Ma?ana, viernes, por solo 7,95 euros con EL PA?S, El maestro de esgrima.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.