Los colegas de 'Mad Max'
Haci¨¦ndose eco de una aspiraci¨®n eterna y universal, escribi¨® Borges: "Creo que un d¨ªa los hombres merecer¨¢n no tener Gobiernos". Y tampoco leyes, reglamentos y cortapisas de cualquier tipo a la libertad. Si todos tuvi¨¦semos buena voluntad, nos coordinar¨ªamos sin coacci¨®n ni sanci¨®n. No hay generaci¨®n que no haya apetecido ese d¨ªa sin Gobiernos ni leyes. Despu¨¦s, hartos de esperar, esos mismos aprenden a contentarse con Gobiernos menos malos y leyes mejores. Les fuerzan a tal resignaci¨®n los desmanes cometidos por quienes en cada momento saben aprovecharse del aplazamiento de esas beatas ilusiones.
Cada nuevo horizonte para la actividad humana reaviva el libertario sue?o ancestral. Volvemos al origen, al para¨ªso intacto: ?deso¨ªremos a la serpiente y no comeremos de la manzana! Rechacemos por aguafiestas a los que quieren organizar lo in¨¦dito con instrucciones y prohibiciones. Que todo comience. Como pas¨® en el Oeste americano, esa tierra de promisi¨®n y por tanto sin ley cuya ¨¦pica rom¨¢ntica tanto hemos disfrutado en el cine. Claro que hubo v¨ªctimas: aparte de los apaches y los sioux, padecieron la alegalidad los granjeros, los comerciantes, los hijos de quienes prefer¨ªan los arados a las pistolas. Y se beneficiaron de ella terratenientes y ganaderos sin escr¨²pulos, los m¨¢s r¨¢pidos en desenfundar, los propietarios de garitos y los asaltantes de diligencias. No prosperaron los creadores de lo nuevo hasta que viejas leyes y viejas instituciones reinventadas les libraron de los bandoleros.
Los "internautas" son esa autoproclamada vanguardia neoleninista que cree que Internet es su cortijo
Es normal que uno se pregunte qui¨¦n va a beneficiarse de Internet... y a costa de qui¨¦n
Hoy el mundo casi intacto por explorar es Internet. Y vuelve a o¨ªrse reivindicar un para¨ªso no manipulado por Gobiernos, jueces ni agiotistas. Prometen libertad para todos pero no ven o minimizan a los bucaneros y hermandades teleoperadoras de la costa que se aprovechan del desmadre reinante. Los mismos que se niegan a que las instituciones estatales tengan secretos exigen que se borren sus datos personales de Google, anonimato para m¨ª y transparencia para el resto del universo, intercambio libre de descargas... aunque ello perpet¨²e las redes de abuso de menores o de actividades terroristas que queremos combatir, etc¨¦tera... Es la anarqu¨ªa, por fin, pero no aquella bendita anarqu¨ªa del apoyo mutuo del pr¨ªncipe Kropotkin, sino la del futuro desolador de Mad Max, hecha de pillaje, espect¨¢culos brutales y gente asustada que huye de las bandas de matones depredadores. Todo virtual, claro... afortunadamente.
Nos dicen muy ufanos que quienes pretenden proteger la propiedad intelectual con la ley Sinde o cualquiera de sus variantes tienen perdida la batalla de la opini¨®n p¨²blica. ?Por qu¨¦ ser¨¢? En primer lugar, desde lue
-go, porque nos gusta coger sin pagar: si los Rolex pudieran bajarse de Internet, nadie pisar¨ªa una relojer¨ªa. Despu¨¦s, muchos guardan un inconfesable rencor a los artistas, gente que cobra por hacer lo que les gusta. ?Que trabajen aperreados como los dem¨¢s o que se jodan! M¨¢s complejos -y con mayores complejos- est¨¢n los artistas no rentables, que prefieren renunciar a cobrar con tal de saber que P¨¦rez-Reverte o Alejandro Sanz perder¨¢n millones. Y luego vienen los justicieros que denuncian la cultura establecida, como aquel iconoclasta que me dijo que en su ¨¦poca hab¨ªa muchos pintores mejores que Vel¨¢zquez aunque este predomin¨® porque contaba con el amparo de los reyes. En el Marat/Sade de Peter Weiss, el cruel marqu¨¦s ya ironiza sobre los malos poetas o los pescadores sin capturas que conf¨ªan en la revoluci¨®n para cambiar su suerte y luego la maldicen al ver que tras ella siguen escribiendo ripios o sacando del mar latas y botas viejas. Ahora los hay convencidos de que en cuanto artistas y escritores reputados queden desprotegidos ellos alcanzar¨¢n por fin la gloria que merecen. Lo dudo mucho. Lichtenberg dice en un aforismo que "un libro es como un espejo: si un mono se mira en ¨¦l, el reflejado no podr¨¢ ser un ap¨®stol". Internet es el espejo donde se reflejan incontables ap¨®stoles y todos ?qu¨¦ monos son!
Se pretende derogar las actitudes legalistas asegurando que son simple y puro miedo. Cierto temor es muy razonable en quien tiene algo que perder: los padres se inquietan porque sus hijos adolescentes desaparecen durante toda la noche, los obreros tiemblan cuando la multinacional anuncia que va a deslocalizar los puestos de trabajo y tambi¨¦n el vendedor de discos en un mundo de la m¨²sica bajada sin coste... No es tranquilizador que sea signo de los tiempos: muchas cosas cambian para peor. Es cierto que las neveras de barras de hielo y las farolas de gas han sido desplazadas por la electricidad o las m¨¢quinas de escribir por los ordenadores. Pero algo tienen en com¨²n los instrumentos y las fuentes de energ¨ªa pasadas y presentes: ninguna es gratis. De modo que es normal que uno se pregunte qui¨¦n va a beneficiarse de las posibilidades de Internet... y a costa de qui¨¦n.
Pero los que se oponen a la ley antidescargas lo hacen tambi¨¦n en nombre del miedo: miedo a la censura en la Red, miedo a la p¨¦rdida de libertades, miedo a la p¨¦rdida de "democracia" que es un eufemismo por la p¨¦rdida de beneficios: las empresas asociadas contra la ley Sinde son meros negocios y claman por la amenaza a sus ganancias. No veo en qu¨¦ son mejores o menos timoratas que los autores que reclaman sus derechos... Unos temen por la p¨¦rdida del fruto de su trabajo, otros por un control que disminuya la irresponsabilidad de sus juguetes o su rentabilidad. Cuesti¨®n de intereses contrapuestos, para cuya regulaci¨®n se inventaron las leyes. La edad tiene poco que ver con este asunto, aunque haya ingenuos o aprovechados que quieran convertirlo en un choque generacional. Aunque no hay dogma m¨¢s antiguo que tener a la juventud por un m¨¦rito moral o una v¨ªa de sabidur¨ªa: todas las generaciones han cre¨ªdo sucesivamente en ¨¦l.
La ley lleg¨® al lejano Oeste y con ella la prosperidad y la civilizaci¨®n: ejemplo, Las Vegas. No cabe duda de que las leyes contra las descargas ilegales se abrir¨¢n paso tambi¨¦n, gradualmente, junto a otras que impidan abusos autoritarios de los censores. Con el tiempo, desaparecer¨¢n los "internautas", esa autoproclamada vanguardia neoleninista que considera que Internet es su cortijo. Dentro de unos a?os, decir "soy internauta" resultar¨¢ tan raro como decir hoy "soy telefonista" porque se habla por el m¨®vil. Y los pol¨ªticos que se oponen a la corrupci¨®n dejar¨¢n de apoyar bobadas oportunistas como la "neutralidad de la Red". ?Seremos todos entonces artistas creadores, gracias a la democracia online? Malas noticias. Seguir¨¢ habiendo suspensos, aprobados y unos pocos sobresalientes. Como le dec¨ªa el se?or de negro de Mingote a la beata inquieta por las novedades conciliares: "Descuide usted que al cielo, lo que se dice al cielo, iremos los de siempre".
Fernando Savater es escritor.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.