Entrevistas y charlatanes
En la Universidad de Illinois han publicado un interesante estudio colectivo acerca del "espectro, sombra e influencia" de las famosas entrevistas literarias de The Paris Review en la vida cultural de nuestro tiempo. Me ha llamado la atenci¨®n la larga y divertida digresi¨®n -hecha a cuatro manos, firmada por Irving&Wilson- acerca del posible origen de una de las preguntas m¨¢s habituales en los ¨²ltimos tiempos en las entrevistas a los escritores:
-?Cu¨¢l es su horario?
Parece una pregunta normal, dicen Irving y Wilson, pero no ha salido de la nada. De hecho, antes a nadie le interesaban las horas de oficina de un escritor, puesto que a fin de cuentas daba igual que Shakespeare trabajara 10 horas al d¨ªa o hiciera novillos los d¨ªas impares. A m¨ª, personalmente, la cuesti¨®n, aunque ya s¨¦ que aparece cuando el entrevistador no sabe qu¨¦ preguntar, siempre me molesta porque es como si quisieran entrar en mi casa, visualizar si desayuno deprisa o despacio, si canto en la ducha, o no, o si me ducho a medias.
Todo el mundo pregunta ahora por el horario de los escritores
Ning¨²n autor sensato cree en las entrevistas. Nunca se dice la verdad
-?Que cu¨¢l es mi horario?
Para los ensayistas de Illinois, todo procede de la famosa primera pregunta que le plante¨® George Plimpton a Ernest Hemingway en la no menos famosa entrevista para The Paris Review de 1954:
-?A qu¨¦ horas trabaja usted? ?Mantiene un horario r¨ªgido?
Est¨¢ bien visto. Todo el mundo pregunta ahora por el horario a los escritores y creen que es una pregunta normal cuando de hecho nunca lo ha sido, no lo fue ni siquiera cuando George Plimpton se la invent¨® en 1954.
Todo el mundo se interesa por el horario, menos la gran reportera Alma Guillermoprieto, que nos hizo en 2006 a siete escritores en un teatro de Cartagena de Indias una pregunta original, sorprendente, ninguno de los siete creo que la ha olvidado:
-?Y ustedes c¨®mo se visten para escribir?
He descubierto que en la respuesta de Hemingway a la cuesti¨®n del horario hay unas l¨ªneas que luego se han repetido much¨ªsimas veces, quiz¨¢ porque eran las primeras de la entrevista y tal vez fueron lo m¨¢s visto y le¨ªdo de ella: eso explicar¨ªa que hayan perdurado tanto esas palabras un poco absurdas en las que Hemingway explica: "uno va escribiendo por la ma?ana hasta llegar a un punto en el que sabe lo que va a ocurrir a continuaci¨®n, y all¨ª uno se interrumpe y trata de vivir hasta el d¨ªa siguiente para volver a seguir con eso".
Nunca me ha parecido que "interrumpirse en el momento en que sabes lo que va a pasar" sea un consejo digno de ser seguido, pero la verdad es que lo he seguido muchas veces. Es un consejo que se hizo famoso, seguramente solo por ser la primera respuesta de una entrevista famosa en una revista no menos c¨¦lebre. Ha sido un consejo muy copiado, a trav¨¦s de los a?os, por los numerosos escritores de todo el mundo, todos tan entrevistados.
-Bueno, ver¨¢, suelo interrumpir el trabajo del d¨ªa cuando s¨¦ c¨®mo continuar¨¢ mi historia.
Esto lo dijo Graham Greene en una entrevista y parece copiado del Hemingway de The Paris Review. Pero hay tambi¨¦n variantes inteligentes, la de Lobo Antunes, por ejemplo:
-Entre mis trucos literarios: nunca dejar para el d¨ªa siguiente una frase terminada. Hay que dejarla a medias porque es m¨¢s f¨¢cil continuarla.
Una de las m¨¢s brillantes, pero tambi¨¦n m¨¢s famosas e imitadas entrevistas de The Paris Review es, sin duda, la de William Faulkner. Entre otras, hizo fortuna su famosa respuesta a la correspondiente pregunta sobre el horario y el lugar de trabajo: "El arte tampoco tiene nada que ver con el entorno; no le preocupa el lugar. El mejor empleo que me ofrecieron jam¨¢s fue el de patr¨®n de un burdel. En mi opini¨®n, es el ambiente perfecto para que un artista trabaje (...) El lugar est¨¢ tranquilo por la ma?ana, que son las mejores horas del d¨ªa para trabajar. Por la noche hay suficiente vida social".
Ning¨²n escritor sensato cree en las entrevistas. Nunca en ellas se dice la verdad, o bien se dice una sola vez esa verdad en la primera entrevista, y luego no se repite, porque cansa mucho tener que contestar siempre lo mismo a la misma pregunta, as¨ª que el escritor, para no aburrirse, suele dar diferentes respuestas a preguntas sobre su horario, sobre su m¨¦todo de trabajo, sobre su vocaci¨®n de novelista, sobre su vida al atardecer, etc¨¦tera.
?talo Calvino abord¨® muy bien este fen¨®meno del tedio que lleva a contestar de 10 maneras diferentes -a cual m¨¢s imaginativa- a la misma pregunta: "Prefiero no comentarme a m¨ª mismo. Adem¨¢s, no es seguro que el autor sepa m¨¢s de s¨ª mismo que el lector. Lo que cuenta es la obra... El interesado es siempre la fuente menos confiable. Los que hablan de s¨ª mismos mienten siempre. Yo, adem¨¢s, no repito nunca igual la misma historia dos veces seguidas, porque ser¨ªa muy aburrido. As¨ª que en m¨ª es mejor no confiar".
Precisamente de esa imposibilidad de confiar en lo que dicen los escritores en las entrevistas habl¨® John Updike a prop¨®sito de una que acababan de realizarle en The Paris Review. Para ¨¦l, las relaciones entre entrevistador y entrevistado ya estaban siempre tergiversadas desde el primer momento: "En cualquier entrevista uno termina por decir m¨¢s de lo que deseaba decir, o menos. Abandona uno el terreno que le es m¨¢s propio, el de la escritura, y se transforma en un charlat¨¢n cualquiera".
Esa sensaci¨®n de charlataner¨ªa es la que tiene todo escritor serio cuando publica un libro y dedica los meses siguientes a explicarlo en las entrevistas. Dec¨ªa, el otro d¨ªa, Jean Echenoz que un libro no se escribe para despu¨¦s hablar de ¨¦l, sino m¨¢s bien todo lo contrario, "para no tener que hablar, sobre todo para no tener que hablar".
Y ahora, ustedes me perdonar¨¢n, pero dej¨¦ ayer una frase de mi novela a medio escribir (porque ya sab¨ªa c¨®mo continuaba) y debo ahora volver a ella. Ya s¨¦ que esto no es una entrevista, pero aun as¨ª voy a cerrar el pico, fin de mi charlataner¨ªa.
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