Por sus obras los conocer¨¢n
No parece que en la sociedad valenciana haya muchos fil¨¢ntropos, gentes altruistas dispuestas a ceder generosamente una parte sustancial de su patrimonio a la Comunidad. En la cultura protestante, uno ha de demostrar con hechos y en vida que se ha ganado el reino de los cielos o el favor de Dios: la persona hecha a s¨ª misma crea una fundaci¨®n para patrocinar un modelo de conducta, el que le ha permitido prosperar. ?Por qu¨¦ esta diferencia? La respuesta es dif¨ªcil, pero sin duda algo tiene que ver el catolicismo. Para esta religi¨®n, el pecado no es determinante ni terminante. Al fin y al cabo, importa m¨¢s el prop¨®sito de enmienda que la enmienda en s¨ª: la confesi¨®n limpia conciencias y ensancha el ojo de la aguja, angosto orificio por el que pasa cualquier camello. Nada de lo hecho ser¨¢ imperdonable mientras haya un sacerdote que alivie el peso de la culpa y tramite el perd¨®n de los pecados.
Los ni?os hu¨¦rfanos ya no son el "objeto exclusivo e inmutable" que prefij¨® Romero
Hubo un tiempo, all¨¢ por el siglo XIX, en que las cosas eran distintas en Valencia, cuando los bienes p¨²blicos de hoy no exist¨ªan o cuando los derechos sociales (la sanidad, la educaci¨®n, etc¨¦tera) a¨²n eran inconcebibles. En la misma ciudad pod¨ªan darse la riqueza m¨¢s rumbosa y la miseria m¨¢s indecente, unas desigualdades bien visibles e insoportables. Los patricios de entonces, los prohombres que hab¨ªan hecho fortuna, se sent¨ªan obligados: contribu¨ªan con una parte de su erario, subviniendo a las necesidades de la plebe. Las clases obreras deb¨ªan ser contenidas, frenadas, controladas. Por ello, los notables m¨¢s o menos desprendidos creaban instituciones o las sufragaban con sustanciosos legados. Pero tambi¨¦n cubr¨ªan suscripciones para casos de emergencia: una inundaci¨®n, una epidemia o la desocupaci¨®n. En ocasiones, incluso, los magnates iban m¨¢s all¨¢, mostrando gran prodigalidad y dolor.
En Valencia hubo casos sonados. Por ejemplo, dos grandes comerciantes y banqueros, Juan Bautista Romero y Jos¨¦ Campo, instituyeron en la segunda mitad del Ochocientos sendos asilos para hu¨¦rfanos. Ambos burgueses hab¨ªan visto morir a sus descendientes en plena juventud y, por ello, la fundaci¨®n de estos albergues para ni?os era una declaraci¨®n de pesadumbre y de generosidad: sus techos podr¨ªan dar cobijo a pobres infantes. Jos¨¦ Campo, marqu¨¦s de Campo, lo dedic¨® a p¨¢rvulos y lactantes, de modo que en tiempos fue muy conocido por servir de socorro a los hijos de las cigarreras que hab¨ªan de ganarse el sustento en la F¨¢brica de Tabacos. All¨ª iban a darles el pecho y all¨ª los recog¨ªan al terminar la jornada. Al instituirlo, este pr¨®cer dej¨® se?alada su voluntad de que "si es posible, tenga una duraci¨®n indefinida o perpetua". A tal fin, nombr¨® e instituy¨® una Junta que "desde ahora y para siempre" estar¨ªa compuesta por el arzobispo, el alcalde y un heredero. Juan Bautista Romero, marqu¨¦s de San Juan, destin¨® el suyo a albergar y educar ni?os hu¨¦rfanos, fijando que fuera ¨¦ste el "objeto exclusivo e inmutable", y a?adiendo: "es mi voluntad que jam¨¢s el gobierno, autoridad alguna, ni otros que mis administradores o patronos del Asilo que nombrar¨¦ tenga intervenci¨®n alguna ni pueda apoderarse de aquel capital, valores, ni su renta, ni darles otro destino que el que aqu¨ª establezco". De lo contrario, todo se repartir¨ªa entre sus cinco sobrinos, cuyas respectivas ramas a¨²n subsisten.
Los ni?os hu¨¦rfanos ya no son el "objeto exclusivo e inmutable" que prefij¨® Romero. Los p¨¢rvulos "a cuya educaci¨®n est¨¢ destinado" el otro, el de Campo, han crecido y ya no corretean por sus aulas. La Fundaci¨®n Comunidad Valenciana Marqu¨¦s de Campo, bajo el amparo de la Generalitat, ha cambiado el objeto y dice dedicarse a "la educaci¨®n y ense?anza en cualquiera de sus modalidades y, en especial, la promoci¨®n, defensa y formaci¨®n de la familia". Ambos burgueses legaron a la ciudad dos magn¨ªficos edificios cercanos entre s¨ª, situados por la zona de la Beneficencia: dos prestigiosas instituciones asistenciales. Poco de eso queda hoy en d¨ªa. Resisten los inmuebles que, milagrosamente, no han ca¨ªdo v¨ªctimas de la especulaci¨®n edilicia, pero no se cumplen los objetivos que fijaron sus cl¨¢usulas. Repetimos: no se cumplen los objetivos que fijaron sus cl¨¢usulas: la ense?anza y la asistencia de pobres.
Sus aulas albergan hoy a estudiantes creciditos que pueden pagar unos estudios muy costosos: los que ofrece una Universidad privada, cat¨®lica. Los valencianos no se interrogan sobre este hecho. ?Acaso porque vivimos de espaldas a la historia, interesados s¨®lo por el oropel? Por lo que sabemos, pocos se preguntan por qu¨¦ esos dos magn¨ªficos asilos no est¨¢n ahora en manos de la ciudad o de sus herederos. Dispone de ellos el Arzobispado, que alberga all¨ª las aulas de su Universidad. ?Cu¨¢nto se abona en alquiler por dicho espacio? En el caso del Asilo de San Juan Bautista, ese destino parece contravenir expresamente los deseos de los fundadores, sustrayendo a la ciudadan¨ªa o a sus herederos lo que les corresponde. En el de Campo, otro tanto de lo mismo. Por supuesto, si alguien ha de apropiarse de instituciones como ¨¦stas, mejor que su destino sea la educaci¨®n. Pero en beneficio del com¨²n, no con ¨¢nimo de lucro, como sucede con este centro universitario privado. Aunque, bien mirado, tampoco es de extra?ar vistas la complicidad y la genuflexi¨®n de nuestros pol¨ªticos con las dignidades eclesi¨¢sticas.
La reapertura del Asilo de Campo se hizo en presencia de Francisco Camps, que con extra?a poes¨ªa y con humildad confesional declar¨® Valencia territorio cristiano. Es m¨¢s: hace poco, la Universidad de San Vicente M¨¢rtir nombr¨® doctor honoris causa al Cardenal Ca?izares, que recibi¨® tal distinci¨®n en el Palau de les Arts. Ignoramos el dineral que cost¨® disfrutar de tan magno espacio, pero sabemos que acudi¨® el Molt Honorable President de la Generalitat, la no menos distinguida Presidenta de les Corts y un par de Consejeros del Gobierno auton¨®mico, am¨¦n del l¨ªder de la oposici¨®n y otras muchas personalidades. Ca?izares tron¨® contra el laicismo, anunciando un Apocalipsis particular con la anuencia c¨®mplice de las autoridades.
Qu¨¦ diferencia. Tiempo atr¨¢s, cuando la Universitat de Val¨¨ncia concedi¨® ese mismo rango al destacado cient¨ªfico Richard Dawkins, ?qui¨¦nes creen que acudieron? Nuestro director general de Pol¨ªtica Cient¨ªfica, Vicente Bellver, el del Consell Valenci¨¤ de Cultura, Santiago Grisolia, y el ex presidente Joan Lerma. Camps y su Gobierno no se sintieron directamente implicados, quiz¨¢ porque Dawkins es un brillante et¨®logo, un te¨®rico darwinista y un apasionado defensor de la ciencia y el racionalismo. Por sus obras cient¨ªficas lo conocer¨¢n. Nuestros gobernantes, ay, parecen preferir la fe, la confesi¨®n y el Apocalipsis que anuncian los cl¨¦rigos.
Por sus buenas obras... edilicias los conocer¨¢n.
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