La lluvia bendice a la Real

Fue como agua bendita. A veces, el f¨²tbol se alimenta de lo accesorio para bien, de unos, o mal, de otros. Y a veces pasa en pocos minutos, de forma sorprendente, imprevisible. Como la vida. Por ejemplo, que la Real, acongojada por la peligrosidad, m¨¢s que la insistencia, del Almer¨ªa, se encuentre con un gol de Ansotegi, proveniente de un fuera de juego de Tamudo que el asistente no vio. Y, adem¨¢s, que eso ocurra al borde del descanso, despu¨¦s de que Ulloa hubiera mandado al poste un mano a mano con Bravo o de que a Piatti, una pesadilla, le sobrara siempre una d¨¦cima de segundo en cada decisi¨®n de disparar a porter¨ªa. Y que, logrado el gol, durante el descanso, el cielo de San Sebasti¨¢n arrojara agua y m¨¢s agua, como si las nubes se hubieran puesto a dieta y les sobrara media vida. Despu¨¦s no se jug¨®. Los charcos son al f¨²tbol lo que el viento a los toros. Un rollo. Y el Almer¨ªa no estaba para rollos. Ni ten¨ªa chanclas.