La batalla por la Liberaci¨®n
La lucha entre partidarios y detractores de Mubarak por el control de la c¨¦ntrica plaza cairota se ha convertido en un s¨ªmbolo de la revuelta
En la plaza de Tahrir (Liberaci¨®n) confluyen algunas de las principales v¨ªas de El Cairo. Una amalgama de plazuelas y jardines se superponen con las calzadas formando un caos que hasta hace 10 d¨ªas era imposible cruzar sin jugarse la vida, debido a la densidad del tr¨¢fico y la falta de inter¨¦s que los egipcios tienen por la seguridad vial.
Estos d¨ªas no hay tr¨¢fico pero es a¨²n m¨¢s peligroso cruzarla. En la desembocadura del puente de Kasr el Nil, rematado por imponentes leones de bronce sin bigotes (su escultor se suicid¨® al darse cuenta del olvido), empez¨® la revoluci¨®n egipcia hace 10 d¨ªas.
All¨ª la polic¨ªa dio los primeros t¨ªmidos palos a los manifestantes. Hoy se ha convertido en el principal acceso a un fuerte defendido a sangre y fuego por quienes protestan contra la dictadura de Hosni Mubarak.
Las barricadas ocupan el recinto y el suelo est¨¢ manchado de sangre
Ha habido ya un martes de la ira, un viernes de la c¨®lera y el mi¨¦rcoles podr¨ªa ser recordado como el mi¨¦rcoles de la sangre. La plaza es un clamor d¨ªa y noche que se oye desde muy lejos. Se ha convertido en un simb¨®lico coraz¨®n que se alimenta del ox¨ªgeno de los que gritan contra el r¨¦gimen y por la democracia. Mantener la plaza es mantener el fuerte. Ganar Tahrir es ya sin¨®nimo de victoria. Los Oficiales Libres, los militares que acabaron con la monarqu¨ªa en 1952, la bautizaron con su actual nombre, plaza de la Liberaci¨®n.
Dos d¨¦cadas despu¨¦s el pueblo la reclamaba para s¨ª, en las revueltas del pan de 1977. En ella se encuentran algunos de los s¨ªmbolos de Egipto, de su herencia y de sus ra¨ªces, como el Museo de Antig¨¹edades, en el que reposan los restos momificados de Ramses II, el tesoro de Tutankam¨®n o cientos de papiros. El mismo que protegieron los manifestantes con sus cuerpos durante varios d¨ªas para evitar que sufriera da?o alguno. Tambi¨¦n la Liga ?rabe y la sede del gobernante Partido Nacional Democr¨¢tico, que se ha visto reducida a cenizas. En un extremo, mirando al norte, se encuentra la Mogamma, la sede de los ministerios. Un edificio ca¨®tico y singular de oficinas donde lo mismo pasean gatos que duermen mendigos. All¨ª vivi¨® una familia durante un a?o entero, antes de que los funcionarios se percataran de su presencia.
Los jardines frente a esa inmensa mole de cemento han sido testigos de la lluvia de piedras que cruzaron polic¨ªas y manifestantes. Tambi¨¦n de los disparos y de los atropellos de los antidisturbios que llegaron despu¨¦s de que, emocionados, hubieran gritado su himno nacional en respuesta a los gases lacrim¨®genos, el agua a presi¨®n y los proyectiles de goma.
Ahora, en su escaso c¨¦sped, se tumban a descansar los apaleados por los matones enviados por el Gobierno para reventar la pac¨ªfica manifestaci¨®n que discurr¨ªa entre sus palmeras con gritos y consignas hasta el mi¨¦rcoles.
Pocos se paran a ver la hermosa luz naranja que cae al atardecer sobre los edificios que se abren al centro moderno de la ciudad. Una luz que enciende los tonos tierra de los muros y de la que disfrutaban limpiabotas y kioskeros, aguadores o taxistas con un pitillo en los labios, un t¨¦ o una shisha (narguile) mientras la sombra de las farolas se alargaba hasta sus pies.
Los que mantienen el fuerte de Tahrir con una barricada hecha de metales de una obra de la misma plaza, los que amontonan piedras y buscan tablones bajo los que protegerse de las piedras, los machetes y los palos no tienen tiempo de ver que el sol cae por d¨¦cimo d¨ªa en Tahrir. El suelo est¨¢ manchado de sangre y sus cabezas cubiertas con vendas y cicatrices. El vicepresidente Suleim¨¢n ha argumentado que no puede haber reformas sin Parlamento, y ellos quieren uno limpio y no manchado por el fraude.
Casi 20.000 egipcios, hombres, mujeres y ni?os, siguen tras la baliza aguantando la presi¨®n del otro lado, los insultos y las piedras. Si aguantan esta noche, la plaza ser¨¢ suya y, tal vez ma?ana, el fin de Hosni Mubarak est¨¦ un poco m¨¢s cerca.
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