Merkel en Madrid
La canciller acierta al pedir m¨¢s control del gasto; y su apoyo a Zapatero no es simple protocolo
La canciller alemana Angela Merkel ha llegado a Madrid con un abanico de prop¨®sitos cuya importancia ser¨ªa imprudente trivializar. En primer lugar, es una visita que pretende certificar sobre el terreno el estado de las reformas econ¨®micas del Gobierno espa?ol, el quicio fundamental para la estabilidad del euro en estos tiempos de agitaci¨®n financiera, la ¨²ltima de las cuales, la de las pensiones, se firm¨® en La Moncloa el mi¨¦rcoles. El resultado de la ronda comprobatoria, algo m¨¢s que un examen de rutina habida cuenta de que la canciller aterriz¨® con un amplio repertorio de su equipo ministerial, parece haber sido satisfactorio. Merkel ha hecho p¨²blicas sus felicitaciones (de las que cabe esperar que tomen nota los mercados) por "las importantes reformas" espa?olas; felicitaci¨®n que, sumada a la de Sarkozy y a la de Van Rompuy, se parecen a los bondadosos est¨ªmulos que suelen prodigar los profesores a los alumnos menos aplicados.
Pero hay m¨¢s. No hay que olvidar que una parte del sistema financiero, las cajas, est¨¢ a la espera de capital para sanear de una vez por todas sus balances. Y, adem¨¢s, la canciller tiene un esquema fijo (algunos dicen que obsesivo) sobre la estabilidad financiera europea y quiere sondear cu¨¢les son las posibilidades de que Europa adopte ese plan. Parte de ese esquema es correcto, porque impone cambios y planes de austeridad que convienen para combatir la recesi¨®n. Por ejemplo, limitar los d¨¦ficits de los Estados (y de las comunidades aut¨®nomas all¨¢ donde las haya) es una propuesta que cualquier Gobierno sensato adoptar¨ªa, con mayor raz¨®n si est¨¢ ligado a una moneda com¨²n; reformar el sistema financiero es imprescindible, para evitar perturbaciones en la eurozona y para que las empresas espa?olas sobrevivan; y la reforma laboral limitar¨¢ los efectos inflacionistas durante la recuperaci¨®n. Hasta aqu¨ª, el esquema Merkel solo merece aprobaci¨®n; que se convertir¨ªa en entusiasmo si abandonase la terca oposici¨®n a los eurobonos.
Pero otras propuestas de Merkel, que rebasan los l¨ªmites de la coordinaci¨®n econ¨®mica y la homogeneidad fiscal, pueden resultar m¨¢s discutibles. Es el caso de su proyecto, descartado cort¨¦smente por el Gobierno espa?ol, los empresarios y los sindicatos, de desligar los aumentos salariales de la inflaci¨®n como una de las condiciones para aprobar la ampliaci¨®n del Fondo de Rescate europeo. La econom¨ªa espa?ola necesita cambiar su patr¨®n de crecimiento; ahorrar m¨¢s y aumentar la productividad. Para ello se necesitan muchos cambios, y tambi¨¦n discutir lo que Merkel propone. Pero al final, cada pa¨ªs debe elegir su propia f¨®rmula para mejorar la productividad. Espa?a ha elegido subir la productividad mejorando la educaci¨®n, aumentando el capital tecnol¨®gico y las infraestructuras. Algo que Alemania hizo en la d¨¦cada de los sesenta. De momento, aunque indexados al IPC, los salarios en Espa?a han crecido durante 2010 por debajo de la inflaci¨®n. Pero no ha sido siempre as¨ª. Ni nadie asegura que siga as¨ª siempre.
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