Nuez
En una carta fechada el 17 de agosto de 1952 y dirigida a su cu?ado Jean Crotti (1878-1958), pintor de vanguardia ansioso por reencontrar el recto camino de la modernidad o, cuanto menos, una explicaci¨®n consoladora para el desafecto p¨²blico, un Marcel Duchamp (1887-1968) ya a?oso, pues contaba a la saz¨®n 65 de edad, aunque 9 a?os m¨¢s joven que su acomplejado corresponsal, tuvo a bien cantarle las cuarenta peque?as verdades del arte contempor¨¢neo, como s¨®lo pod¨ªa hacerlo ¨¦l, sin duda, su mejor representante en el siglo XX.
Como quien dice, en dicha misiva, publicada ahora en la perfecta antolog¨ªa de su correspondencia realizada por Andr¨¦ Gervais, reci¨¦n editada en castellano con el t¨ªtulo Marcel Duchamp. Cartas sobre el arte: 1916-1956 (Elba), no dej¨® t¨ªtere con cabeza. Por de pronto, antes de adentrarse en materia, Duchamp comparaba a los artistas de cualquier edad con los "jugadores de Montecarlo", cuya ciega ruleta recompensa a unos y arruina a los dem¨¢s, para, a continuaci¨®n, calificar el ¨¦xito bajo el ¨²nico rasero de una aleatoria e infundada adhesi¨®n del p¨²blico, que, de esta manera, hace provisionalmente rentable un malentendido.
As¨ª hab¨ªa ocurrido desde que el arte fue arte, pero, seg¨²n afirmaba Duchamp un poco despu¨¦s, el asunto se agrav¨® en el siglo XX, con la democratizaci¨®n de la vanguardia, articulada mediante los museos de arte moderno, que hac¨ªa met¨®dicamente desaparecer por completo el "perfume original" de una obra, en el caso excepcional de que ¨¦sta lo hubiese tenido alguna vez, no restando de ella, en cualquier caso, sino "una nuez seca clasificada por los historiadores en el cap¨ªtulo historia del arte". Es cierto, reconoc¨ªa, que, en su opini¨®n, la ¨²nica salvaci¨®n era el esoterismo, si bien "desde hace sesenta a?os asistimos a la exposici¨®n p¨²blica de nuestros cojones y nuestras tempradas m¨²ltiples". No es extra?o que, al final de su desalentadora respuesta a Crotti, le aconsejase, por tanto, con la muy sensata receta proverbial: "Haz menos autoan¨¢lisis y trabaja con placer sin preocuparte de las opiniones, la tuya o la de los dem¨¢s".
Hijo de un notario de provincias y hermano de otros dos grandes artistas de vanguardia, el pintor Jacques Villon (1875-1963) y el escultor Raymond Duchamp-Villon (1876-1918), adem¨¢s de su parentesco pol¨ªtico antes consignado, Marcel Duchamp, dotado con una inteligencia fuera de lo com¨²n, un aspecto f¨ªsico muy atractivo y una hechura moral de dandy antiguo, le bast¨® inventarse el ready-made para hacerse un lugar en la historia, al menos con un perfume a nuez moscada, que todav¨ªa nos hace estornudar.
Entre la ingente bibliograf¨ªa generada por este hombre tan lac¨®nico se ha publicado tambi¨¦n, hace poco, la versi¨®n castellana de la inconclusa biograf¨ªa novelada por su amigo Henri-Pierre Roch¨¦, Victor (Duchamp) (?rdora), donde un esp¨ªritu af¨ªn recrea el irresistible encanto de este ser refractario, cuyo poder consist¨ªa en sentirse prescindible y, por tanto, prescindir de todo. Casi lo logr¨® en vida, pero, ?ay!, por el momento, no se ha librado de la posteridad. ?Qui¨¦n se lo habr¨ªa dicho!
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