Rub¨¦n deja cabos sueltos
El silencio del detenido por el crimen de Arriate impide el cierre del caso
Rub¨¦n V., el adolescente de Arriate (M¨¢laga) que supuestamente acab¨® con la vida de la ni?a Mar¨ªa Esther, de 13 a?os, propin¨¢ndole varios golpes con una piedra en la cabeza, se ha encerrado en un espeso silencio. La negativa del menor -cumple 18 a?os en diciembre- a prestar declaraci¨®n ni ante la Guardia Civil ni ante la fiscal¨ªa, impide cerrar definitivamente un caso que ha situado al tranquilo pueblo serrano en la n¨®mina de las localidades marcadas por tragedia.
La participaci¨®n de Rub¨¦n V. en el crimen parece fuera de toda duda. Los restos de su ADN aparecieron en el arma homicida, que tambi¨¦n ten¨ªa manchas de sangre de la ni?a. Sin embargo, solo ¨¦l puede aclarar algunos puntos todav¨ªa oscuros de la investigaci¨®n, que contin¨²a bajo secreto sumarial. El silencio del supuesto asesino deja abierta la posibilidad de que hayan participado otras personas en el crimen, como intuyen algunos investigadores, y mantiene en una inc¨®gnita los motivos de la muerte.
Los amigos del joven le preguntaron si era el culpable, pero ¨¦l siempre lo neg¨®
El recuerdo de Mar¨ªa Esther est¨¢ demasiado presente en Arriate. Las reuniones con los amigos en la parada de autobuses, los viajes al c¨ªber a comprar chucher¨ªas, su candidez... La familia de la menor asesinada ha decidido dejar el pueblo donde se instalaron hace cuatro a?os, aunque han pedido p¨²blicamente que dejen tranquila a la familia del joven. "Ellos no tienen la culpa", dice la madre.
Ambos menores se conoc¨ªan y acud¨ªan al mismo instituto, el Escultor Higuero Mar¨ªn, pero no pertenec¨ªan al mismo grupo de amigos. La hip¨®tesis que cobra m¨¢s fuerza es que Rub¨¦n se citara con Mar¨ªa Esther en la caseta que los adolescentes de la zona utilizaban para sus encuentros amorosos, y que, por motivos que no han trascendido, discutieran. El cad¨¢ver de la ni?a fue hallado en ese habit¨¢culo. La Guardia Civil ha tardado 15 d¨ªas en solicitar al juez su detenci¨®n. Aunque al principio se lanzaron mensajes augurando una resoluci¨®n en horas, la investigaci¨®n se complic¨®. "Hay dos escenarios dif¨ªciles posibles: el primero, en el que el asesino es muy cerebral y ha limpiado cuidadosamente todo, entonces hay que trabajar mucho para sacar el m¨ªnimo resto. Y el segundo, en el que todo parece improvisado, y encuentras un reguero de pruebas sin sentido que hay que desmenuzar", explica una fuente del instituto armado. El caso de Mar¨ªa Esther era de los segundos.
En estas dos semanas los agentes del grupo de Homicidios de la Comandancia de M¨¢laga y de la Unidad Central Operativa (UCO), desplazados de Madrid, han estudiado al detalle el entorno de la v¨ªctima -amigos, familia, compa?eros de instituto- con el ADN como gran aliado. Reconstruyeron paso a paso cada uno de los lugares que visit¨® la tarde del 19 de enero. Su domicilio, la parada de autob¨²s, el gimnasio, la pizzer¨ªa en la que quer¨ªa celebrar su 14 cumplea?os. Un testigo asegur¨® que la vio subida a un todoterreno. Los padres hicieron p¨²blico que hab¨ªa recibido dos cartas amenazantes entre un mes y una semana antes de morir.
Los agentes interrogaron a m¨¢s de 30 personas, a las que tambi¨¦n pidieron una muestra de ADN. "En un pueblo tan peque?o, en el que hay mucha gente emparentada, es cuesti¨®n de tiempo que se encuentren coincidencias con las pruebas recogidas en el lugar donde apareci¨® la ni?a", explica un investigador.
En esas comparecencias, varios j¨®venes confesaron haber sustra¨ªdo unos ordenadores port¨¢tiles, escondidos en el caset¨®n donde fue hallada muerta Mar¨ªa Esther, porque supuestamente ten¨ªan miedo de que les relacionaran con su muerte.
El ADN de Rub¨¦n termin¨® encajando con las muestras que encontraron en el arma homicida, en la capucha de la sudadera que cubr¨ªa el cad¨¢ver de la ni?a, y en la puerta del caset¨®n. "Encontraron una coincidencia al 70% en una chica, hermana del menor, y esto les llev¨® hasta ¨¦l", apunta otra fuente. Tambi¨¦n ayudaron a estrechar el cerco sus contradicciones -Rub¨¦n lleg¨® a hablar hasta en tres ocasiones con los investigadores- y los testimonios de otros vecinos del pueblo, que detectaron un comportamiento poco habitual en el adolescente.
D¨ªas antes de su detenci¨®n, circul¨® el rumor de que Rub¨¦n era el sospechoso. Algunos amigos le preguntaron. Siempre lo neg¨®.
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