Un incendio que se extiende
El suicidio de Mohamed Buazizi fue la chispa. Pudo ser otra. Hab¨ªa tanta le?a y era tan seca que lo incomprensible es que el fuego no hubiera prendido antes. La hoguera inicial, en T¨²nez, ten¨ªa unas causas muy claras y se declar¨® en un territorio delimitado, sin papel estrat¨¦gico y sin centralidad en el mundo ¨¢rabe. Pero salt¨® enseguida a los pa¨ªses vecinos y sobre todo a Egipto, y la raz¨®n es muy sencilla: tambi¨¦n all¨ª hab¨ªa el mismo tipo de le?a seca, lista para arder, esperando la chispa.
Egipto es otro asunto. Su centralidad ¨¢rabe es absoluta. Su emplazamiento estrat¨¦gico tambi¨¦n. Sin contar con su papel como garante de la estabilidad. El fara¨®n que lo reg¨ªa desde hace 30 a?os estaba perfectamente seguro de sus alianzas. Con Israel: Netanyahu manten¨ªa con ¨¦l unas relaciones m¨¢s estrechas que con cualquier otro jefe de Estado del mundo. Con Estados Unidos: en el ¨¢lbum de fotos del egipcio est¨¢n todos los presidentes desde 1981, a cual m¨¢s deferente y afectuoso. Con la Uni¨®n Europea: este delincuente que ordena atacar a los periodistas es, junto a Nicolas Sarkozy, el copresidente de la Uni¨®n para el Mediterr¨¢neo, cuya secretar¨ªa tiene la sede en Barcelona.
El incendio se est¨¢ llevando por delante a reg¨ªmenes que tienen todos en com¨²n su odio jurado al Ir¨¢n de los fundamentalistas chiitas y su buena disposici¨®n a dejarse comprar por el dinero occidental para comportarse con relaci¨®n al terrorismo, el tr¨¢fico de droga, la inmigraci¨®n e incluso la causa palestina. En cada uno de estos cap¨ªtulos estos amigos tan poco recomendables han sabido utilizar los conflictos como un cuchillo de doble filo. Si desde Washington o desde Bruselas no se accede a sus chantajes, desde sus palacios cerrados se ordena abrir la espita de alguna de las ca?er¨ªas t¨®xicas. Los mujabarats, sus servicios secretos, se encargan del trabajo sucio, incluida la movilizaci¨®n callejera, como esta semana en El Cairo; mientras sus diplom¨¢ticos sonr¨ªen y negocian nuevas ayudas.
La le?a seca es, ante todo, una demograf¨ªa pujante y joven, pero sin otro horizonte que no sea el paro y la miseria. A ella se a?aden unas econom¨ªas sin resuello, incapaces de atrapar los retos de la modernidad y golpeadas por la crisis financiera, la ca¨ªda del turismo y el aumento de los precios de los alimentos, a excepci¨®n de los pa¨ªses con recursos energ¨¦ticos. Pero el impacto m¨¢s notable entre la poblaci¨®n joven es el de la globalizaci¨®n tecnol¨®gica y cultural, que les incorpora de pronto a la modernidad en las comunicaciones y les aleja del islamismo pol¨ªtico. Son nuestros vecinos, son como nosotros y no pueden seguir aguantando ni un d¨ªa m¨¢s que les limiten sus libertades y les arruinen la vida unos gendarmes corruptos que hemos puesto en sus casas para vigilarlos. El incendio no ha hecho m¨¢s que empezar.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.