Esforzarse vale la pena
Williams James, el patriarca de la psicolog¨ªa americana, se preguntaba ante el hecho cotidiano de levantarse cada d¨ªa por la ma?ana: ?C¨®mo lo conseguimos, si tenemos tantas razones para no hacerlo? Se sobrentiende que disponemos de un mecanismo irreductible al que llamamos "fuerza de voluntad" o, al menos, la suficiente automotivaci¨®n para no ceder a los impulsos de la pereza, la ociosidad o el sinsentido.
Sin embargo, como reflexiona el fil¨®sofo franc¨¦s Gilles Lipovetsky, nada es m¨¢s com¨²n cuando se habla del tercer milenio que evocar el hundimiento de la moral, la crisis de sentido y los valores, frente al nihilismo imperante. El valor del esfuerzo y la cultura del logro han pasado a mejor vida ante los cantos de sirena del hedonismo, la inmediatez y el carpe diem. El esfuerzo no est¨¢ de moda.
"Esos j¨®venes tachados de ins¨ªpidos y sin sangre en las venas ven en la generaci¨®n de sus padres un reflejo poco motivador""
Tampoco ha ayudado un sistema educativo que no aprieta las tuercas hasta llegado el bachillerato, algo tarde para aprender sobre el esfuerzo, o unas generaciones de padres y madres sobreprotectores que no han permitido que sus reto?os sufrieran la m¨¢s m¨ªnima frustraci¨®n. Hemos pasado de un extremo al otro. Quisimos dejar atr¨¢s la obediencia al deber, el esfuerzo sacrificado por una amorosa pasividad; un laissez-faire consentido; una mal entendida benevolencia que ha debilitado los l¨ªmites correspondientes. Tal vez ha llegado la hora del camino de en medio, el camino justo.
Valores en alza
A nadie le faltan fuerzas; lo que a much¨ªsimos les falta es voluntad (Victor Hugo)
La reivindicaci¨®n del esfuerzo est¨¢ en boca de todo el mundo, en parte como consecuencia de la crisis. Los tiempos l¨ªquidos y vac¨ªos de los que venimos necesitan encontrar refugio e inspiraci¨®n en la responsabilidad moral de cada uno. Einstein ya proclam¨® que el esfuerzo por despertar dicha responsabilidad era la mejor contribuci¨®n para la colectividad. Revalorizar el esfuerzo es cosa de todos.
No obstante, ?qu¨¦ modelo de esfuerzo se propone? Esos j¨®venes tachados de ins¨ªpidos, desconectados y sin sangre en las venas ven en la generaci¨®n de sus padres un reflejo poco motivador: todo el d¨ªa con la lengua fuera, estresados, con familias desestructuradas, entregados al consumo masivo y a las pastillas para poder dormir, mucha apariencia y l¨ªmites indefinidos. ?Es ese el ejemplo a seguir? ?Lo son esos chicos excepcionales, que han logrado cimas mundiales en sus disciplinas con esfuerzo incuestionable? Si el espejo es la excepcionalidad y la alta competici¨®n, alimentamos una cultura dividida entre titanes y mortales frustrados.
'Ni ni', 'Ni no', Ni n¨¢'
La indiferencia hace sabios, y la insensibilidad, monstruos (Diderot)
Un 15% de la poblaci¨®n joven de este pa¨ªs pertenece a los conocidos como ni-ni (ni estudian ni trabajan). Es una cifra suficientemente alarmante para creer que sea un problema de cuatro vagos y bohemios o de algunos padres con flojera autoritaria. Estamos ante un fallo serio en el sistema de motivaci¨®n. Tanto es as¨ª, que en muchas casas el peor de los castigos deja a muchos j¨®venes igual de indiferentes. Hay padres que han renunciado a serlo. Tambi¨¦n existe un sistema, demasiado burocratizado, que estigmatiza muy pronto a los diferentes. El resultado final es lo que m¨¢s duele: la insensible indiferencia.
Vamos a tener que hacer un esfuerzo todos juntos para recuperar dos valores esenciales: la compasi¨®n y la educaci¨®n. Si seguimos cayendo en la indiferencia y a¨²n m¨¢s en la insensibilidad, estamos perdidos. Por eso cabe educar, ya desde peque?os, en el manejo de la incertidumbre, en la frustraci¨®n, en el control de la impulsividad. Hay que recuperar la creatividad, la capacidad de hacer cosas divertidas con recursos sencillos, pero sobre todo juntos. El sentido de pertenencia es b¨¢sico para nuestra construcci¨®n personal y social, por lo que duele observar lo desconectados que a veces vivimos de los dem¨¢s. Falta m¨¢s sentido de comunidad.
Cuando la conducta est¨¢ motivada, hay esfuerzo. No es que falte capacidad para esforzarse, sino encontrar la pasi¨®n, como dir¨ªa Ken Robinson, el elemento que motive nuestra acci¨®n. Hay muchos por revalorizar hoy d¨ªa: el respeto, el civismo, la escucha, la libertad responsable, la transparencia y la autenticidad, la voluntad de servicio. El esfuerzo es solo la energ¨ªa que estamos dispuestos a invertir y la orientaci¨®n o meta seleccionada.
Del logro a la competencia
De la igualdad de habilidades surge la igualdad de esperanzas en el logro de nuestros fines (Thomas Hobbes)
Probablemente haya acuerdo en la necesidad de fortalecer la voluntad y la conducta motivada. Sabemos que nos motivan nuestros deseos y necesidades, b¨¢sicamente poder (control e influencia), logro (orgullo) y filiaci¨®n (pertenencia al grupo). La psic¨®loga Beatriz Valderrama ha creado una rueda de motivos, intr¨ªnsecos y extr¨ªnsecos, en los que tambi¨¦n incluye autonom¨ªa, cooperaci¨®n, hedonismo, seguridad, conservaci¨®n, exploraci¨®n y contribuci¨®n.
Ante nuestros prop¨®sitos funcionamos de una manera curiosa: valoramos la expectativa sobre el logro, o sea, analizamos recursos y habilidades de las que disponemos y la probabilidad subjetiva de ¨¦xito. Manejamos una tr¨ªada (deseo o necesidad, valor y expectativa) con diferentes posibilidades. A mayor valor y expectativa de ¨¦xito, habr¨¢ conducta motivada. Al contrario, se evitar¨¢ la acci¨®n. La clave se encuentra en la fuerza del deseo o de la necesidad y en la percepci¨®n de nuestra autoeficacia. Parece que manejamos mejor las metas que tienen un car¨¢cter espec¨ªfico, a corto plazo y que provocan un desaf¨ªo asumible.
Hoy se suele hablar m¨¢s de competencia que de logro. Los grandes motivadores actuales son aquellas metas orientadas hacia uno mismo (aprendizaje, competencia o mejora personal), as¨ª como las metas de resultado o rendimiento. Nos gusta ser competentes porque engloba m¨¢s el desarrollo pleno de nuestro potencial, nuestro bienestar (emociones positivas, optimismo, autoestima). Por el contrario, las personas con sensaci¨®n de competencia m¨¢s baja, como ocurre con muchos de nuestros jovenzuelos, digieren peor los fracasos, caen f¨¢cilmente en el agobio y la desesperanza.
Lipovetsky, con el que empezamos, arroja un hilo de confianza: no estamos en el grado cero de los valores. Compartimos prop¨®sitos comunes y se mantiene el sentido de la indignaci¨®n moral, el progreso del voluntariado y de las asociaciones, la lucha contra la corrupci¨®n, la adhesi¨®n de las masas a favor de la tolerancia, la reflexi¨®n bio¨¦tica, los movimientos filantr¨®picos, las fuertes protestas que denuncian la violencia sufrida por los ni?os y los inmigrantes. A?adamos a esos prop¨®sitos compartidos la revalorizaci¨®n del esfuerzo, entendido como la voluntad de sostener una responsabilidad moral que favorezca nuestra existencia, la de los dem¨¢s y la del medio en el que vivimos.
ENCONTRAR INSPIRACI?N
1. Libros
- 'Los tiempos hipermodernos', de Gilles Lipovetsky. Anagrama. 2006.
- 'Motivaci¨®n inteligente', de Beatriz Valderrama. Prentice Hill de Pearson. 2010.
- 'Motivaci¨®n y emoci¨®n', de Francisco Palmero y Francisco Mart¨ªnez S¨¢nchez (coordinadores). McGraw-Hill. 2009.
2. Pel¨ªculas
- 'Carros de fuego', de Hugh Hudson. 1981.
- 'Descubriendo a Forrester', de Gus van Sant. 2000.
- 'Forrest Gump', de Robert Zemeckis. 1994.
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