Una milagrosa explosi¨®n de hormonas
Aunque hab¨ªa nacido en Roma, en 1934, Sof¨ªa Villani Scicolone ven¨ªa del ambiente pastoso de Pozzuoli, de cerca de N¨¢poles, donde se cri¨® de ni?a. Primero fue el terror a la oscuridad que preced¨ªa?al sonido de las bombas; luego, terminada la guerra, el fantasma del?hambre y la miseria que se estableci¨® entre los gritos de las mammas por los patios de luces y de los vendedores en el mercado, el estruendo de escapes de motocicleta, la m¨²sica de tarantelas, funicul¨ª funicul¨¢, el milagro de la sangre de san Jenaro que se licuaba cada a?o y el celo de los machos que desde la acera con la espalda en la pared segu¨ªan con la mirada pegajosa el culo de las chicas hasta que doblaban la esquina.
Su t¨ªa la llevaba al cine, donde Rita Hayworth y Cary Grant alimentaron sus sue?os
Ser artista consist¨ªa en ganarse el pan, pasando por todas las humillaciones consabidas
Los marines reci¨¦n desembarcados repart¨ªan chocolatinas a los ni?os desde lo alto de los carros de combate y algunas madres ofrec¨ªan a sus hijas adolescentes a los soldados norteamericanos a cambio de un kilo de pan. Sof¨ªa Villani hab¨ªa crecido bajo el bombardeo en un tiempo canalla de h¨¦roes y escombros, pero las banderas m¨¢s patri¨®ticas del sur de Italia, reci¨¦n liberado, segu¨ªan siendo los calzoncillos, bragas, sostenes, pa?ales, pantalones y camisas que colgaban de la trama de cuerdas tendidas entre los balcones del laberinto de calles napolitanas a cuya sombra esta criatura desgarbada y de piernas largas abri¨® los ojos desvalidos al resto de los sentidos. Solo hab¨ªa una salida. Su t¨ªa la llevaba al cine desde la primera sesi¨®n hasta la ¨²ltima, donde Rita Hayworth e Yvonne de Carlo, Charlot y Cary Grant, a falta de pan, alimentaron sus sue?os, de los que ya nunca se recuper¨®.
De?pronto, a los trece a?os sus hormonas hicieron explosi¨®n y le fabricaron un cuerpo poderoso de mujer con un alma igual de fuerte, debido a las tragedias que hab¨ªa vivido de cerca. Esta experiencia gener¨® el rasgo fundamental de su car¨¢cter. Desde entonces fue esa chica que en el cine a ning¨²n productor, polic¨ªa malo, detective costroso, g¨¢nster o mafioso se le ocurrir¨ªa nunca llamarla mu?eca o nena, como suced¨ªa con otras estrellas del tama?o de Marilyn Monroe o Lauren Bacall, sin exponerse a que le arrojara el plato de espaguetis a la cara.
Su madre, Romilda, casada con el ingeniero Scicolone, que la hab¨ªa embarazado dos veces sin llevarla al altar, se ganaba la vida tocando el piano y resarc¨ªa sus sue?os de artista en papeles de poca monta. Romilda llevaba a su hija all¨ª donde pudiera sacar las plumas, a concursos de belleza, a la cola de los extras de pel¨ªculas, a las oficinas de modelos para fotonovelas sin separarse nunca de ella, no fuera a comerse alg¨²n lobo a su caperucita. Uno de los primeros trabajos de Sof¨ªa en el cine fue de esclava romana en Quo vadis, pero su gran papel lo desarroll¨® en un concurso de belleza donde enamor¨® al mandam¨¢s de la industria cinematogr¨¢fica italiana Carlo Ponti, un hombre de la misma edad que su madre, que fue para ella padre, hermano, amigo, amante y marido, con el que se cas¨® en 1957 a los 23 a?os, le dio dos hijos y logr¨® retenerlo hasta el final de su vida como esposa sumisa, incluso despu¨¦s de hacerle b¨ªgamo, meterlo en pleitos para anular el matrimonio, volverse a casar y tener que huir juntos de Italia.
Ante todo, ser artista consist¨ªa en ganarse el pan, pasando por todas la humillaciones consabidas. Comenz¨® entonces a ser Sof¨ªa Loren, al principio una actriz un poco caballona, sin desbravar, toda exterior, la boca grande, los pechos desbridados, con aire arrabalero de cantarle las cuarenta al m¨¢s pintado, pero en el fondo nadie sab¨ªa, ni siquiera Carlo Ponti, si no se trataba todav¨ªa de una chica italiana que prefer¨ªa hacerle una buena pasta a su marido para tenerle trincado por el est¨®mago a la antigua usanza m¨¢s que triunfar en la pantalla hasta convertirse en una diva. En aquel tiempo, reci¨¦n terminado el neorrealismo con todas las lacras de posguerra que retrataron Vittorio de Sica y Roberto Rossellini, el soplo de humor y sarcasmo de la comedia italiana inund¨® todas las pantallas. Renato Carosone cantaba Tu vuo' fa' l'americano, Domenico Modugno y Claudio Villa ganaban siempre el Festival de San Remo, por todas las radios se o¨ªan las canciones Volare o Come prima, y Gina Lollobrigida era el icono er¨®tico de Italia, pero en mitad de los a?os cincuenta Sof¨ªa Loren comenz¨® a disputarle el primer puesto en el inconsciente? masculino, de modo que los espectadores se dividieron en dos, los que estaban decididos a ir al fin del mundo con la Gina y los que no dudaban en ir con la Loren hasta el mismo infierno, que suele estar m¨¢s all¨¢. No era tan tr¨¢gica y racial como Ana Magnani, pero era m¨¢s intensa que las bellezas oficiales del momento, Claudia Cardinale, la?Pampanini o Silvana Mangano, y parec¨ªa oler a pan de pueblo reci¨¦n horneado.
La revelaci¨®n se produjo en 1960 con la pel¨ªcula Dos mujeres, dirigida por Vittorio de Sica, sobre un relato?de Alberto Moravia. Encarnaba a una madre violada junto con su hija durante la guerra. No le fue dif¨ªcil solaparse en esas vidas. Tragedias como esa las hab¨ªa presenciado ella despu¨¦s del desembarco de los aliados en N¨¢poles. Gan¨® los premios a la mejor actriz en Cannes, en Berl¨ªn, en Venecia, y el primer Oscar que se concedi¨® a una actuaci¨®n no hablada en ingl¨¦s. Y a partir de este ¨¦xito, Sof¨ªa Loren produjo una segunda explosi¨®n al inicio de los a?os sesenta.
El mundo estaba cambiando seg¨²n ronroneaba con voz de nariz Bob Dylan; los hermanos Kennedy copulaban en los ascensores con actrices de Hollywood, aunque entonces a¨²n era de buen gusto no publicarlo; Martin Luther King ten¨ªa un sue?o para los negros americanos; la generaci¨®n beat se pon¨ªa ciega con el LSD; en las comunas, el nuevo incienso era el humo de marihuana; cantaban los Beatles; la nouvelle vague, con Godard a la cabeza, daba paso a un cine de intelectuales de jersey negro de cuello alto y gafas de espesa montura de carey tambi¨¦n negro. En medio de este patio irrumpi¨® el desparpajo y la carne fresca de Sof¨ªa Loren en Matrimonio a la italiana, de Vittorio de Sica, con Marcello Mastroianni, una pareja que a partir de entonces fue casi inamovible. Juntos realizaron doce pel¨ªculas, hasta el punto de que el espectador ya no pod¨ªa pensar en una sin el otro. La gente los ve¨ªa como esposos, novios o amantes. Muchos se preguntaban si no habr¨ªa algo entre ellos despu¨¦s de verlos tanto tiempo de pareja en la pantalla. "Todos lo creen con tantas pel¨ªculas juntos, con ese entendimiento? Sin embargo, nada", coment¨® un d¨ªa Mastroianni. "Solo he sentido por ella un profundo afecto y ternura".
Esta segunda explosi¨®n se produjo en el interior de la artista y tuvo un efecto retardado, lento y creciente, hasta el punto de que no ha cesado hasta hoy. Fue la elegancia con que entr¨® Sof¨ªa en la madurez. Una de las ¨²ltimas pel¨ªculas que interpret¨® junto a Mastroianni fue Una jornada particular, de Ettore Scola, en 1977. Una madre de cuarenta a?os durante la visita de Hitler a Roma se queda sola en casa despu¨¦s de mandar a su esposo y a los hijos a la manifestaci¨®n. A trav¨¦s del patio de luces descubre a un hombre solitario que tambi¨¦n se ha quedado solo en el edificio vac¨ªo. Es un homosexual represaliado. Con el sonido de los c¨¢nticos fascistas al fondo, los dos personajes hablan, se descubren, permanecen unas horas juntos. El registro de matices para expresar la frustraci¨®n de la mujer madura alcanza en esta actriz un grado de talento tan elevado que a partir de esa pel¨ªcula Sof¨ªa Loren despert¨® una pasi¨®n colectiva por la que comenz¨® a ser amada por primera vez m¨¢s por su alma.
Siempre segura de s¨ª misma, a medias entre una languidez m¨®rbida y una voluntad f¨¦rrea, ha conseguido todo lo que se ha propuesto. Aquella adolescente casi analfabeta habla correctamente cuatro idiomas. No pod¨ªa tener hijos y los tuvo.?Parti¨® de cero y se convirti¨® en una estrella internacional. No perdi¨® la elegancia incluso cuando fue condenada a 18 d¨ªas de c¨¢rcel por evasi¨®n fiscal. En su momento fue definida como la actriz m¨¢s sexy del mundo y lo sigue siendo a su manera con la iron¨ªa suficiente para ponerse a salvo del rid¨ªculo convirtiendo el paso de los a?os sobre su cuerpo en una obra de arte. Su famoso strip-tease de la pel¨ªcula Ayer, hoy y ma?ana, de 1963, con Mastroianni, lo repiti¨® como una broma en Pr¨ºt-¨¤-porter, de Robert Altman, en 1994. Esta vez, con 60 a?os, Sof¨ªa Loren sale del cuarto de ba?o, llena de glamour, dispuesta para la danza de los siete velos, y comprueba que durante esta breve espera su amante se ha dormido en la cama con las gafas ca¨ªdas en la punta de la nariz. No importa. La vida a¨²n est¨¢ llena de sorpresas a los 76 a?os. Bastar¨¢ con vivir m¨¢s por dentro que por fuera y corresponder al amor de los espejos que te aman y?que se refleje en ellos cada arruga como una conquista del placer que se alcanz¨® un d¨ªa y no se ha olvidado.
Es el ¨²ltimo mito. Empez¨® a darse cuenta de que estaba viva en la oscuridad bajo el bombardeo del desembarco de los marines en N¨¢poles durante la guerra; al principio se sinti¨® sorprendida y despu¨¦s acept¨® con naturalidad que los t¨ªos en las calles de Pozzuoli le miraran el trasero y le silbaran desde los andamios hasta que la perd¨ªan de vista; como una mamma sofisticada y recia, hizo espaguetis con los que Carlo Ponti se chupaba los dedos; pas¨® por los brazos de todos los galanes posibles de la pantalla; se adoraron mutuamente ella y el bello Marcello; se convirti¨® en el sue?o imposible de media humanidad, y al final sigue enamorando al p¨²blico por el estilo de su alma que todav¨ªa se agita en un cuerpo espl¨¦ndido. A¨²n calla todo el mundo cuando Sof¨ªa Loren entra en un restaurante o en una discoteca. Y todo gracias a aquella lejana y milagrosa explosi¨®n de hormonas que un d¨ªa se produjo en las cercan¨ªas de N¨¢poles cuando cesaron las bombas.
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