"Con Mubarak vivimos mejor"
Empresarios y empleados del sector tur¨ªstico, que concentra el 11% de la riqueza de Egipto, rechazan una revuelta que deja sin visitantes las pir¨¢mides
La emoci¨®n que se vive estos d¨ªas en la plaza de la Liberaci¨®n, donde los manifestantes apuestan por un Egipto democr¨¢tico, contrasta con la desolaci¨®n que se percibe en el parque nacional de Gizeh, donde se levantan la esfinge y las pir¨¢mides de Keops, Kefr¨¦n y Micerinos. Descontentos con una revuelta que les ha dejado de brazos cruzados, de aqu¨ª partieron en camello o a caballo algunos de los defensores de Hosni Mubarak que la semana pasada reventaron con su violencia el pacifismo de la revuelta.
El Gobierno decret¨® el cierre de todos los lugares emblem¨¢ticos del turismo para protegerlos de actos vand¨¢licos, pero los empleados del sector hasta ahora m¨¢s boyante de la econom¨ªa egipcia culpan a los manifestantes. De ah¨ª que, a instancias del Ministerio del Interior -como sugieren algunas fuentes- o por su propia iniciativa varios empleados de Gizeh decidieran acudir en defensa de su presidente, como cuenta sin reparos Gamal. "?C¨®mo vamos a sobrevivir?", se pregunta. "Todo est¨¢ cerrado desde hace 14 d¨ªas. No entra ni una sola libra. No tenemos para comer, pero hay que seguir alimentado a los caballos y a los camellos. ?Qui¨¦n va a pagarlo?", se pregunta.
De Gizeh salieron en camello o a caballo hacia la ciudad los defensores del 'rais'
Gobierno decret¨® el cierre, pero los trabajadores culpan a los manifestantes
La revuelta est¨¢ costando a la econom¨ªa egipcia unos 250 millones de euros al d¨ªa, la mayor¨ªa de las p¨¦rdidas se atribuyen al sector tur¨ªstico que emplea en el pa¨ªs a una de cada ocho personas. Solo en el parque de Gizeh, hay una media de 5.000 turistas al d¨ªa y ahora es temporada alta, por lo que las p¨¦rdidas para los peque?os comercios son a¨²n mayores. La mayor¨ªa est¨¢n cerrados y los pocos que han abierto sus puertas, est¨¢n vac¨ªos. El descontento es a¨²n mayor cuando ven que los ¨²nicos que se acercan son periodistas "que no entienden nada de Egipto", dice el due?o de una tienda de papiros.
"Mubarak es un hombre bueno. Con ¨¦l vivimos muy bien. Acepta sobornos porque todos los gobernantes los aceptan en Egipto, en Espa?a y en Estados Unidos", dice Abdul, de 25 a?os, que baja del caballo y se pone violento cuando se le discute una opini¨®n.
En parecidos t¨¦rminos se expresa Abdul¨¢, de 22 a?os, que hace ya cinco que monta su camello por las pir¨¢mides. "Con Mubarak ten¨ªamos turistas de todas las nacionalidades, ahora ninguno", se lamenta.
Un taxista quiere mostrar tambi¨¦n en Gizeh a algunos de los que fueron la semana pasada a la plaza de la Liberaci¨®n, pero otros le recriminan el gesto de confianza con quienes luego "cuentan lo que quieren contra Egipto".
El aspecto del bullicioso mercado de Jan el Jalili es a¨²n peor. La casi totalidad de las tiendas est¨¢n cerradas. En la madrugada del viernes 28, al d¨ªa siguiente de que comenzaran las grandes manifestaciones, fueron asaltadas unas 35 joyer¨ªas del bazar.
Said Guzlan, de 57 a?os y propietario de seis joyer¨ªas, una de ellas en el bazar aunque "afortunadamente" no fue asaltada, es tambi¨¦n un claro defensor del r¨¦gimen. "Si Mubarak se va ser¨¢ un infierno. Debe quedarse por la seguridad de este pa¨ªs", comenta. "Los egipcios no sabemos lo que es democracia y, como estamos viendo, si se le da libertad a las masas no saben utilizarla. Los anteriores presidentes no permitieron la m¨¢s m¨ªnima protesta. Mubarak la permite y ?qu¨¦ tenemos?: destrozos, saqueos y asesinatos", afirma.
Shaggy Hatem, empleado de 28 a?os, la mitad de ellos en la joyer¨ªa de Guzlan, donde trabaja todo el d¨ªa por 1.600 libras egipcias al mes (200 euros) m¨¢s alg¨²n "bono por productividad", considera que los manifestantes ya han logrado la mayor¨ªa de lo que ped¨ªan y deber¨ªan de irse a sus casas ya. "Aunque sean un mill¨®n de personas, incluso dos millones, no pueden paralizar un pa¨ªs de 80 millones. Queremos trabajar; nos tienen que dejar", afirma.
Ayer volvieron a abrir los restaurantes de Jan el Jalili y algunas teter¨ªas donde los comerciantes comentan los acontecimientos, pero la depresi¨®n se hace patente en que no hay nadie fumando distendido una chicha (narguile o pipa de agua).
En la terraza de uno de los restaurantes hay sentadas un grupo de nueve coreanas bailarinas de la danza del vientre. Cuentan entre risas que llegaron el s¨¢bado 29 a un c¨¦ntrico hotel cercano al puente de Kasr al Nil, principal v¨ªa hacia la plaza de la Liberaci¨®n. "Nos dijeron que no pod¨ªamos salir del hotel. No funcionaba Internet. Ni los m¨®viles. Hemos estado encerradas hasta hoy y nos vamos ma?ana", dice una de ellas, cuando en ese momento se oyen unos disparos, todo el mundo corre y su int¨¦rprete las encierra r¨¢pidamente en el restaurante.
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