Democracia sin adjetivos
La huida de Ben Ali de T¨²nez, la revuelta en Egipto y el resto de movimientos de cambio en el mundo ¨¢rabe han desencadenado un coro de cr¨ªticas a la pol¨ªtica occidental. En T¨²nez el descr¨¦dito de Francia es absoluto; en las calles de El Cairo se apel¨® constantemente al Gobierno de Obama; en los medios de comunicaci¨®n ¨¢rabes e internacionales abundan las cr¨ªticas. Sin embargo, ser¨ªa apresurado a?adir esta primavera democr¨¢tica ¨¢rabe a la lista de pruebas del declive de Occidente en los asuntos mundiales. M¨¢s bien cabe interpretar estos eventos como lo contrario: una oportunidad de retomar la iniciativa apoyando la transici¨®n democr¨¢tica que ya ha empezado tras las revueltas en T¨²nez y que se perfila en Egipto e incluso en otros pa¨ªses, como Jordania.
Occidente queda menos tocado por las revueltas que otras potencias
Los pa¨ªses occidentales se equivocaron al no condicionar su pol¨ªtica hacia el mundo ¨¢rabe a la puesta en pr¨¢ctica de principios como el respeto de los derechos humanos y la democracia. Las revueltas ¨¢rabes no desacreditan estos principios universalistas, sino precisamente su abandono. Occidente queda menos tocado que las potencias asi¨¢ticas y euroasi¨¢ticas que tanto le han criticado y que hacen gala de una pol¨ªtica "pragm¨¢tica" y "libre de ideolog¨ªa" que no se fija en c¨®mo se gobierna cada pa¨ªs. Los mayores perdedores son aquellos que, como muchos gobernantes ¨¢rabes, presentaron la democracia como un invento propio de Occidente y no apto para sus sociedades.
No es Occidente quien censur¨® la palabra "Egipto" en sus buscadores de Internet, sino China. El embajador ruso en Naciones Unidas se apresur¨® a aclarar que las tareas de las que deber¨ªa ocuparse Naciones Unidas no incluyen "meter el dedo en el ojo de los l¨ªderes de otros pa¨ªses". No solo son reg¨ªmenes m¨¢s o menos dictatoriales los que piensan de este modo: en la misma l¨ªnea argumentaba el general indio que declar¨® que su pa¨ªs debe ser miembro permanente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para detener su creciente tendencia a inmiscuirse en los asuntos internos. Ni India ni tampoco Sud¨¢frica tan siquiera mencionan la democracia en sus declaraciones sobre Egipto. Israel, tan aficionada a contraponer su modelo democr¨¢tico al autoritarismo de sus vecinos ¨¢rabes, se ha apresurado a defender el r¨¦gimen de Mubarak por miedo a un Egipto m¨¢s libre pero m¨¢s hostil.
Otras potencias democr¨¢ticas han tenido mejores reflejos. Indonesia y Brasil, dos pa¨ªses m¨¢s proclives a defender la democracia en su entorno que los anteriores, han mencionado la necesidad de democracia en sus declaraciones sobre Egipto. Brasil consolida as¨ª el cambio de postura desde la total transigencia con los reg¨ªmenes autoritarios de Lula a la mayor exigencia demostrada por Dilma Rousseff, empezando por Ir¨¢n. El cambio de postura m¨¢s espectacular fue el del primer ministro turco Erdogan, quien, despu¨¦s de a?os departiendo con soltura con todas las tiran¨ªas de la zona, de Sud¨¢n a Ir¨¢n, de Arabia Saud¨ª a Siria, acaba de redescubrir su vocaci¨®n democr¨¢tica en pol¨ªtica exterior a ra¨ªz de las revueltas ¨¢rabes, y se ha convertido en uno de los l¨ªderes internacionales m¨¢s cr¨ªticos con Mubarak. De este modo Turqu¨ªa se postula como modelo para los pa¨ªses ¨¢rabes con aspiraciones democr¨¢ticas.
El presidente de la reci¨¦n creada Comisi¨®n de la Reforma Pol¨ªtica de T¨²nez declar¨® que "nadie podr¨¢ volver a decirnos que la democracia es una idea occidental". Los j¨®venes ¨¢rabes lo dicen con igual rotundidad en las calles y en las redes sociales. T¨²nez no es distinta, Egipto no es distinto, ni Jordania, ni Yemen, ni ning¨²n otro Estado ¨¢rabe. No son distintos en la aspiraci¨®n de su sociedad a la democracia sin adjetivos. Ni democracia occidental, ni democracia soberana, ni democracia ¨¢rabe, ni ning¨²n otro calificativo que desvirt¨²e su valor universal.
En Europa y en Estados Unidos, como en el ¨¢mbito global, se hab¨ªa impuesto la apuesta por el pragmatismo y la geopol¨ªtica: aceptar las cosas como son, tratar con los Gobiernos que existen y dejarse de remilgos democr¨¢ticos que est¨¢n permitiendo a otras potencias ganar terreno (y suculentos contratos). Este agnosticismo democr¨¢tico, usando la expresi¨®n de Richard Youngs, hizo particular fortuna en los pa¨ªses del sur de Europa, Espa?a incluida.
Europa se ha visto sorprendida a contrapi¨¦ por el levantamiento democr¨¢tico ¨¢rabe, pero puede jugar un papel en los pr¨®ximos meses. Se abren procesos de transici¨®n cuyo ¨¦xito no puede en absoluto darse por descontado. Compete a los propios ¨¢rabes asegurar su ¨¦xito, pero el apoyo de los que compartimos los valores que inspiran las revueltas -libertad, justicia, igualdad- ser¨¢ fundamental para que se consolide en sus pa¨ªses la democracia, sin adjetivos.
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