Un cero
La boina ha vuelto. Madrid y Barcelona se la han encasquetado desde hace semanas y, mientras no cambie el tiempo, no habr¨¢ manera de que el tejido se haga m¨¢s liviano. De la contaminaci¨®n suelen acordarse los Gobiernos cuando la boina ennegrece sobre nuestras cabezas; cuando un reglamento exterior llama al orden o cuando es imposible ocultar que han aumentado los ingresos hospitalarios. Sin dejar de restarle valor a la responsabilidad de las autoridades en algo que afecta de manera tan severa a la salud p¨²blica hay algo que siempre me deja perpleja en el comportamiento de los espa?oles: el hecho de que el poder lo ostenten otros parece que nos exime de cualquier responsabilidad para remediar un problema que, en este caso, afecta, sobre todo, a los m¨¢s d¨¦biles. El Ayuntamiento de Madrid pide a los ciudadanos que procuren dejar el coche en casa por unos d¨ªas. El resultado ha sido notable: un 0% de descenso. Los mismos cacharros a las mismas horas. Los datos han aparecido en los peri¨®dicos y la respuesta de la ciudadan¨ªa cibern¨¦tica, siempre dispuesta a la indignaci¨®n, no se ha hecho esperar: "Mientras ellos minimicen el problema por qu¨¦ voy a sufrir yo las consecuencias"; "no pienso dejar el coche en mi casa, eso es un parche"; "?ja!, por una parte, se lavan las manos, por la otra, nos piden que lo arreglemos nosotros".
?Un 0%! ?C¨®mo es posible que no nos sonrojemos (un poco)? Alguna vez le he le¨ªdo al polit¨®logo Fernando Vallesp¨ªn que una de las condiciones para que la democracia funcione es que tenga ciudadanos a la altura de un sistema que nos plantea deberes que habr¨ªan de cumplirse voluntariamente.
La manera de demostrarle a las autoridades que la contaminaci¨®n es un asunto que preocupa es, precisamente, siendo activo en rebajarla. Y cuando se marche esa boina, no olvidarse del asunto. Dar la matraca. Otro deber.
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