El amor de los ping¨¹inos
Tras los acalorados debates sobre la salud de la elefanta y el exterminio de los jabal¨ªes, por fin llega una noticia alegre del mundo de los animales: dos ping¨¹inos se han enamorado.
El feliz hecho ha tenido lugar en el Aqu¨¤rium de Barcelona en v¨ªsperas de San Valent¨ªn. Una hembra llamada Marcusa, que hasta el momento hab¨ªa mostrado nulo inter¨¦s por sus cong¨¦neres masculinos, comenz¨® hace unas semanas inesperadamente a tirarle los tejos a Mustaf¨¢ -s¨ª, el nombre es m¨¢s propio de un camello-, que hab¨ªa enviudado recientemente y mostraba una actitud hura?a y depresiva. Vamos, el ¨²ltimo ping¨¹ino en el que una se fijar¨ªa. La cosa ha ido a m¨¢s, el romance ha prosperado y Marcusa y Mustaf¨¢ ya son pareja. Comparten ping¨¹inera y pronto podr¨ªa redondearse su felicidad con un huevo. La cosa tiene el inter¨¦s a?adido de que seg¨²n la ciencia popular, los ping¨¹inos son mon¨®gamos y forman parejas para siempre.
En v¨ªsperas de San Valent¨ªn, dos p¨¢jaros bobos del Aqu¨¤rium se han enamorado
Esta vez he intentado tomarles la delantera a los defensores de los animales -que, sin duda, exigir¨¢n que se ponga en libertad a los enamorados y se les pague un crucero- y a Jordi Portabella -que ya que no puede ser el novio, reclamar¨¢, ya lo ver¨¢n, ser el padrino- y me he precipitado a conocer personalmente a los dos amantes, Pingurromeo y Pingujulieta, entusiasmado con la posibilidad de ver qu¨¦ ha hecho Cupido con los tambi¨¦n llamados p¨¢jaros bobos.
La atractiva cuidadora N¨²ria Insa me recibe en unas dependencias que apestan a pescado y me pone al corriente. Tienen 13 ping¨¹inos, seis hembras y siete machos, todos de la especie ping¨¹ino de Humboldt (Spheniscus humboldti). Mustaf¨¢ perdi¨® a su pareja, Pipa, al qued¨¢rsele a esta atascado un huevo, que es un trance. Desde entonces se confin¨® en su ping¨¹inera mostrando desinter¨¦s por la vida. En estas que apareci¨® Marcusa, "a la que llam¨¢bamos la solterona de oro, y nos sorprendi¨® interes¨¢ndose por el viudo". Mustaf¨¢ revivi¨® y "as¨ª empez¨® la historia de amor". La relaci¨®n ya es oficial. La pareja se regala piedrecitas, se roza los picos y comparte casa. Vamos, un compromiso en toda regla.
Intento no deslumbrarme con la historia, que ha hecho las delicias de todo el Aqu¨¤rium (hasta los tiburones parecen sonre¨ªr), y le pregunto a la cuidadora por el sexo. Se pone a la defensiva. Me sorprende que le turbe el sexo de los ping¨¹inos. "?Qu¨¦ si tienen relaciones sexuales?, seguramente. A ellos no los he visto pero a otros s¨ª, copulando. A veces dos machos, generalmente Rico, el ping¨¹ino jefe, encima para demostrar su jerarqu¨ªa". Vaya, me digo, no es raro que Mustaf¨¢ viviera apartado.
Entramos en el recinto de los ping¨¹inos. No puedo reprimir un escalofr¨ªo de emoci¨®n. Me siento como Cherry-Garrard en su terrible viaje al criadero ant¨¢rtico del cabo Crozier a 50 ?C bajo cero para recoger huevos de Emperador. Cherry estudi¨® el comportamiento de esos ping¨¹inos y dej¨® una observaci¨®n digna de Montaigne: "Ser¨ªa interesante averiguar si semejante existencia conduce a la felicidad".
En realidad, en la instalaci¨®n del Aqu¨¤rium no hace fr¨ªo -los Humboldt viven en las costas templadas de Chile y Per¨²- y el riesgo mayor es patinar en la h¨²meda superficie que imita roca. Al otro lado del cristal, el p¨²blico me se?ala con cara de asombro. Nunca habr¨¢n visto un ping¨¹ino tan atractivo. Pero es que est¨¢n mirando c¨®mo una de las aves me picotea por detr¨¢s con sa?a la chaqueta. Pego un brinco, porque es Rico. Me aparto del bicho e intento discernir en esta Verona ping¨¹ina a los dos amantes. Ah¨ª est¨¢n, Mustaf¨¢ en su ping¨¹inera y Marcusa nadando. Se me pone cara de tonto sentimental, pero m¨¢s cursi es la expresi¨®n de Marcel¡¤l¨ª, el fot¨®grafo; anoto con retorcida satisfacci¨®n que Rico se le est¨¢ acercando sigilosamente por la espalda...
En pleno "momento alm¨ªbar" le pregunto a Insa por lo de la fidelidad. Carraspea y mira al suelo. Bueno, ?son mon¨®gamos o no? "En principio s¨ª, unas especies m¨¢s que otras. Esta... por las noches hacen algunas fiestas". ?Otro mito que se derrumba! Vienes en busca de Abelardo y Eloisa y resulta que si te descuidas te metes en una org¨ªa. Como si pudiera leer mi desencanto, Mustaf¨¢ sale de su cueva, se gira y sin molestarse en levantarse el frac lanza un chorro amarillento de excrementos.
Tras visitar el Aqu¨¤rium me he sumergido en la lectura de textos sobre el comportamiento de los ping¨¹inos. En sus sombr¨ªos estudios sobre el adulterio aviar (EPC, extra pair copulation), Moller y Birkhead se?alan que desde que se ha podido hacer test gen¨¦ticos a las aves se ha descubierto que hay un enorme porcentaje de bastardos, incluso en las especies tenidas por dechado de fidelidad. El ornit¨®logo Jos¨¦ Luis Copete me subraya que el de la fidelidad en los ping¨¹inos es "un mito devaluado" y que en la mayor¨ªa de las 17 especies "los machos tratan por todos los medios de conseguir c¨®pulas extramaritales". Vamos, como algunos en Luz de Gas. Entre los ping¨¹inos de Adelaida, el 27% de las hembras tuvieron m¨¢s de una pareja en la estaci¨®n de cr¨ªa: Emma Bovary no desentonar¨ªa. Parad¨®jicamente, el ping¨¹ino Macaroni (Eudyptes chrysolophus) copula poco fuera del v¨ªnculo.
Armado de toda esta informaci¨®n, preparo una nueva visita al Aqu¨¤rium. Me asomar¨¦ a los ojos de Marcusa y Mustaf¨¢ y tratar¨¦ de sondear en sus miradas h¨²medas el estado de su amor. Dese¨¦mosles lo mejor.
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