Acertar con los pasos siguientes en Egipto
Las multitudes que han conseguido la dimisi¨®n de Mubarak prueban que Huntington se equivoc¨® sobre el choque de civilizaciones. Los ¨¢rabes y los musulmanes luchan con valent¨ªa en defensa de la dignidad humana
Nadie predijo aquello, pero todo el mundo pod¨ªa explicarlo despu¨¦s". Se dijo de otra revoluci¨®n, pero vale para esta.
"Para ser sinceros, pens¨¢bamos que ¨ªbamos a durar unos cinco minutos", recuerda uno de los organizadores de la manifestaci¨®n original del 25 de enero con la que comenz¨® esta revoluci¨®n egipcia. "Pensamos que nos detendr¨ªan enseguida". Si hubiera sido as¨ª, si las fuerzas de seguridad de Mubarak hubieran vuelto a matar al feto en el vientre, Internet estar¨ªa ahora lleno de art¨ªculos de expertos que tratar¨ªan de explicar por qu¨¦ "Egipto no es T¨²nez". Por el contrario, la Red est¨¢ llena de explicaciones improvisadas pero de una certeza aplastante sobre lo que nadie hab¨ªa previsto. Son las falsas ilusiones del determinismo retrospectivo.
Es indudable que 1989 ha pasado a ser el modelo de cualquier revoluci¨®n de principios del siglo XXI
La condescendencia del "eso nunca podr¨¢ ocurrir all¨ª" ha quedado refutada en T¨²nez y Egipto
Por consiguiente, antes de seguir, hagamos dos profundas reverencias. La primera, y m¨¢s profunda, a los que iniciaron esto, corriendo un gran peligro personal, sin ning¨²n apoyo de un Occidente te¨®ricamente defensor de las libertades y contra un r¨¦gimen que recurre de forma habitual a la tortura. A ellos van toda mi admiraci¨®n y todo mi respeto. Y en segundo lugar, hay que inclinarse ante la diosa Fortuna, lo imprevisto, que, como observ¨® Maquiavelo, explica la mitad de todo lo que ocurre en la vida de los seres humanos. Ninguna revoluci¨®n ha conseguido avanzar jam¨¢s si no cuenta con unos individuos valientes y buena suerte.
Una correosa v¨ªctima de esta revoluci¨®n, de cuya muerte deber¨ªamos alegrarnos, es la falacia del determinismo cultural, y en concreto la noci¨®n de que los ¨¢rabes y los musulmanes no est¨¢n preparados para las libertades, la dignidad y los derechos humanos. Su "cultura", nos aseguraban Samuel Huntington y otros, les programaba para otra cosa. Que se lo digan a la gente que baila en la plaza de Tahrir. Eso no quiere decir que los modelos religioso-pol¨ªticos del islam, tanto radical como conservador, y los legados espec¨ªficos de la historia ¨¢rabe moderna, no vayan a hacer que la transici¨®n a una democracia liberal consolidada sea m¨¢s dif¨ªcil de lo que fue, por ejemplo, en la Rep¨²blica Checa. Claro que s¨ª. Todav¨ªa es posible que, al final, las cosas salgan terriblemente mal. Pero la idea tan condescendiente de que "eso nunca podr¨ªa ocurrir all¨ª" ha quedado refutada en las calles de T¨²nez y El Cairo.
Y, ya que hablamos de determinismos, deshag¨¢monos de otro. En las etiquetas como "La revoluci¨®n de Facebook", "La revoluci¨®n de Twitter" y "La revoluci¨®n de Al Yazira", volvemos a encontrarnos con el espectro del determinismo tecnol¨®gico. Despu¨¦s de hablar con algunos amigos en El Cairo, no me cabe la menor duda de que todos estos medios han desempe?ado un papel muy importante en la organizaci¨®n y la multiplicaci¨®n de las protestas populares que comenzaron el 25 de enero. Mientras escribo este art¨ªculo, he ido observando el crecimiento de la p¨¢gina de Facebook creada por los egipcios para "autorizar" a Wael Ghonim -el directivo de Google liberado hace unos d¨ªas de la c¨¢rcel y reci¨¦n designado h¨¦roe de la revoluci¨®n- a hablar en su nombre. La primera vez que la visit¨¦, a las 8.51 de la ma?ana del mi¨¦rcoles, ten¨ªa 213.376 seguidores; dos d¨ªas despu¨¦s, ten¨ªa 285.570. Antes, Ghonim hab¨ªa organizado, con seud¨®nimo, otra p¨¢gina en Facebook que contribuy¨® a las protestas y cuenta ya con m¨¢s de 600.000 seguidores.
Como sucedi¨® en T¨²nez, lo que crea el efecto catal¨ªtico es la combinaci¨®n de las redes sociales de Internet y telefon¨ªa m¨®vil con el viejo superpoder de la televisi¨®n. La cadena de televisi¨®n Al Yazira ha ofrecido un relato fascinante de una lucha de liberaci¨®n con material sacado de blogs e im¨¢genes borrosas tomadas con tel¨¦fonos m¨®viles. Ghonim se convirti¨® en un h¨¦roe popular porque poco despu¨¦s de salir de prisi¨®n apareci¨® en un programa de la televisi¨®n egipcia que le permiti¨® llegar por primera vez a un p¨²blico de masas. Es decir, las tecnolog¨ªas de la comunicaci¨®n, viejas y nuevas, son muy importantes; pero ni impiden que los movimientos populares de protesta acaben aplastados, como se vio en Bielorrusia e Ir¨¢n, ni deciden el resultado; y el medio no es el mensaje.
Luego est¨¢n las analog¨ªas hist¨®ricas. He perdido ya la cuenta de cu¨¢ntos art¨ªculos he visto (incluido uno m¨ªo, me apresuro a a?adir) que se preguntan si este es, o no, el 1989 ¨¢rabe. "La ca¨ªda del muro de Berl¨ªn del mundo ¨¢rabe", grita un titular. "Esto no es 1989", clama otro. A la hora de la verdad, la comparaci¨®n quiz¨¢ no nos explique gran cosa de lo que ocurre en Egipto, T¨²nez y Jordania, pero desde luego nos dice algo sobre 1989. Es indudable que 1989 ha pasado a ser el modelo por antonomasia de cualquier revoluci¨®n de principios del siglo XXI. Lejos est¨¢n ya 1789, 1917, y 1848.
Por el contrario, otra analog¨ªa que s¨ª se utiliza casi tanto como la de 1989 es el Ir¨¢n de 1979, que incluye la posibilidad de que los islamistas radicales y violentos salgan vencedores. En The New York Times, Roger Cohen, que ha escrito cr¨®nicas espl¨¦ndidas desde T¨²nez y Egipto, sigue la primera ley del periodismo ("primero simplificar, luego exagerar") cuando dice que "la cuesti¨®n fundamental" en Egipto es: "?estamos presenciando el Teher¨¢n de 1979 o el Berl¨ªn de 1989?". Una posible respuesta es: lo que estamos presenciando en El Cairo en 2011 es El Cairo de 2011. No lo digo en el sentido obvio de que cada acontecimiento es ¨²nico, sino en otro sentido m¨¢s profundo. Porque lo que caracteriza a una verdadera revoluci¨®n es la aparici¨®n de algo aut¨¦nticamente nuevo, por un lado, y, por otro, el regreso de un principio humano universal que hab¨ªa estado reprimido.
Es nuevo, en El Cairo en 2011, que los ¨¢rabes y los musulmanes se manifiesten en masa, con valent¨ªa y (en general) disciplina pac¨ªfica, en defensa de la dignidad humana y contra los gobernantes corruptos y represores. Son nuevos en 2011 el grado de descentralizaci¨®n y las redes organizativas que est¨¢n detr¨¢s de las manifestaciones, de forma que hasta a los observadores m¨¢s enterados les cuesta responder a la pregunta: "?qui¨¦n organiza esto?". Es nueva en 2011 la extraordinaria presi¨®n demogr¨¢fica, porque la mitad de la poblaci¨®n en casi todos estos pa¨ªses es menor de 25 a?os.
Lo viejo, en este Cairo de 2011 -tan viejo como las pir¨¢mides, tan viejo como la civilizaci¨®n humana-, es el grito de los hombres y mujeres oprimidos, que vencen la barrera del miedo y viven, aunque sea de forma pasajera, la sensaci¨®n de libertad y dignidad. Mi coraz¨®n daba saltos de alegr¨ªa cuando vi las im¨¢genes de las inmensas muchedumbres que se concentraban pac¨ªficamente en el centro de la ciudad celebrando la ca¨ªda del rais. Sin embargo, cuando acabemos de tararear el coro de los prisioneros compuesto por Beethoven para Fidelio, no olvidemos que estos momentos son siempre ef¨ªmeros. Queda por delante la dura tarea de consolidar la libertad.
Aqu¨ª es donde adquieren importancia las comparaciones hist¨®ricas, que no pueden sustituir al an¨¢lisis informado y de primera mano de la situaci¨®n concreta, pero s¨ª ofrecen una amplia variedad de experiencias que muestran de cu¨¢ntas formas puede salir mal una revoluci¨®n y la delicada combinaci¨®n de factores que hace falta para que salga bien.
Ni en la oposici¨®n ni en el sector oficial he visto todav¨ªa un ingrediente vital para que salga bien: unos interlocutores organizados y cre¨ªbles para negociar la transici¨®n. Es cierto que en la plaza de Tahrir ha surgido un embri¨®n de organizaci¨®n. Con Ghonim, los manifestantes tienen a un personaje que es un s¨ªmbolo y podr¨ªa llegar a ser un l¨ªder. Pero da la impresi¨®n de que todav¨ªa falta mucho para una alianza de las fuerzas opositoras capaz de canalizar la presi¨®n popular hacia la mesa de negociaci¨®n. En el bando oficial, habr¨ªa que dejar paso a un gobierno provisional encabezado por alguien que sea aceptable para todos (o al menos casi todos) los bandos, alguien como el viejo y astuto Amr Moussa, secretario general de la Liga ?rabe. Solo cuando coincidan esos dos elementos podremos empezar a confiar en que la revoluci¨®n egipcia est¨¢ en el buen camino.
Timothy Garton Ash es catedr¨¢tico de Estudios Europeos en la Universidad de Oxford, investigador titular en la Hoover Institution de la Universidad de Stanford. Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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