Vigilantes del cielo
Una treintena de edificios tienen esculturas que sobrevuelan la ciudad
Una persona normal le llega a un dios por las rodillas. El mortal de talla media lo descubre trepando a las azoteas de Madrid, donde viven Minerva y Aurora, Pegaso, el F¨¦nix y un pu?ado de ¨¢ngeles.
Encaramadas a c¨²pulas y torreones de una treintena de edificios, estas esculturas desaf¨ªan la l¨®gica. Pesan toneladas, pero vuelan ligeras; son enormes, pero pasan inadvertidas para los peatones, m¨¢s pendientes de cuestiones terrenales como el tr¨¢fico o los escaparates. "El madrile?o no mira hacia arriba", dice el historiador Luis Miguel Aparisi. En su port¨¢til tiene una base de datos con miles de esculturas madrile?as, la inmensa mayor¨ªa a ras de suelo. "Arriba hay muchas menos: una estatua necesita publicidad -si no se ve, nadie va a pagarla-, y tampoco tiene sentido homenajear a nadie sobre el tejado".
Los mitol¨®gicos vigilantes del cielo son pocos, pero todos tienen su leyenda.La madrile?a m¨¢s retratada es la Victoria alada del edificio Metr¨®polis. Los aurigas del antiguo Banco de Bilbao fueron protagonistas de la pel¨ªcula La comunidad, de Alex de la Iglesia (aunque pocos saben que no est¨¢n dentro del carro, sino en una plataforma, porque si no, desde abajo, solo ver¨ªamos su cabeza). Las esculturas que coronan una treintena de edificios de Madrid inspiran e intrigan. "?C¨®mo nos ver¨¢n ellos desde all¨ª arriba?", se pregunt¨® el fot¨®grafo Antonio Bueno, que para su libro Mitolog¨ªas en los cielos de Madrid subi¨® hace a?os a las azoteas y retrat¨® de cerca a estos gigantes. "Goc¨¦ de una visi¨®n de la ciudad de la que pocos mortales han disfrutado", dice el fot¨®grafo en su estudio.
Descubrir lo que ven los vigilantes del cielo queda a riesgo de cada uno. Pero estas son algunas respuestas a sus misterios:
- ?Cu¨¢ndo aterrizaron?
Hay esculturas en lo alto de edificios madrile?os ya en el siglo XVII. Desde entonces un ¨¢ngel de m¨¢rmol corona el actual Ministerio de Asuntos Exteriores que fue, no sin retranca retrospectiva, c¨¢rcel de nobles. Por ello, en el Madrid barroco, los criminales ricos no dorm¨ªan "a la sombra" ni "en la trena", sino "bajo el ¨¢ngel".
Aunque abundan las obras hasta bien entrado el siglo XX, solo encontramos una del XXI. "Debo de ser el ¨²nico escultor que queda vivo", bromea Miguel ?ngel Ruiz, autor de Accidente a¨¦reo, un dios estrellado en un edificio del centro. El artista apunta una raz¨®n para el ocaso de estas estatuas: "esta es la era de los arquitectos, su ego no permite que se coloque nada por encima de sus edificios".
- ?Qui¨¦nes son?
El habitante m¨¢s com¨²n del cielo madrile?o, con permiso de las palomas, es el Ave F¨¦nix. Anida sobre siete edificios que fueron sede de la aseguradora La Uni¨®n y el F¨¦nix. A veces aparece sola, pero casi siempre la cabalga un adolescente. Para algunos es Mercurio, para otros es Gan¨ªmedes raptado por Zeus (transformado en ¨¢guila) y para los madrile?os de los a?os cuarenta era "el ?ngel de F¨¦nix". Tambi¨¦n tiene varios nombres el gigante de Victorio Macho en Gran V¨ªa, 60. Fue bautizado el Romano en la prensa de la posguerra, pero lo han llamado el Coloso, el Atlante... hay quien dice que el 21 de marzo el ¨²ltimo rayo de sol atraviesa la casa que sujeta sobre su cabeza.
"Hay muchas leyendas", opina Luis Miguel Aparisi, a quien molesta sobre todo la que supone que la reina (Isabel de Farnesio o Isabel II, seg¨²n la versi¨®n) mand¨® bajar las esculturas de la cornisa del Palacio Real porque so?¨® que se le caer¨ªan encima. "Tonter¨ªas, probablemente se debi¨® a los nuevos gustos neocl¨¢sicos de Carlos III, lo ¨²nico que sabemos es esto", dice mostrando la escueta nota de 1760 que ordenaba bajarlas sin explicar por qu¨¦.
- ?Qui¨¦n las firma?
Cuando uno ve la figura estrellada contra un edifico de la calle de los Milaneses con Mayor puede pensar que es ?caro o el ?ngel ca¨ªdo. Pero para eso est¨¢ el artista: "Es un hombre alado que un d¨ªa sali¨® a dar una vuelta y al aterrizar en el prado de siempre se encontr¨® que hab¨ªan construido una ciudad en su lugar", explica Miguel ?ngel Ruiz, que la realiz¨® en 2005.
Accidente a¨¦reo juega con la frontera entre el arte cl¨¢sico y el contempor¨¢neo, "porque el tiempo no existe ni para los dioses ni para el arte". Fue fabricada de la misma manera que el resto de sus parientes. Dibujada y esculpida en barro del que se sacaron ceras sobre las que se col¨® el bronce. "Igual que lo hac¨ªan los romanos", dice el artista, "no hay una manera m¨¢s tecnol¨®gica, aunque ahora la normativa te obligue a ir disfrazado de la NASA".
Muchos de los autores de este tipo de esculturas fueron famosos en su tiempo (Agust¨ªn Querol, Higinio Basterra, Federico Coullaut, Luis Sanguino, Juan Luis Vasallo). Sin embargo, hay muchas esculturas que ni siquiera est¨¢n acreditadas.
Rafael Garc¨ªa lleva m¨¢s de un a?o intentando demostrar que el F¨¦nix de Virgen de los Peligros, 2, es obra de su abuelo, Vicente Camps Bru. En un par de sitios de Internet se adjudica la autor¨ªa a otro Camps, Josep Maria Camps i Arnau. No hay datos que acrediten ni lo uno ni lo otro en la prensa de la ¨¦poca. Tampoco en la memoria del proyecto del Colegio de Arquitectos, en la propia estatua o en la miniatura sin firmar que conservan en el hotel que ahora ocupa el edificio. "En mi casa siempre o¨ª contar que era de mi abuelo e incluso tuve fotos de sus bocetos... No lo conoc¨ª, fue disc¨ªpulo de Benlliure y me encantar¨ªa demostrar que es suya, pero por m¨¢s que busco, no encuentro", se lamenta el nieto.
Incluso en obras con mucha literatura se omiten los nombres de los escultores. La inauguraci¨®n de la iglesia de la Concepci¨®n de la calle de Goya mereci¨® p¨¢ginas enteras en Abc y La Construcci¨®n Moderna. Los art¨ªculos explican que la Virgen de la c¨²spide mide 5,50 metros y especifican incluso que lleva una corona con un "nimbo de luz de la marca Moore"; pero ni rastro del nombre del escultor. Tampoco cuentan que al colocar la corona se les olvid¨® ponerle bombillas. Como nadie quer¨ªa encaramarse a la Virgen tuvo que hacerlo el cerrajero electricista de la obra, que se ofreci¨® valientemente. Se llamaba Francisco Gos¨¢lvez (era mi bisabuelo; todas las familias tienen su leyenda).
- ?Qu¨¦ problemas dan?
Como vecinas, las esculturas no son nada conflictivas. "Est¨¢ ah¨ª y cuando llueve se lava: mantenimiento cero", dice Jorge del R¨ªo director del hotel Petit Palace Alcal¨¢ Torre, que tiene un Ave F¨¦nix desde 1931. Desde la azotea apenas se ve al bicho, cosas de la perspectiva.
Lo que se ve estupendamente desde su nido son las cuadrigas del antiguo Banco de Bilbao, justo enfrente. Tampoco dan mayores complicaciones, seg¨²n los actuales due?os, la inmobiliaria GMP.
Algo m¨¢s caprichosa sali¨® la Aurora que cabalga sobre la c¨²pula de la actual sede del Grupo Planeta. Colocada en 1927 fue restaurada hace tres a?os. Es de chapa de zinc, un material m¨¢s barato y mucho m¨¢s ligero que el bronce. Sus piezas est¨¢n engatilladas por lo que el agua se col¨® hasta la madera. "Una vez restaurada no da trabajo", explica el jefe de mantenimiento del edificio. Por muy diosa que sea, para arreglarla hubo que tirar de fontaneros, que son los que saben manejar el metal.
Administrativamente quien vigila el buen estado de estas esculturas son las comisiones para la Protecci¨®n del Patrimonio Hist¨®rico del Ayuntamiento y la Comunidad. "Depende mucho de la catalogaci¨®n del edificio, de su antig¨¹edad... pero en general si el inmueble est¨¢ protegido no se permite retirar las estatuas y han de ser restauradas con materiales espec¨ªficos y tras un informe favorable de las comisiones de expertos", explica Beatriz Lob¨®n desde el ?rea de Urbanismo del Ayuntamiento.
- ?C¨®mo se izaron?
Puede que una vez colocadas no den muchos problemas, pero izarlas a las alturas es un reto de ingenier¨ªa. Para subir a Minerva a la terraza del C¨ªrculo de Bellas Artes, a 58 metros sobre la calle de Alcal¨¢, hizo falta una plataforma de hierro y cemento de 12 metros de superficie. Tambi¨¦n gr¨²as y andamios especiales, y eso, despu¨¦s de un viacrucis para traerla desde la fundici¨®n de Arganda: el cami¨®n era tan grande que chocaba con los cables del tendido el¨¦ctrico. A pesar de estar hueca, los m¨¢s de seis metros de la diosa pesan 3.000 kilos. Todo el asunto se describi¨® en la prensa de los a?os sesenta como la Operaci¨®n Minerva.
Las esculturas del actual Ministerio de Agricultura en Atocha se colocaron en 1905 con un andamiaje tan complejo que cost¨® 30.000 duros, una fortuna para la ¨¦poca. Casi 70 a?os despu¨¦s un trozo del ala de un Pegaso cay¨® sobre la calzada. La Real Academia de San Fernando dictamin¨® que "en evitaci¨®n de alguna cat¨¢strofe" se bajasen. Eran de m¨¢rmol y pesaban 119 toneladas (cada Pegaso, 47), y se sustituyeron por una copia en bronce de 5.340 kilos.
A pesar de los avances t¨¦cnicos, bajarlas fue casi tan complicado como hab¨ªa sido subirlas. "Nuestro miedo era el viento", explic¨® en Abc el escultor Juan de ?valos, encargado del desmonte para el que se necesitaron 24 d¨ªas y una gr¨²a de 42 toneladas. "Se nos desmoronaban los bloques, no hubo m¨¢s remedio que cortarlos, aunque hubo quien puso el grito en el cielo", explic¨®. El conjunto original se dividi¨® y las figuras acabaron adornando la plaza de Legazpi y la glorieta de C¨¢diz.
No son las ¨²nicas que volvieron al suelo. Sobre la c¨²pula m¨¢s emblem¨¢tica de Madrid, plane¨® durante a?os el s¨ªmbolo de La Uni¨®n y el F¨¦nix. Cuando Metr¨®polis, otra compa?¨ªa de seguros, adquiri¨® el edificio en los a?os setenta fue sustituido por la Victoria alada. Durante la sustituci¨®n, ambas esculturas convivieron brevemente en la acera de la Gran V¨ªa. El F¨¦nix descansa ahora en un rinc¨®n de la Castellana, desterrado del cielo.
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