La libertad y los ¨¢rabes
?Qu¨¦ mejor prueba que la ca¨ªda de Mubarak de que la historia no est¨¢ escrita y que toma direcciones que escapan a todas las teor¨ªas? El Occidente liberal y democr¨¢tico deber¨ªa celebrarlo
El movimiento popular que ha sacudido a pa¨ªses como T¨²nez, Egipto, Yemen y cuyas r¨¦plicas han llegado hasta Argelia, Marruecos y Jordania es el m¨¢s rotundo desmentido a quienes, como Thomas Carlyle, creen que "la historia del mundo es la biograf¨ªa de los grandes hombres". Ning¨²n caudillo, grupo o partido pol¨ªtico puede atribuirse ese s¨ªsmico levantamiento social que ha decapitado ya la satrap¨ªa tunecina de Ben Ali y la egipcia de Hosni Mubarak, tiene al borde del desplome a la yemenita de Ali Abdal¨¢ Saleh y provoca escalofr¨ªos en los gobiernos de los pa¨ªses donde la onda convulsiva ha llegado m¨¢s d¨¦bilmente como en Siria, Jordania, Argelia, Marruecos y Arabia Saud¨ª.
Es obvio que nadie pod¨ªa prever lo que ha ocurrido en las sociedades autoritarias ¨¢rabes y que el mundo entero y, en especial, los analistas, la prensa, las canciller¨ªas y think tanks pol¨ªticos occidentales se han visto tan sorprendidos por la explosi¨®n socio-pol¨ªtica ¨¢rabe como lo estuvieron con la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn y la desintegraci¨®n de la Uni¨®n Sovi¨¦tica y sus sat¨¦lites. No es arbitrario acercar ambos acontecimientos: los dos tienen una trascendencia semejante para las respectivas regiones y lanzan precipitaciones y secuelas pol¨ªticas para el resto del mundo. ?Qu¨¦ mejor prueba que la historia no est¨¢ escrita y que ella puede tomar de pronto direcciones imprevistas que escapan a todas las teor¨ªas que pretenden sujetarla dentro de cauces l¨®gicos?
Lo que s¨ª sabemos es que, en su origen, este movimiento ha sido civil, no religioso
Lo ocurrido deber¨ªa haber barrido reticencias inspiradas en prejuicios culturales y racistas
Dicho esto, no es imposible discernir alguna racionalidad en ese contagioso movimiento de protesta que se inicia, como en una historia fant¨¢stica, con la inmolaci¨®n por el fuego de un pobre y desesperado tunecino de provincia llamado Mohamed Bouazizi y con la rapidez del fuego se extiende por todo el Oriente Pr¨®ximo. Los pa¨ªses donde ello ha ocurrido padec¨ªan dictaduras de decenas de a?os, corruptas hasta el tu¨¦tano, cuyos gobernantes, parientes cercanos y clientelas olig¨¢rquicas hab¨ªan acumulado inmensas fortunas, bien seguras en el extranjero, mientras la pobreza y el desempleo, as¨ª como la falta de educaci¨®n y salud, manten¨ªan a enormes sectores de la poblaci¨®n en niveles de mera subsistencia y a veces en la hambruna. La corrupci¨®n generalizada y un sistema de favoritismo y privilegio cerraban a la mayor¨ªa de la poblaci¨®n todos los canales de ascenso econ¨®mico y social.
Ahora bien, este estado de cosas, que ha sido el de innumerables pa¨ªses a lo largo de la historia, jam¨¢s hubiera provocado el alzamiento sin un hecho determinante de los tiempos modernos: la globalizaci¨®n. La revoluci¨®n de la informaci¨®n ha ido agujereando por doquier los r¨ªgidos sistemas de censura que las satrap¨ªas ¨¢rabes hab¨ªan instalado a fin de tener a los pueblos que explotaban y saqueaban en la ignorancia y el oscurantismo tradicionales. Pero ahora es muy dif¨ªcil, casi imposible, para un gobierno someter a la sociedad entera a las tinieblas medi¨¢ticas a fin de manipularla y enga?arla como anta?o. La telefon¨ªa m¨®vil, el internet, los blogs, el Facebook, el Twitter, las cadenas internacionales de televisi¨®n y dem¨¢s resortes de la tecnolog¨ªa audiovisual han llevado a todos los rincones del mundo la realidad de nuestro tiempo y forzado unas comparaciones que, por supuesto, han mostrado a las masas ¨¢rabes el anacronismo y barbarie de los reg¨ªmenes que padec¨ªan y la distancia que los separa de los pa¨ªses modernos. Y esos mismos instrumentos de la nueva tecnolog¨ªa han permitido que los manifestantes coordinaran acciones y pudieran introducir cierto orden en lo que en un primer momento pudo parecer una ca¨®tica explosi¨®n de descontento an¨¢rquico. No ha sido as¨ª. Uno de los rasgos m¨¢s sorprendentes de la rebeld¨ªa ¨¢rabe han sido los esfuerzos de los manifestantes por atajar el vandalismo y salir al frente, como en Egipto, de los matones enviados por el r¨¦gimen a cometer tropel¨ªas para desprestigiar el alzamiento e intimidar a la prensa.
La lentitud (para no decir la cobard¨ªa) con que los pa¨ªses occidentales -sobre todo los de Europa- han reaccionado, vacilando primero ante lo que ocurr¨ªa y luego con vacuas declaraciones de buenas intenciones a favor de una soluci¨®n negociada del conflicto, en vez de apoyar a los rebeldes, tiene que haber causado terrible decepci¨®n a los millones de manifestantes que se lanzaron a las calles en los pa¨ªses ¨¢rabes pidiendo "libertad" y "democracia" y descubrieron que los pa¨ªses libres los miraban con recelo y a veces p¨¢nico. Y comprobar, entre otras cosas, que los partidos pol¨ªticos de Mubarak y Ben Ali ?eran miembros activos de la Internacional Socialista! Vaya manera de promocionar la social democracia y los derechos humanos en el Oriente Pr¨®ximo.
La equivocaci¨®n garrafal de Occidente ha sido ver en el movimiento emancipador de los ¨¢rabes un caballo de Troya gracias al cual el integrismo isl¨¢mico pod¨ªa apoderarse de toda la regi¨®n y el modelo iran¨ª -una satrap¨ªa de fan¨¢ticos religiosos- se extender¨ªa por todo el Oriente Pr¨®ximo. La verdad es que el estallido popular no estuvo dirigido por los integristas y que, hasta ahora al menos, ¨¦stos no lideran el movimiento emancipador ni pretenden hacerlo. Ellos parecen mucho m¨¢s conscientes que las canciller¨ªas occidentales de que lo que moviliza a los j¨®venes de ambos sexos tunecinos, egipcios, yemenitas y los dem¨¢s no son la sharia y el deseo de que unos cl¨¦rigos fan¨¢ticos vengan a reemplazar a los dictadorzuelos clept¨®manos de los que quieren sacudirse. Habr¨ªa que ser ciegos o muy prejuiciados para no advertir que el motor secreto de este movimiento es un instinto de libertad y de modernizaci¨®n.
Desde luego que no sabemos a¨²n la deriva que tomar¨¢ esta rebeli¨®n y, por supuesto, no se puede descartar que, en la confusi¨®n que todav¨ªa prevalece, el integrismo o el Ej¨¦rcito traten de sacar partido. Pero, lo que s¨ª sabemos es que, en su origen y primer desarrollo, este movimiento ha sido civil, no religioso, y claramente inspirado en ideales democr¨¢ticos de libertad pol¨ªtica, libertad de prensa, elecciones libres, lucha contra la corrupci¨®n, justicia social, oportunidades para trabajar y mejorar. El Occidente liberal y democr¨¢tico deber¨ªa celebrar este hecho como una extraordinaria confirmaci¨®n de la vigencia universal de los valores que representa la cultura de la libertad y volcar todo su apoyo hacia los pueblos ¨¢rabes en este momento de su lucha contra los tiranos. No s¨®lo ser¨ªa un acto de justicia sino tambi¨¦n una manera de asegurar la amistad y la colaboraci¨®n con un futuro Oriente Pr¨®ximo libre y democr¨¢tico.
Porque ¨¦sta es ahora una posibilidad real. Hasta antes de esta rebeli¨®n popular a muchos nos parec¨ªa dif¨ªcil. Lo ocurrido en Ir¨¢n, y, en cierta forma, en Irak, justificaba cierto pesimismo respecto a la opci¨®n democr¨¢tica en el mundo ¨¢rabe. Pero lo ocurrido estas ¨²ltimas semanas deber¨ªa haber barrido esas reticencias y temores, inspirados en prejuicios culturales y racistas. La libertad no es un valor que s¨®lo los pa¨ªses cultos y evolucionados aprecian en todo lo que significa. Masas desinformadas, discriminadas y explotadas pueden tambi¨¦n, por caminos tortuosos a menudo, descubrir que la libertad no es un ente ret¨®rico desprovisto de sustancia, sino una llave maestra muy concreta para salir del horror, un instrumento para construir una sociedad donde hombres y mujeres puedan vivir sin miedo, dentro de la legalidad y con oportunidades de progreso. Ha ocurrido en el Asia, en Am¨¦rica Latina, en los pa¨ªses que vivieron sometidos a la f¨¦rula de la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Y ahora -por fin- est¨¢ empezando a ocurrir tambi¨¦n en los pa¨ªses ¨¢rabes con una fuerza y hero¨ªsmo extraordinarios. Nuestra obligaci¨®n es mostrarles nuestra solidaridad activa, porque la transformaci¨®n de Oriente Pr¨®ximo en una tierra de libertad no s¨®lo beneficiar¨¢ a millones de ¨¢rabes sino al mundo entero en general (incluido, por supuesto, Israel, aunque el Gobierno extremista de Netanyahu sea incapaz de entenderlo).
? Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Ediciones EL PA?S, SL, 2011. ? Mario Vargas Llosa, 2011.
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