La 'generaci¨®n Y' hace la revoluci¨®n
El alzamiento juvenil en Egipto no ha sido por el pan y el trabajo. Gente educada y de clase media se ha jugado la vida por otra cosa: por la libertad de debate y disidencia, por la democracia, por la dignidad
Cuando contemplamos los acontecimientos en Egipto a trav¨¦s de Al Yazira, BBC World y CNN, inevitablemente se nos plantean tres interrogantes:
Primero, ?qu¨¦ es lo que ha motivado a los manifestantes, en n¨²mero de cientos de miles, d¨ªa tras d¨ªa, a salir e incluso resistir a la brutalidad policial y a la demostraci¨®n de fuerza militar? ?Es esta realmente una revoluci¨®n contra el desempleo y la pobreza?
Segundo, ?qu¨¦ va a pasar ahora, despu¨¦s de que Mubarak dimitiera finalmente como consecuencia de la persistente presi¨®n popular?
Y tercero, ?qu¨¦ tendr¨ªan que hacer, en caso de hacer algo, Occidente, y la comunidad internacional en su conjunto, para apoyar la consolidaci¨®n del ahora movimiento prodemocr¨¢tico en Egipto?
Occidente debe defender la libre elecci¨®n del pueblo, no una 'estabilidad' corrupta y opresiva
La democracia es indivisible. Los Hermanos Musulmanes pueden caber en ella
Diversos comentaristas, incluido el presidente Obama y la secretaria de Estado, Clinton, han achacado a la falta de trabajo y de perspectivas econ¨®micas el principal motivo subyacente en las protestas de Egipto. Es verdad que en Egipto los j¨®venes sufren un fuerte desempleo y tienen unos salarios frustrantemente bajos en los escasos trabajos de que disponen. ?Y qui¨¦n no es joven en un pa¨ªs de 80 millones de habitantes, donde la media de edad es de solo 24 a?os?
Sin embargo, es importante reconocer que la revoluci¨®n la pusieron en marcha y ha sido conducida por estudiantes moderados y con un aceptable nivel de educaci¨®n residentes en las principales ciudades. En contraste, el desempleo y la pobreza son m¨¢s severos entre la poblaci¨®n rural y con menor nivel de educaci¨®n.
Bas¨¢ndome en numerosas conversaciones con los participantes, puedo asegurar que esta no ha sido nunca una revoluci¨®n por el pan y el trabajo. Los pac¨ªficos manifestantes son los egipcios de clase media, que son los egipcios de mayor educaci¨®n y de relativamente mayor prosperidad econ¨®mica. Si no somos capaces de reconocer las razones reales que han llevado a esta gente a salir a la calle y luchar por el cambio de r¨¦gimen y por la democracia no seremos capaces de apoyarles, de hecho podr¨ªamos estar haciendo el juego al antiguo r¨¦gimen o a los elementos m¨¢s radicales de la sociedad egipcia.
Sin negar el papel que desempe?a la econom¨ªa, esta ha sido primordialmente una rebeli¨®n contra el pu?o de hierro del Gobierno que durante muchos a?os ha estado asfixiando el debate cr¨ªtico y aplastando despiadadamente cualquier forma de disidencia. Al igual que las rebeliones populares de Polonia, Checoslovaquia y Hungr¨ªa, que significaron el comienzo del fin del tel¨®n de acero, las rebeliones de T¨²nez y de Egipto est¨¢n haciendo sonar las campanas del funeral de las f¨¦rreas dictaduras de Oriente Pr¨®ximo. Por lo que la gente est¨¢ luchando realmente es por el fin de la omnipresente autoridad de la polic¨ªa estatal, de la opresiva falta de libertad de expresi¨®n, de la sistem¨¢tica eliminaci¨®n de cualquier forma de disenso y de oposici¨®n, de la impunidad de las fuerzas policiales, causantes de la desaparici¨®n de personas y conocidas por torturar e incluso golpear hasta la muerte a detenidos a plena luz del d¨ªa, sin haber sido nunca responsabilizadas por ello. "Dignidad" y "respeto" han sido y son las palabras clave de este levantamiento, mucho m¨¢s que las quejas contra la "pobreza" o el "desempleo".
As¨ª que, ?por qu¨¦ la gente no se fue a casa incluso cuando Mubarak prometi¨® no presentarse a su reelecci¨®n y no imponer a su hijo Gamal como sucesor? En primer lugar, la gente no se fiaba del viejo zorro que hab¨ªa hecho tantas promesas tantas veces. Puesto que Mubarak ya hab¨ªa soltado a sus matones de los servicios secretos contra los manifestantes pac¨ªficos ?qui¨¦n pod¨ªa decir que no intentar¨ªa detener a los cabecillas y llenar las c¨¢rceles con quienes se interpon¨ªan en su camino? Tenemos todas las razones para creer que quiso emplear su mano m¨¢s dura y poner un sangriento final a la revuelta hace una semana y que trat¨® de ahuyentar a los periodistas para poder hacerlo sin testigos. Una estrategia que solo qued¨® frustrada por el valor de los periodistas que inmediatamente comprendieron por qu¨¦ de pronto eran atacados por "manifestantes pro-Mubarak" y por el valor de los propios manifestantes, que acudieron cada vez en mayor n¨²mero. Sin embargo, ello no significa que la batalla estuviera ganada y que Mubarak se hubiera dado por vencido. Pod¨ªa haber consentido que hubiera unas elecciones pluralistas en oto?o en las que ¨¦l no fuera candidato, pero contaba con varios compinches, como Suleim¨¢n, el jefe de su KGB, a los que podr¨ªa tratar de colocar en su lugar para asegurarse de que el sistema cleptocr¨¢tico que ha funcionado tan bien para la familia Mubarak siguiera funcionando hasta nueva orden. Por eso la gente sigui¨® protestando, cada vez en mayor n¨²mero, y termin¨® consiguiendo, el viernes, la dimisi¨®n de Mubarak.
Alrededor de cinco millones de personas han participado activamente en las manifestaciones de El Cairo, Alejandr¨ªa, Suez y otras ciudades de Egipto. Lo cual hace que se suscite la pregunta de que d¨®nde estaban los 75 millones restantes. Como dije antes, los campesinos pobres y los millones de jornaleros ten¨ªan m¨¢s cosas por las que estar preocupados antes que por la dimisi¨®n del rais y su Gobierno. No obstante, ser¨¢n llamados a votar en oto?o, lo mismo que los dem¨¢s. Y, una vez m¨¢s, ser¨¢n objeto de una h¨¢bil manipulaci¨®n. Incluso en los ¨²ltimos d¨ªas, Al Ahram, el principal -y, por supuesto, controlado por el Gobierno- peri¨®dico egipcio, mostraba a las masas de manifestantes antigubernamentales en las calles con un pie de foto que suger¨ªa que millones de personas se hab¨ªan reunido ?en apoyo! de Mubarak. Dudo que se tratara de una inocente equivocaci¨®n.
Mientras los candidatos que concurran a las elecciones tengan que ser aceptados por el Gobierno, mientras no haya una genuina libertad de asociaci¨®n y de expresi¨®n, mientras una supervisi¨®n internacional de las elecciones no haya sido asegurada, realmente los manifestantes no tienen asegurada su victoria definitiva, pese a tener ya en el bolsillo algo tan grande como el derrocamiento de Mubarak. Lo que se necesita ahora es una Carta Magna, aceptada por el Gobierno y apoyada por todos quienes traten de participar en la pol¨ªtica egipcia, que garantice los derechos civiles y pol¨ªticos fundamentales para todas las personas y todos los partidos. Ese ser¨ªa un paso cre¨ªble y tangible hacia un amplio abanico de enmiendas de la Constituci¨®n egipcia, que hoy por hoy todav¨ªa tiene como principal prop¨®sito asegurar el poder absoluto del r¨¦gimen.
Los estudiantes que se han manifestado no ten¨ªan l¨ªderes. Sin embargo, se ha constituido un Comit¨¦ de Sabios. Tienen la confianza de los manifestantes y se han encargado de negociar con el Gobierno. Ser¨ªa conveniente que les ofreci¨¦ramos nuestra ayuda y les garantiz¨¢ramos su seguridad. El objetivo tiene que ser el de capacitar a todas las fuerzas pol¨ªticas para organizarse y hacer campa?a abiertamente ante las pr¨®ximas elecciones.
Por ¨²ltimo, Occidente tiene que aceptar tambi¨¦n lo que los egipcios elijan votar en sus primeras elecciones libres y limpias, incluso si un futuro Gobierno de coalici¨®n tuviera que incluir a los Hermanos Musulmanes. La democracia es indivisible. Supone el respeto a la elecci¨®n del pueblo y a su capacidad de corregir una mala elecci¨®n pocos a?os despu¨¦s en las siguientes elecciones. Eso es lo que Occidente tiene que defender, y no la continuaci¨®n de la estabilidad, sin que le importe lo corrupta u opresiva que esta sea, ni la elecci¨®n de fuerzas prooccidentales o antiislamistas. Hagamos lo que est¨¦ a nuestro alcance para dar a la gente de Egipto la dignidad y el respeto por el que han luchado tan valientemente. Dudo que ellos nos devuelvan la moneda con pol¨ªticas y pol¨¦micas antioccidentales, anticristianas o antijud¨ªas.
Frank Emmert dirige un programa de colaboraci¨®n entre la Universidad de Indiana y la Universidad del Cairo e imparte regularmente la ense?anza en Egipto. Entre sus alumnos se cuentan diversos jueces, fiscales, funcionarios p¨²blicos y abogados del sector privado de El Cairo y Alejandr¨ªa. Traducci¨®n de Juan Ram¨®n Azaola.
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