El hombre que lucha por la paz en L¨ªbano
Es un general. Pero es sobre todo un mediador. Alberto Asarta es el primer espa?ol que dirige una operaci¨®n de Naciones Unidas. Est¨¢ al mando de 12.000 soldados de 35 pa¨ªses que quieren acabar con d¨¦cadas de hostilidades en L¨ªbano. Setenta y dos horas con el hombre que debe devolver la esperanza a un peque?o Estado en cuyo territorio se baten los poderosos del mundo por persona interpuesta.
Hay gente que nace acojonada, pero yo no me encuentro entre ellos", asegura con su proverbial aplomo el general Asarta. "Cuando Espa?a me ha requerido, nunca he dado un paso atr¨¢s. Cumplo ¨®rdenes y las hago cumplir. En este pa¨ªs soy el responsable de una misi¨®n de mantenimiento de la paz y exijo que mis cascos azules tengan tan claras sus obligaciones como yo las tengo. Que sean escrupulosos con las reglas de enfrentamiento, respeten las tradiciones y religiones de los libaneses, sean ejemplares. Estamos en L¨ªbano para solucionar problemas, no para crearlos. Hemos venido a colaborar, no a combatir. Y si se tiene que montar un l¨ªo... se montar¨¢. Pero mientras, hay que seguir trabajando duro y sin arrugarse para evitarlo. La historia nos dice que en L¨ªbano no vale la pena vivir acojonado".
"No podemos ir contra Hezbol¨¢ por la sencilla raz¨®n de que es una formaci¨®n legal y que forma parte del Gobierno"
"Soy el responsable de una misi¨®n de paz y exijo que mis cascos azules tengan tan claras sus obligaciones como yo"
"L¨ªbano es un tablero con blancas y negras, pero al tiempo hay otros pa¨ªses que juegan aqu¨ª partidas simult¨¢neas"
Alberto Asarta es un aragon¨¦s directo, echado para delante y con un f¨ªsico poderoso producto de quinientos saltos en paraca¨ªdas, a?os de servicio en la Legi¨®n y kil¨®metros de maratones. A punto de cumplir los 60, a¨²n sale a correr de madrugada rodeado de escoltas entre las alambradas que protegen esta base militar perdida en Naqoura, en el sur de L¨ªbano. Proyecta la imagen del perfecto soldado. Le gusta cultivarla. Lleva las mangas de su uniforme de campa?a arremangadas sobre los b¨ªceps, las botas como espejos y la boina azul soldada al cr¨¢neo. Disfruta cuando se le define como un l¨ªder: "Para eso me he preparado toda mi vida". Hijo y hermano de militares, tiene a gala haber sido formado en torno a valores que hoy suenan a trasnochados: disciplina, valent¨ªa, compa?erismo, esp¨ªritu de sacrificio. Son su manual de estilo. Asarta es un conservador. Pero no un espad¨®n nost¨¢lgico. Est¨¢ m¨¢s en la l¨ªnea de los nuevos generales medi¨¢ticos estadounidenses. Diplomado en Estado Mayor, es un militar culto que se maneja en un buen ingl¨¦s y franc¨¦s y se define apol¨ªtico. "Como militar, represento el fiel de la balanza". En ese sentido es dif¨ªcil pillarle en un renuncio. Cuando le muestro el Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados del 7 de septiembre de 2006, donde queda escrito para la historia c¨®mo Mariano Rajoy critic¨® la participaci¨®n del Ej¨¦rcito espa?ol en esta misi¨®n en L¨ªbano con reflexiones como la siguiente: "Hay que admitir con toda honestidad que las operaciones bajo mando de la ONU han sido un fracaso y en alg¨²n caso un desastre total", y le pido su opini¨®n al respecto, rechaza comentar esas palabras: "De pol¨ªtica no hablo".
-Pero usted es el responsable pol¨ªtico de esta misi¨®n de Naciones Unidas...
-Mis cometidos implican estar en el nivel pol¨ªtico, pero no soy un pol¨ªtico. Soy un militar. Y cualquier cosa que diga se puede interpretar mal. Mi misi¨®n es dirigir la Fuerza Provisional de las Naciones Unidas para L¨ªbano (Unifil) y aplicar la Resoluci¨®n 1.701 del Consejo de Seguridad de agosto de 2006: monitorizar el cese de hostilidades con Israel, evitar acciones hostiles en nuestra ¨¢rea, ayudar a la poblaci¨®n civil, apoyar el despliegue de las fuerzas armadas libanesas en esta zona del pa¨ªs hasta que se valgan por s¨ª solas y establezcan una zona libre de armas entre la L¨ªnea Azul (la l¨ªnea de retirada del Ej¨¦rcito israel¨ª que funciona como l¨ªmite con Israel y estamos demarcando) y el r¨ªo Litani; desminar, reconstruir, auxiliar al Gobierno liban¨¦s (si nos lo pide) para que no entren armas en este territorio, intentar que las partes dialoguen... Debemos crear un entorno de seguridad y estabilidad que permita que se avance hacia un cese del fuego definitivo y poder comenzar un proceso de paz. Y para ello me relaciono con pol¨ªticos. Les escucho e intento convencer de la necesidad de la paz. Nuestro papel es mediar. Las partes en conflicto nos han pedido que vengamos a ayudarles. Esa es nuestra legitimidad.
El momento donde es m¨¢s palpable el trabajo de mediaci¨®n de Asarta es en las reuniones del llamado Tripartito, que comparte cada mes con altos mandos israel¨ªes y libaneses. Se trata del ¨²nico canal de comunicaci¨®n que estos dos pa¨ªses (que carecen de relaciones diplom¨¢ticas y nunca han rubricado el fin de las hostilidades que les han enfrentado 30 a?os) mantienen abierto. Los encuentros se celebran en tierra de nadie, en la Posici¨®n 1-32A de Naciones Unidas. Un lugar desolado, irreal y defendido por ca?ones del Ej¨¦rcito italiano, en el que no hay m¨¢s se?al de vida que un peque?o edificio desnudo cuyo tejado est¨¢ guardado por tiradores de ¨¦lite. Para llegar hasta aqu¨ª hay que franquear varios controles. El primero en llegar es Asarta. Su todoterreno avanza precedido por blindados del Ej¨¦rcito indonesio erizados de ametralladoras. Cuando desciende de su veh¨ªculo le rodea su equipo de protecci¨®n personal, una docena de soldados de ¨¦lite espa?oles. A continuaci¨®n llegan los generales hebreos: j¨®venes, uniformados con desenfado y con el subfusil al hombro; despu¨¦s, los libaneses, m¨¢s maduros y hier¨¢ticos; mostacho ¨¢rabe y boina negra. Asarta los recibe por separado. Se instalan en una mesa cuadrada en el interior de la casamata desnuda. Ni se miran. Asarta oficia de anfitri¨®n. El ambiente adquiere la tensi¨®n de una cuerda de piano. Asarta define este foro como "militar y t¨¦cnico; tratamos cuestiones como la demarcaci¨®n de la L¨ªnea Azul y los posibles incidentes armados que se hayan producido en la zona y se ponen sobre la mesa los agravios. Este foro tiene un papel b¨¢sico en la promoci¨®n del di¨¢logo y la confianza entre las dos partes. Si est¨¢n dispuestos a arreglar algunas de sus diferencias mediante el di¨¢logo, habremos dado un paso hacia la normalizaci¨®n".
Las deliberaciones del Tripartito tienen car¨¢cter secreto. Los generales libaneses exigen que abandonemos la reuni¨®n. Salimos. En ese momento surca el cielo como un rel¨¢mpago un avi¨®n de combate israel¨ª. Seg¨²n Unifil, los reactores del Ej¨¦rcito hebreo violan a diario el espacio a¨¦reo liban¨¦s en misi¨®n de reconocimiento. Los israel¨ªes afirman que seguir¨¢n realizando esos vuelos mientras las milicias de Hezbol¨¢ no entreguen las armas. Y viceversa. "Los dos bandos tienen raz¨®n; las dos son violaciones de la 1.701", reflexiona Asarta. "Ambas partes est¨¢n obligadas a cumplir los acuerdos; somos testigos y ¨¢rbitros, pero no podemos hacerles cumplir la resoluci¨®n por la fuerza. No podemos evitar los vuelos israel¨ªes ni podemos registrar las casas de los libaneses. Yo no he visto esos arsenales de Hezbol¨¢ de los que habla Israel. De lo que s¨ª tengo constancia es de las violaciones a¨¦reas. Y en el asunto de desarmar a las milicias, la responsabilidad no es nuestra, sino del Ej¨¦rcito liban¨¦s, y estamos dispuestos a ayudarles si lo solicitan".
Alberto Asarta es el primer espa?ol al frente de una operaci¨®n de mantenimiento de la paz de Naciones Unidas desde que se iniciaron en 1948 para observar el alto el fuego entre Israel y los pa¨ªses ¨¢rabes. La comunidad internacional le ha investido con plenos poderes. Es jefe de la misi¨®n, representante del secretario general de la ONU y comandante de la fuerza. Mientras se desarrolla una misi¨®n de este tipo, los contingentes de cada pa¨ªs est¨¢n bajo mando de Naciones Unidas a trav¨¦s del Force commander. Asarta (cuya candidatura fue propuesta por el Gobierno espa?ol y al que cada a?o Naciones Unidas debe confirmar al frente de la misi¨®n) est¨¢ obligado a ser una mezcla de soldado, diplom¨¢tico y ¨¢rbitro. Un hombre bueno que aplique el palo o la zanahoria para evitar que la herida nunca cicatrizada entre L¨ªbano e Israel se vuelva a abrir. Para lograrlo tiene a sus ¨®rdenes m¨¢s de 12.000 soldados de 35 pa¨ªses. Una fuerza que incluye blindados, artiller¨ªa, misiles, radares, fragatas y helic¨®pteros. Espa?a cuenta con m¨¢s de 1.000 hombres y mujeres en el Sector Este del pa¨ªs. Adem¨¢s, Asarta cuenta con un equipo de 1.000 civiles de 80 pa¨ªses y de una eficaz maquinaria de cooperaci¨®n internacional para reconstruir las infraestructuras del sur de L¨ªbano y reactivar su econom¨ªa a trav¨¦s de proyectos de impacto r¨¢pido y microcr¨¦ditos. Una estrategia ya practicada en otros pa¨ªses en conflicto, como Afganist¨¢n, para ganarse los corazones y las mentes de la poblaci¨®n. La clave es que los libaneses no perciban a los cascos azules como un ej¨¦rcito de ocupaci¨®n, sino como un ej¨¦rcito de paz. Lo explica Asarta: "No podemos ir contra Hezbol¨¢ por la sencilla raz¨®n de que es una formaci¨®n legalizada, que forma parte del Gobierno y est¨¢ reconocida por el propio presidente liban¨¦s como uno de los pilares de la defensa del pa¨ªs. Son una parte importante de la poblaci¨®n entre la cual vivimos, tenemos que convivir con ellos, no podemos ir a contracorriente. Hay que lograr la confianza de la gente y que al mismo tiempo el Ej¨¦rcito liban¨¦s se vaya haciendo cargo de la situaci¨®n".
Asarta forma parte de la primera generaci¨®n de oficiales espa?oles que salieron al mundo tras permanecer cuatro d¨¦cadas encerrados por la dictadura franquista a cargo de la vigilancia del pa¨ªs. A comienzos de los noventa, cuando era un joven comandante, ya particip¨® en la misi¨®n de pacificaci¨®n de El Salvador. Despu¨¦s ocupar¨ªa destinos en rincones tan dispares como Bosnia, Estrasburgo, Argentina o Irak. En este ¨²ltimo pa¨ªs, en abril de 2004, entrar¨ªa en combate contra los islamistas del Ej¨¦rcito de Mahdi, que intentaban asaltar la base espa?ola que mandaba en Nayaf. La refriega se sald¨® con decenas de bajas iraqu¨ªes. Las im¨¢genes de aquellos d¨ªas muestran al zurdo Asarta, cubierto con casco y chaleco antibalas, abriendo fuego entre sacos terreros contra un enemigo invisible. Por aquella acci¨®n de guerra, el presidente Zapatero le premi¨®, junto a cinco de sus soldados, con la Cruz al M¨¦rito Militar con Distintivo Rojo. Cuando a lo largo de la conversaci¨®n le recuerdo aquellas escenas terribles, zigzaguea entre el orgullo del soldado que ha ganado una batalla y la tristeza del que ha visto morir en el campo de batalla. "Nunca olvidar¨¦ aquellos d¨ªas; los ataques de la insurgencia... Llamaba a mi mujer en Espa?a y le dec¨ªa: 'Nos est¨¢n atacando de nuevo'. Y ella escuchaba las explosiones... Aguantamos bien. Era mi obligaci¨®n. De vuelta a Espa?a estuve fastidiado. Son cosas que no te gusta ver. Que marcan. Creo que hicimos lo que ten¨ªamos que hacer y volvimos todos vivos. No tengo de qu¨¦ arrepentirme. No fuimos a Irak a hacer la guerra. Pero al final las cosas se torcieron. Actuamos de acuerdo a unas reglas de enfrentamiento que eran muy restrictivas en el uso de la fuerza. Durante la batalla no dispar¨¢bamos contra las ambulancias, aunque nos constara que estaban trasladando a combatientes; no dispar¨¢bamos contra los que fing¨ªan estar muertos; no destru¨ªamos edificios donde pod¨ªa haber poblaci¨®n civil aunque hubiera tiradores emboscados. Mis ¨®rdenes fueron defensivas. Ten¨ªamos unas reglas. Y si nos las salt¨¢bamos, pod¨ªamos acabar ante un tribunal".
-?Mat¨® usted a alguien?
-Prefiero no pensarlo.
Suena la llamada a la oraci¨®n desde una mezquita vecina al cuartel general de Unifil y se cuela al despacho del jefe, amplio, convencional y pobremente amueblado, como todo este complejo de Naciones Unidas que ha crecido desde unas tiendas de campa?a en mitad de la nada hasta convertirse en un enorme complejo militar y log¨ªstico que cubre las necesidades de los 12.000 soldados desplegados al sur del Litani. El recinto est¨¢ amurallado con bloques de hormig¨®n. Frente al escritorio del Force commander, una fotograf¨ªa de ¨¦l mismo arroj¨¢ndose en paraca¨ªdas en 1978 ocupa un lugar preferente. "As¨ª no me olvido de d¨®nde vengo. Que dios me libre de las moquetas. Los despachos pueden hacerte perder la cabeza".
Asarta insiste en que es un hombre de acci¨®n. Feliz sobre el terreno. Ante una bota de tinto. O compartiendo un narguile, esa pipa oriental a la que se ha aficionado en L¨ªbano. Le gusta mezclarse con sus soldados. Lo comprobaremos durante una visita a la zona de Marwahim, en el l¨ªmite con Israel, donde un equipo de zapadores italianos limpia de minas el campo. Hay miles sembradas por el Ej¨¦rcito israel¨ª tras su retirada. Deben localizarlas y destruirlas. Son peque?as cajas de un pl¨¢stico parduzco que se confunde con el terreno y ochenta gramos de explosivo en su interior. Su objetivo es mutilar. Retirarlas es un trabajo de alto riesgo. Asarta desciende de un salto de su helic¨®ptero y los trata con afecto. Repite el mensaje que acostumbra: "Soy uno de los vuestros".
En las distancias cortas, el general resulta un tipo sobrado, emp¨¢tico, campechano; con un abrazo de oso y una gran sonrisa, elementos que le son ¨²tiles en su relaci¨®n con los jefes tribales. Sabe que debe ganarse su confianza. Cualquier paso en falso de las tropas de Unifil podr¨ªa herir las susceptibilidades de los libaneses, enojar a las milicias y causar un estallido de violencia. Ese escenario de conflicto se produjo a comienzos del pasado mes de julio cuando el contingente militar franc¨¦s (poco dado a las sutilezas) se extralimit¨® en sus funciones de vigilancia registrando domicilios con perros y tomando fotograf¨ªas. Llov¨ªa sobre mojado. En esos mismos d¨ªas, los partidarios de Hezbol¨¢ comenzaban a movilizarse en todo el pa¨ªs en contra de las investigaciones del Tribunal Especial de la ONU para L¨ªbano, encargado de procesar y juzgar a los responsables del asesinato en 2005 del primer ministro sunita, Rafiq Hariri, en Beirut. Las investigaciones del tribunal sit¨²an a Hezbol¨¢ como responsable. Un rev¨¦s contra la imagen que ha cultivado de ser la resistencia del Estado liban¨¦s contra el sionismo. De ser un valor nacional. La organizaci¨®n chiita no estaba dispuesta a beber el c¨¢liz del descr¨¦dito. Y comenz¨® a desestabilizar todo el pa¨ªs. Hasta derribar al Gobierno el pasado enero. Por eso, cuando los soldados franceses se comportaron al sur del Litani m¨¢s como guerreros que como guardianes de la paz, la respuesta de los lugare?os fue inmovilizar sus patrullas, apedrear sus veh¨ªculos, herir a uno de sus hombres y sustraerle las armas. La situaci¨®n se le estaba escapando a Unifil de las manos. Tres d¨ªas despu¨¦s, Asarta se vio obligado a aplacar los ¨¢nimos durante una reuni¨®n con los l¨ªderes locales, a los que pidi¨® disculpas. Ir¨ªa a¨²n m¨¢s all¨¢ al d¨ªa siguiente con una carta p¨²blica de dolor de los pecados por el comportamiento de sus soldados. La iniciaba con este sentido p¨¢rrafo: "Como un hombre de paz; como una persona que ama profundamente a este pueblo, os dirijo estas palabras en un esp¨ªritu de total sinceridad desde lo m¨¢s profundo de mi coraz¨®n". Encaje de bolillos.
Hace un a?o, tras ser nombrado jefe de Unifil, un grupo de amigos regal¨® a Asarta un capote de matador con sus estrellas de general bordadas en la esclavina. Era una forma castiza de desearle suerte. La iba a necesitar. En este peque?o pa¨ªs atrapado entre Oriente y Occidente, entre los petrod¨®lares saud¨ªes y los iran¨ªes, que se debate para mantener un precario equilibrio entre las 17 confesiones religiosas que lo forman, alberga a miles de refugiados palestinos y est¨¢ a tiro de las posiciones israel¨ªes de la Divisi¨®n Galilea, han muerto desde 1975 m¨¢s de 200.000 personas v¨ªctimas de los enfrentamientos. En 2006, durante los 34 d¨ªas de guerra no declarada entre Hezbol¨¢ y el Ej¨¦rcito hebreo, murieron 1.500 libaneses y 120 jud¨ªos. Barrios enteros en los suburbios chiitas del sur de Beirut fueron arrasados por los ataques a¨¦reos de Israel y 100.000 viviendas quedaron destruidas en el sur del pa¨ªs. En su campa?a contra Hezbol¨¢, el rodillo militar israel¨ª borr¨® del mapa puentes y carreteras, aeropuertos y centrales el¨¦ctricas. En Beirut son evidentes las huellas de los bombardeos en Dahiya, el suburbio chiita de la capital donde Hezbol¨¢ dirige hasta el tr¨¢fico. Y a¨²n m¨¢s aqu¨ª, en el sur, un territorio que sufri¨® durante dos d¨¦cadas la ocupaci¨®n por parte de Israel. Hezbol¨¢, el Partido de Dios, monopoliz¨® durante ese periodo la resistencia, el poder pol¨ªtico y religioso y los servicios sociales. Esta formaci¨®n sigue gobernando de facto este territorio de 2.500 kil¨®metros cuadrados y 700.000 habitantes rodeado por una precaria frontera de 121 kil¨®metros con Israel. Su poblaci¨®n recibi¨® el pasado octubre al presidente iran¨ª, Mahmud Ahmadineyad, como a su l¨ªder natural. "Este es un tablero con blancas y negras, pero al mismo tiempo hay otros jugadores que juegan en el mismo tablero partidas simult¨¢neas", analiza Asarta. "Y su juego influye y confluye en este territorio. Hoy se puede iniciar un conflicto en L¨ªbano al margen de los dos pa¨ªses que juegan la partida principal y por eso nuestra misi¨®n se desarrolla en un contexto m¨¢s amplio que el ¨¢rea de operaciones sobre el que tenemos autoridad. Lo que ocurra en Palestina, Egipto, Ir¨¢n, puede afectar a la fr¨¢gil situaci¨®n de L¨ªbano. Y esa coyuntura crea una enorme inestabilidad en nuestra misi¨®n. Aqu¨ª se dilucidan intereses que no son precisamente los del pueblo liban¨¦s".
Cruzar el sur de L¨ªbano desde Naqoura hasta Marjayoun, donde est¨¢ localizada la base Cervantes, que concentra al contingente espa?ol, permite sumergirse en el feudo de Hezbol¨¢. Cada pueblo que atravesamos fue machacado por los bombardeos israel¨ªes en 2006. Los a¨²n visibles impactos de la artiller¨ªa contrastan con nuevos palacetes y peque?os negocios financiados por las remesas del exterior y la cooperaci¨®n internacional que han surgido en estos cuatro a?os de paz. A la entrada de cada poblado nos reciben enjambres de banderas amarillas de Hezbol¨¢ adornadas con Kal¨¢shnikov, los retratos de los j¨®venes kamikazes isl¨¢micos y las im¨¢genes de Jomeini; las plazas de Tibnin, Tulin, Markaba o Ett Taibe est¨¢n decoradas con piezas de armamento sustra¨ªdo al invasor israel¨ª. Todo remite a la guerra. Es imposible tomar im¨¢genes. Hezbol¨¢ no lo permite. En los puntos estrat¨¦gicos de nuestro recorrido se distinguen grupos de j¨®venes barbudos con motocicletas y m¨®viles vigilando los movimientos de los veh¨ªculos. Muchas mujeres visten chador. En El Adeisseh todav¨ªa se aprecian las ruinas de un puesto del ej¨¦rcito bombardeado por los israel¨ªes en agosto tras un enfrentamiento en la L¨ªnea Azul que se sald¨® con cuatro muertos. Pero donde mejor se escenifica la tensi¨®n entre L¨ªbano e Israel es en Kafer Kela, a unos pocos metros de la localidad israel¨ª de Metulla. Aqu¨ª los soldados de ambos bandos se ven las caras a diario; se escupen, insultan, apuntan con sus armas. "Un detalle absurdo puede provocar un tiroteo, y eso puede llevar a una guerra", describe Asarta. "Hay que prestar much¨ªsima atenci¨®n a la Blue Line. Una de nuestras preocupaciones es evitar esos incidentes que pueden desembocar en miles de muertos".
Unos pocos kil¨®metros antes de llegar a Marjayoun, un humilde monolito en una carretera sin nombre recuerda a los seis soldados espa?oles que murieron en este punto a causa de un atentado el 24 de junio de 2007. Sigue sin conocerse la autor¨ªa. Fue reivindicado por Fatah al Islam, un grupo terrorista sun¨ª vinculado a la red Al Qaeda y enemigo de Hezbol¨¢. ?Qui¨¦n mat¨® a los espa?oles? Nadie parece saberlo. En L¨ªbano todo es posible. La guerra est¨¢ enquistada. Y muchos piensan que el trabajo de Unifil es otro parche de la comunidad internacional. Asarta no es de esa opini¨®n. Inveterado optimista, ha acu?ado un reclamo publicitario para este territorio martirizado por 30 a?os de guerra y que ¨¦l cree que alg¨²n d¨ªa podr¨¢ vivir en concordia: "Si buscas la paz, vente al sur".
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