Preguntas sobre la revoluci¨®n egipcia
La ca¨ªda de Mubarak. Esa muchedumbre desarmada que arriesga la vida para derribar un r¨¦gimen mort¨ªfero. Esa demostraci¨®n de fuerza por parte de unos hombres y mujeres que prueban, una vez m¨¢s, que solo hay una superpotencia en este mundo: la del pueblo unido. La grandeza de esas gentes que han encontrado en la "fusi¨®n" (Sartre) la fuente de una energ¨ªa inimaginable; y en la esperanza (el otro Juan Pablo: Wojtyla), una invitaci¨®n a dejar atr¨¢s el "miedo". La aparici¨®n, surgida de la nada o, m¨¢s exactamente, de un espacio que cre¨ªamos virtual y es el de las redes sociales de la web, de esa nueva ¨¢gora que fue durante 18 d¨ªas la plaza de Tahrir de El Cairo. Esas reivindicaciones republicanas y responsables, moderadas y a escala humana. Esa ausencia de ilusi¨®n l¨ªrica. Esa alucinante madurez pol¨ªtica que tambi¨¦n parece surgida de la nada. La discreci¨®n, m¨¢s sorprendente a¨²n, de los agitadores islamistas, que primero callaron, luego se sumaron al movimiento de mala gana y en el ¨²ltimo minuto, y de com¨²n acuerdo con Suleim¨¢n, el polic¨ªa supremo, intentaron parchear un r¨¦gimen que se desmoronaba. El hecho de que, por primera vez en la historia del mundo ¨¢rabe moderno, todo esto haya acaecido sin una sola consigna antiamericana o antioccidental, sin que haya ardido una sola bandera israel¨ª y sin los consabidos esl¨®ganes sobre el origen "sionista" de todas las plagas de Egipto. El incre¨ªble espect¨¢culo de esos manifestantes que, tras derrocar al tirano, tuvieron el reflejo c¨ªvico de limpiar la plaza que hab¨ªan tomado y de decir de alg¨²n modo al mundo: "Barrer el antiguo r¨¦gimen no es una consigna abstracta; el barrido comienza aqu¨ª, en la vida y en la cabeza de cada uno"... Todo esto constituye una de las secuencias pol¨ªticas m¨¢s emocionantes que me ha tocado vivir. Pase lo que pase, me ha proporcionado una reserva de im¨¢genes indelebles que vienen a reunirse en mi memoria con las de las revoluciones del a?o de gracia de 1989, y es el signo de eso que Maurice Clavel llamaba "acontecimiento" y que, por ahora, ning¨²n temor, ninguna reserva, ning¨²n sombr¨ªo presentimiento deber¨ªan disuadirnos de aplaudir.
Es preciso saber si los Hermanos Musulmanes han renunciado a imponer la 'shar¨ªa'
Dicho esto, una cosa es saludar, celebrar o incluso abrazar el amanecer veraniego de esta primavera egipcia en invierno; una cosa es decir una y otra vez, como vengo haciendo desde hace semanas, que estamos pasando una p¨¢gina de la historia de la regi¨®n y, por tanto, del mundo, y que debemos alegrarnos de ello sin reservas, y otra muy distinta es hacer nuestro trabajo intentando ser no c¨®mplices del acontecimiento, como dicen algunos medios de comunicaci¨®n, sino testigos exigentes que se hacen las mismas preguntas que se est¨¢n haciendo, en el momento en que escribo, los dem¨®cratas egipcios m¨¢s l¨²cidos y sagaces.
La primera de estas preguntas tiene que ver con las consecuencias del movimiento. Para continuar en una vena sartreana, ?qu¨¦ ocurre con un grupo en fusi¨®n que recae en la inercia? ?Qu¨¦ ocurre con ese orden en la Tierra que, como dec¨ªa otro revolucionario -chino, en este caso-, siempre termina sucediendo al desorden en la Tierra? ?Y el precio de esa sucesi¨®n? ?Venganza o no de la realidad y de su prosa? ?Astucia o no de una historia que, como dec¨ªa Marx, tiene m¨¢s imaginaci¨®n que los hombres? ?Y qu¨¦ pensar, por ejemplo, de las declaraciones de Ayman Nur, l¨ªder de Al Ghad (partido laico liberal) y figura hist¨®rica de la oposici¨®n, que, cuando el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas anunciaba que "los tratados y pactos internacionales" ser¨ªan respetados, se pronunciaba en cambio a favor de la revisi¨®n del tratado con Israel?
La segunda tiene que ver con esos Hermanos Musulmanes que, lo repito, han sido los grandes ausentes del levantamiento, pero nada permite descartar que vayan a intentar, como el zorro de la f¨¢bula de La Fontaine, hacerse con su control despu¨¦s. Y, sobre todo, nada permite afirmar que hayan cambiado tan profundamente como explican esos distinguidos islam¨®logos que vienen encadenando patinazos y errores de an¨¢lisis durante los ¨²ltimos 30 a?os. Porque ?qu¨¦ dice exactamente la direcci¨®n de la hermandad? ?Qu¨¦ nos revela no tanto la decisi¨®n t¨¢ctica de ceder provisionalmente el turno, sino su ideolog¨ªa profunda y su proyecto de sociedad? ?Ha renunciado a la shar¨ªa? ?Se ha alejado de Ham¨¢s? ?Y de Sayyid Qutb, te¨®rico moderno de la yihad y, mientras no se demuestre lo contrario, su principal gu¨ªa intelectual?
Finalmente, la tercera pregunta concierne a ese Ej¨¦rcito que, tras la ca¨ªda del rais, ha asumido la direcci¨®n de las operaciones y cuyas profesiones de fe democr¨¢ticas parece creer todo el mundo a pies juntillas. ?Hace falta precisar que es el mismo Ej¨¦rcito, y comandado por los mismos generales, que durante los ¨²ltimos 58 a?os ha sido la columna vertebral de un r¨¦gimen aborrecible? ?Hay que recordar que las grandes ONG, como Amnist¨ªa Internacional, llevan d¨¦cadas denunciando su brutalidad y sus repetidas violaciones de los derechos humanos? ?Estamos seguros de estar tratando con un Ej¨¦rcito como el de Ataturk o como el de la Revoluci¨®n de los Claveles portuguesa? ?Debemos descartar completamente la hip¨®tesis de un Egipto que al final caiga en manos de un Gobierno, civil o no, que no sea sino una variante del r¨¦gimen instaurado anta?o por Nasser y cuyas bases no cambien sustancialmente?
Plantear estas preguntas no es pretender aguarle la fiesta a nadie ni, a¨²n menos, insultar al futuro. Es aportar una modesta contribuci¨®n a una revoluci¨®n que est¨¢ solo en su primer acto y cuyas repercusiones no afectar¨¢n solo a Egipto, sino al mundo.
Traducci¨®n de Jos¨¦ Luis S¨¢nchez-Silva.
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