La divergencia fiscal transatl¨¢ntica
La presentaci¨®n, esta semana, del presupuesto de EE UU para el a?o fiscal 2012 ha sido un ejemplo claro de la gran diferencia que persiste en pol¨ªtica econ¨®mica entre ambos lados del Atl¨¢ntico. Mientras la zona euro se dedica a negociar medidas legislativas para garantizar la estabilidad presupuestaria, EE UU publica un presupuesto donde, incluyendo hip¨®tesis muy generosas de crecimiento, el d¨¦ficit se estabiliza en el 3%, y la deuda, en un 77% del PIB en 2012. El presupuesto se basa en hip¨®tesis de pol¨ªtica econ¨®mica poco realistas, ya que asume aumentos de varios impuestos, entre ellos el de la renta para los tramos de renta m¨¢s alta, -algo que, como vimos a finales del a?o pasado, es muy poco probable dado lo impopular que son las subidas de impuestos en EE UU-. Adem¨¢s se basa sobre todo en el recorte de gastos discrecionales, que representan solo el 30%, dejando al margen la parte fundamental del problema fiscal de EE UU, la seguridad social y la salud.
El sistema europeo no es perfecto, pero se orienta a la estabilidad macroecon¨®mica m¨¢s que el de EE UU
El debate sobre la pol¨ªtica fiscal en EE UU es terriblemente complicado de entender. Por un lado, el presupuesto que presenta el Gobierno a inicios del a?o rara vez se aprueba. Es tan solo un documento que indica sus intenciones o deseos, pero que el Congreso puede tranquilamente ignorar, y que muchas veces ignora. Por ejemplo, el a?o pasado no se aprob¨® la ley presupuestaria, y la pol¨ªtica fiscal es, por tanto, un complejo y amorfo conjunto de leyes que se aprueban a lo largo del a?o sin mucho criterio macroecon¨®mico. Si no hay presupuesto, se aprueban leyes que dan continuidad a la operaci¨®n del Estado desde el punto de vista del gasto, mientras que los impuestos se deciden de manera independiente, como sucedi¨® el a?o pasado con la aprobaci¨®n, en el ¨²ltimo momento, de la extensi¨®n de los recortes impositivos de Bush.
Este a?o es a¨²n m¨¢s complejo, ya que la campa?a electoral para las presidenciales de 2012 ha comenzado y, por tanto, se aplica ya uno de los principios fundamentales de la pol¨ªtica: es preferible dominar el debate que llegar a una soluci¨®n. Es decir, lo que importa es el posicionamiento, tanto del Gobierno como de la oposici¨®n, en relaci¨®n con las primarias que se iniciar¨¢n a principios de 2012.
Bajo este prisma hay que entender el debate presupuestario actual. Los republicanos, en la oposici¨®n, pero con control del Congreso, argumentan que el problema no es el d¨¦ficit, sino el elevado peso del Gobierno en la econom¨ªa, y, por tanto, insisten en recortar gastos. De hecho, la propuesta de ley de continuidad necesaria para financiar el Gobierno hasta septiembre incluye una rebaja de gastos de m¨¢s de medio punto del PIB que servir¨¢ para justificar su negativa a aumentar impuestos. Los dem¨®cratas lo ven justo al rev¨¦s. Se oponen al recorte de gasto y apoyan la subida de impuestos. As¨ª que los puntos en com¨²n son m¨ªnimos, y el Gobierno tiene que triangular con mucho cuidado para intentar avanzar en la resoluci¨®n del problema fiscal.
El presupuesto, con aumentos de gasto en educaci¨®n, infraestructura y tecnolog¨ªa, combinados con recortes de gastos corrientes y subidas de impuestos, es un intento de dise?ar un m¨ªnimo com¨²n denominador que permita, a su vez, generar una ventaja posicional ante las elecciones.
A la estrategia pol¨ªtica hay que a?adirle la complejidad, a veces extraordinaria, del proceso legislativo estadounidense. El proceso de decisi¨®n del gasto discrecional es un buen ejemplo. El gasto "discrecional" se refiere al gasto que no incluye programas "obligatorios", como la seguridad social, la salud o el desempleo. Estas partidas de gastos se deciden cada a?o en 12 leyes dise?adas por 12 subcomit¨¦s del Congreso. Si alguna de estas leyes no se aprueba, los programas financiados por ellas, que incluyen una buena parte de los gastos corrientes de la Administraci¨®n, se eliminan. El proceso comienza con la definici¨®n del punto inicial para cada partida de gasto, que t¨ªpicamente es el nivel del a?o anterior m¨¢s un ajuste por inflaci¨®n. Es decir, para la partida X, si el gasto del a?o anterior fue 100 y la inflaci¨®n es del 3%, el punto de partida para el a?o entrante ser¨¢ de 103. Ahora imag¨ªnense que la decisi¨®n es de gastarse tan solo 101. Aquellos que quieran resaltar el ahorro dir¨¢n que se ha recortado el gasto en 2 unidades (de 103 a 101). Los que quieran resaltar el gasto dir¨¢n que se ha aumentado el gasto en una unidad (de 100 a 101). Ambos tienen raz¨®n, dependiendo de la base con respecto a la cual se est¨¦ hablando.
Este juego se repite de manera incesante durante el a?o, creando abundante confusi¨®n. Si, tras varios meses de debate, no se logran aprobar las leyes, entonces hay que aprobar una ley transitoria de continuidad para garantizar, al menos, la financiaci¨®n de todos los programas discrecionales al nivel del a?o anterior. Si esta ley de continuidad no se aprueba, el Gobierno debe cerrar sus puertas. Es un proceso dictado en gran medida por la pol¨ªtica local, con cientos de proyectos de infraestructura destinados a potenciar la campa?a electoral de cada congresista, y donde cualquier relaci¨®n con la gesti¨®n de la macroeconom¨ªa es pura coincidencia.
Comparen esto con el sistema europeo, con el Pacto de Estabilidad y Crecimiento -reforzado ahora con el "Semestre Europeo"- que establece objetivos plurianuales de d¨¦ficit y deuda, con un control estricto del d¨¦ficit c¨ªclico para determinar el impulso fiscal y con sistemas legislativos donde el presupuesto se decide de acuerdo con las necesidades macroecon¨®micas de la econom¨ªa. El sistema no es perfecto, pero est¨¢ mucho m¨¢s orientado hacia la estabilidad macroecon¨®mica. No es de extra?ar que el d¨¦ficit de EE UU en 2011 se estime que alcanzar¨¢ el 11%, casi el doble que en la zona euro. Las recomendaciones para la reducci¨®n del d¨¦ficit de la Comisi¨®n para la Responsabilidad Fiscal han ca¨ªdo, por ahora, en el olvido. El papel del d¨®lar como moneda de reserva le permite a EE UU estos lujos. Pero alg¨²n d¨ªa llegar¨¢ el momento de la verdad, y no parece que la sociedad estadounidense, que no ha sufrido un aumento significativo de impuestos en dos d¨¦cadas, est¨¦ preparada para ello. La llegada del "Tea Party" al Congreso puede cambiar esta din¨¢mica. Lo veremos en las pr¨®ximas semanas, cuando se debata el aumento del l¨ªmite de la deuda. Seria ir¨®nico que el "Tea Party", tan criticado por sus excentricidades, sea el catalizador de la disciplina fiscal en los EE UU.
?ngel Ubide es investigador visitante del Peterson Institute for International Economics en Washington.
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