La hora de los cambios
Los marroqu¨ªes piden m¨¢s libertad y menos corrupci¨®n, pero no el final del r¨¦gimen
Las revueltas que se est¨¢n produciendo en la estela de las de T¨²nez y Egipto llegaron ayer a Marruecos. Ni fueron tan masivas como las que han tenido lugar en otros pa¨ªses del Magreb y Oriente Pr¨®ximo, ni las fuerzas de seguridad respondieron inicialmente con violencia, aunque a ¨²ltima hora de la tarde se enfrentaron a grupos aislados m¨¢s radicales. Lejos de tratarse de una victoria del r¨¦gimen de Mohamed VI y de la consiguiente derrota de la oposici¨®n democr¨¢tica, la jornada de ayer ofrece a Marruecos una oportunidad para avanzar en la apertura pol¨ªtica. A diferencia de lo ocurrido en otros pa¨ªses del ¨¢rea, los manifestantes no reclamaron el fin de la monarqu¨ªa, sino su evoluci¨®n hacia un sistema constitucional con limitaci¨®n de los poderes del rey y un Gobierno elegido en las urnas. Tambi¨¦n exigieron medidas contra la corrupci¨®n.
Mohamed VI asentar¨ªa su r¨¦gimen sobre bases m¨¢s s¨®lidas si no desoyera estas peticiones, sobre todo en unos momentos en que una ola de hartazgo recorre los pa¨ªses de su entorno. Es a ¨¦l a quien m¨¢s le conviene tomar distancia de los aut¨®cratas que est¨¢n siendo desafiados desde el Atl¨¢ntico hasta el golfo P¨¦rsico. Antes de la manifestaci¨®n de ayer, haber profundizado las medidas democratizadoras que emprendi¨® al llegar al trono, pero que detuvo despu¨¦s, habr¨ªa enviado un mensaje de miedo, y seguramente de cinismo, a la vista de la ca¨ªda de Ben Ali y de Mubarak. Hacerlo ahora, cuando los manifestantes lo han tratado como interlocutor de sus reclamaciones, no como su enemigo, contribuir¨ªa a conjurar definitivamente la posibilidad de que Marruecos acabe corriendo la suerte de T¨²nez y Egipto.
El auge del islamismo radical durante los ¨²ltimos a?os es el resultado de que, por la ceguera de las grandes potencias y por el mezquino inter¨¦s de la mayor parte de los Gobiernos del Magreb y Oriente Pr¨®ximo, se regalase a esa fuerza pol¨ªtica la bandera de la lucha contra la tiran¨ªa y la corrupci¨®n. Las revueltas que comenzaron en T¨²nez, y que tuvieron un olvidado pre¨¢mbulo en las reivindicaciones sociales de los saharauis del campamento cercano a El Aai¨²n, han demostrado que en el Magreb y en Oriente Pr¨®ximo existe una ciudadan¨ªa que no desea seguir atrapada en la falsa dicotom¨ªa entre dictadura y fanatismo. El Gobierno marroqu¨ª parece haber extra¨ªdo una experiencia en la buena direcci¨®n de su actuaci¨®n de entonces.
Si Mohamed VI emprendiera una aut¨¦ntica democratizaci¨®n de su r¨¦gimen, y una lucha sincera contra la corrupci¨®n, su iniciativa se convertir¨ªa en un ejemplo a seguir por otros pa¨ªses del ¨¢rea. Puesto que los marroqu¨ªes no le han dicho en las calles que se vaya, sino que corrija las deficiencias democr¨¢ticas de su r¨¦gimen, Mohamed VI est¨¢ en una inmejorable situaci¨®n para marcar un camino que ahorre sufrimientos. Y que ofrezca una esperanza de prosperidad y libertad para una regi¨®n sumida hasta ahora en una inmovilidad que, como se ha comprobado, cebaba una bomba lista para estallar.
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