El duradero esplendor de las derrotas
La lectura de estas biograf¨ªas, legendarias o hist¨®ricas, produce una verdadera catarsis. Sus peripecias heroicas dejan al lector purificado de compasi¨®n y terror; son sanguinolentas tramas tr¨¢gicas de truculentos y belicosos protagonistas. "Unos se abrieron la garganta con una daga, otros murieron quemados, decapitados, pasados por el garrote; los hubo que murieron en combate atravesados por una espada, una lanza o una bala, o quienes explotaron en mil pedazos al ser lanzados como bombas o torpedos humanos. Casi siempre abandonaron el mundo a temprana edad y con sufrimiento, y a menudo fueron ellos sus propios verdugos". Pero lo que une estas historias no es s¨®lo la manifiesta crueldad de sus tristes destinos, sino el inmenso prestigio que, en la mentalidad nipona, rodea a sus tercos h¨¦roes. Esa es la idea central que sirve para enhebrar esas vidas: estos grandes fracasados gozan, en el Jap¨®n tradicional, de un prestigio que los encumbra como ejemplos de virtud. Por su valor, su aret¨¦, como dir¨ªa un griego, se empecinaron en la derrota ante un enemigo superior e implacable, y enfrentaron la muerte con la dignidad elegante que caracteriza al m¨¢rtir del supremo coraje, "consagrados y elevados a los divinos altares del sinto¨ªsmo".
Tal vez la gente admire menos, aunque envidie m¨¢s, a los triunfadores, porque sabe que el ¨¦xito se compra a menudo con astucias e intrigas
Desde Yamato Takeru (siglo IV) hasta el vicealmirante Onishi, el instructor de los kamikazes, que se hizo el haraquiri en agosto de 1944, desfilan aqu¨ª nueve h¨¦roes admirables fracasados. Los m¨¢s memorables son Minamoto no Yoshitsune, Kusonoki Masashige, en ¨¦poca medieval, y Oshio Heihachiro y Saigo Takamori, en el siglo XIX, pero hay alguno menos violento y muy simp¨¢tico, como ese Arima no Miko, calificado de "pr¨ªncipe de la melancol¨ªa". Para casi todos vale el mismo esquema: "Tras una subida mete¨®rica a la cima del ¨¦xito, vio c¨®mo lo soltaban desde lo alto y se desplomaba en picado hacia el desastre absoluto, v¨ªctima de su propia integridad, burlado por hombres m¨¢s pragm¨¢ticos que ¨¦l y traicionado por quienes se dec¨ªan sus amigos". No se trata de h¨¦roes derrotados por un golpe de azar, sino de valientes que retaron al poder y sumieron su derrota con obstinada audacia, empecinados en una fat¨ªdica cat¨¢strofe, hasta morir sin rendirse, como exige la ¨¦tica tradicional japonesa. Que una sociedad tan disciplinada y sumisa admire a fondo a tales individuos es una paradoja intrigante. Lo apunta muy bien I. Morris: "En una sociedad conformista y cerrada como la japonesa, en la que se valora sobre todo el ¨¦xito dentro de un marco convencional perfectamente definido se observa la especial fascinaci¨®n que ejercen quienes, movidos por su singular personalidad y su compromiso con unos ideales abstractos, se ven impulsados a romper con la 'tela de ara?a social' para enfrentarse a la todopoderosa autoridad establecida en un acto de desesperado desaf¨ªo". Y acierta a explicarlo: las gentes "reconocen la aut¨¦ntica madera de h¨¦roe entre quienes se niegan a conformarse con la cruda realidad". Claro que los h¨¦roes pagan ese desaf¨ªo con sangre y su implacable destrucci¨®n. No s¨®lo en Jap¨®n, creo, el imaginario heroico puede servir para compensar la mezquindad cotidiana. Y no deja de ser curioso -como Morris se?ala- que los antagonistas de esos h¨¦roes, los triunfadores, que fueron a menudo mucho m¨¢s constructivos y ¨²tiles, hayan quedado en la memoria popular como villanos de la historia. "El vil y victorioso Takauji" fund¨® una dinast¨ªa y fue un "gran estadista", mientras que Masashige, su rival vencido, tras su triste derrota se suicid¨® con cincuenta de los suyos; pero el primero es recordado como traidor y "supervillano legendario", el vencido como un glorioso samur¨¢i. El modernizador Okubo fue, al parecer, m¨¢s ¨²til que Saigo Takamori, pero no recibe el cari?o popular que este gran rebelde, "el ¨²ltimo verdadero samur¨¢i", bravo s¨ªmbolo de lucha contra el p¨¦rfido bakufu de los Tokugawa. Tal vez la gente admire menos, aunque envidie m¨¢s, a los triunfadores, porque sabe que ¨¦xito y victorias se compran a menudo con astucias, mentiras, traiciones e intrigas.
La leyenda suele hacer su propia justicia, y resulta admirable un pa¨ªs como Jap¨®n, que honra a tales h¨¦roes, dotados adem¨¢s de singular talento po¨¦tico. Entre combates compusieron delicados poemas con exquisita caligraf¨ªa.
Tal vez al lector le cueste retener en la memoria sus nombres, pero le ser¨¢ dif¨ªcil olvidar sus gestas fascinantes y extra?as, y su intenso colorido tr¨¢gico. Es muy acertada la recuperaci¨®n, en traducci¨®n excelente, del libro de Morris, que, con magn¨ªfico estilo y sabia erudici¨®n, como muestran sus notas, recrea gestas hist¨®ricas tan impresionantes.
La nobleza del fracaso. H¨¦roes tr¨¢gicos de la historia de Jap¨®n. Ivan Morris. Traducci¨®n de Paloma Tejada. Alianza. Madrid, 2010. 630 p¨¢ginas. 29,50 euros.
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