"O¨ª que colaboraste con la Gestapo"
Wiera Gran, la cantante jud¨ªa del gueto de Varsovia, arrastr¨® toda su vida el estigma de haber trabajado para la polic¨ªa de Hitler y el miedo a verse acechada por sus enemigos
Durante la primera semana, la escritora escuch¨® las confidencias de la cantante a la puerta de entrada de la casa de esta, en un taburete inc¨®modo encima del felpudo. Enloquecida, aquejada de man¨ªa persecutoria, en aquella primavera de 2003, Wiera Gran dorm¨ªa con un martillo y un destornillador debajo de la almohada, sin salir jam¨¢s de casa porque viv¨ªa convencida de que sus enemigos jud¨ªos rondaban al acecho y aguardaban cualquier oportunidad para desvalijarla. Tras esa primera semana, la cantante accedi¨® a que la periodista y escritora polaca Agata Tuszynska entrara en su casa, un piso de un barrio lujoso de Par¨ªs abarrotado de cajas de recortes de peri¨®dicos, informaciones sobre ella misma y fotograf¨ªas. Tras varios a?os de conversaciones e investigaciones naci¨® un libro publicado en polaco y en franc¨¦s (Wiera Gran, L'acus¨¦e: la edici¨®n francesa es de Grasset), que cuenta la historia de esta mujer jud¨ªa, una aut¨¦ntica viajera del siglo, que cant¨® durante casi un a?o en un famoso cabaret del gueto de Varsovia, que consigui¨® escapar de la deportaci¨®n a campos de concentraci¨®n, que se escondi¨® en una aldea hasta que termin¨® la guerra y que durante toda su vida arrastr¨® la acusaci¨®n de haber colaborado con la Gestapo. Hasta el punto de que enloqueci¨® tras tratar in¨²tilmente de demostrar que era inocente.
Nunca hubo pruebas concluyentes contra ella. Siempre queda un rastro de niebla al final de su carrera
Wiera Gran naci¨® en 1916. Las fotos que han quedado de ella la muestran como una mujer bella, peinada siempre con un mo?o elegante, que destac¨® desde su adolescencia por el timbre apagado de su voz, algo parecido al de Marlene Dietrich. Ya era c¨¦lebre -hab¨ªa recibido una invitaci¨®n para actuar en el Moulin Rouge de Par¨ªs- cuando los alemanes la confinaron junto a su familia en el gueto de Varsovia. Su marido, Kazimierz Jezierski, que no era jud¨ªo, se qued¨® del otro lado de la ciudad. Al poco tiempo, el due?o del cabaret Sztuka la contrat¨®. "Y un d¨ªa", relata ella, "un pianista vino a m¨ª. Era Wladyslaw Szpilman, el compositor. Me hab¨ªa acompa?ado algunas veces antes de la guerra. Me pidi¨® que le ayudara, que no ten¨ªa de qu¨¦ vivir. Era humilde y peque?o. Trat¨¦ de hacerlo". Ese hombre peque?o y humilde iba a convertirse en una leyenda a?os atr¨¢s al inspirar la pel¨ªcula El pianista, de Roman Polanski.
Durante muchos meses, ella y Szpilman actuaron en ese cabaret que reun¨ªa a los miembros m¨¢s pudientes del ej¨¦rcito de condenados a muerte que compon¨ªan el gueto, que presenciaban el espect¨¢culo sin calefacci¨®n, a veces con temperaturas por debajo de cero grados y que aplaud¨ªan en sordina porque no se atrev¨ªan a despojarse de los guantes o de los abrigos. "Los espectadores me ped¨ªan canciones de antes de la guerra, que les recordara otra vida, momentos de felicidad, tiempos en los que se sent¨ªan como seres humanos y no como animales enjaulados. Lloraban, pero sus l¨¢grimas les aliviaban, les permit¨ªan concebir que la vida era algo m¨¢s que el gueto".
Algunos supervivientes aseguran que la vieron muchas veces en compa?¨ªa de polic¨ªas jud¨ªos colaboradores de la Gestapo que gozaban siempre de una mesa privilegiada en el caf¨¦ Sztuka. Otros la acusan de delatora, de haberse servido de su belleza y de su fama para esquivar la miseria y el hambre que ahogaba al resto, de haber cantado en fiestas privadas de gerifaltes alemanes que acud¨ªan al gueto a escucharla. Otros la disculpan afirmando que haberse negado a participar en esas fiestas equivaldr¨ªa a haber firmado su propia sentencia de muerte, y que Wiera Gran no solo no colabor¨® jam¨¢s con los alemanes, sino que ayud¨® a muchos ni?os sin familia que en aquellos d¨ªas se mor¨ªan de hambre en el gueto gracias a los recursos conseguidos con su voz.
Tras 15 meses que la marcar¨ªan para siempre, logr¨® escapar, con la ayuda de su marido, a principios de agosto de 1942. Cuenta que jam¨¢s se perdon¨® el no haber podido llevarse consigo a su madre o a sus hermanas. Durante varios meses vivi¨® a salto de mata, en pisos de amigos o conocidos que la ocultaban por una o dos noches, con el terror a ser apresada. Cualquiera la pod¨ªa denunciar. Como asegura la autora del libro, "en el gueto era una estrella, pero en el exterior, una jud¨ªa en manos de cualquiera". Perdi¨® un hijo, que muri¨® de inanici¨®n. Cay¨® en una depresi¨®n oscura de la que no encontraba la salida. Hasta que el 11 de febrero de 1945 oy¨® una voz en la radio que le result¨® conocida: Wladyslaw Szpilman, el pianista que le hab¨ªa acompa?ado en el gueto, anunciaba un nuevo programa musical en la nueva Varsovia libre. Cuando fue a verle para pedirle trabajo, este se limit¨® a responder con una pregunta: "?Pero t¨² no est¨¢s muerta?". Luego a?adi¨® algo que iba a atormentar para siempre a Gran: "O¨ª que colaboraste con la Gestapo".
Durante los a?os siguientes, Wera Gran actu¨® en el Carnegie Hall, grab¨® un dueto con Charles Aznavour, cant¨® en ruso, en polaco y en franc¨¦s, recre¨® temas inmortales de ?dith Piaf o de Jacques Brel. Vivi¨® de la canci¨®n, pero tambi¨¦n de un negocio particular de exportaci¨®n de joyas y ropa de lujo a Suecia. Pero, sobre todo, se pas¨® toda la vida intentando sacudirse su estigma. El tribunal ciudadano del Comit¨¦ Central de los Jud¨ªos de Polonia estudi¨® el caso, desde diciembre de 1946 hasta enero de 1949. Como siempre, hay testimonios que la acusan y otros que la absuelven, testigos que se contradicen irremisiblemente hasta en lo m¨¢s evidente. Al final fue absuelta por falta de pruebas.
En las memorias que inspiraron El pianista, Wladyslaw Szpilman no la cita. La elimina directamente de esa parte de su vida. En la pel¨ªcula tampoco aparece. En 1971 suspendi¨® una gira en Israel porque el p¨²blico acud¨ªa a los conciertos vestido con los uniformes de rayas de los campos de concentraci¨®n en se?al de protesta.
En 1983, despu¨¦s de otro interminable proceso que se cerr¨® en falso sin que se encontraran pruebas, abandon¨® la canci¨®n. Tuszynska confiesa, tras su minuciosa investigaci¨®n, que alcanzar una verdad irrefutable es imposible, que siempre queda un rastro de niebla al final de la carrera de la gran Wiera Gran. Jam¨¢s podr¨¢ nadie acusarla de haber sido colaboradora de una forma determinante porque no hay pruebas. Jam¨¢s nadie podr¨¢ refutar terminantemente el rumor de que lo fue. Jam¨¢s goz¨® de la presunci¨®n de inocencia. Muri¨® en 2007.
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