Celdas de tortura bajo el palacio de Gadafi en Bengasi
La residencia del dictador ocultaba un centro subterr¨¢neo de detenci¨®n
Una plancha de hierro de cincuenta cent¨ªmetros de lado y dos de grosor cubre un agujero en el suelo, mucho m¨¢s peque?o, por el que apenas cabe un hombre. Dentro espera un hueco de dos metros y medio por tres y apenas uno y medio de altura. La entrada al infierno. Unos metros m¨¢s all¨¢ 16 habitaciones en un edificio reciben la luz que entra por un min¨²sculo ventanuco y se refleja sobre el gres azul de la pared. En el azulejo se limpia mejor la sangre.
En Bengasi todos sab¨ªan lo que ocurr¨ªa en Katiba el Fadil. Si alguien entraba ah¨ª, nunca se le volv¨ªa a ver. Pero la realidad siempre es mucho m¨¢s terrible. Cuando los rebeldes consiguieron hacerse con el cuartel general de las fuerzas especiales de Gadafi, donde el l¨ªder ten¨ªa su residencia cuando estaba en la capital, descubrieron ad¨®nde iban a parar los que cruzaban los muros del gigantesco complejo militar.
Los que entraban en Katiba el Fadil casi nunca volv¨ªan a salir
No se puede negar que Muamar el Gadafi tiene imaginaci¨®n. S¨®rdida, espeluznante y delirantemente creativa. Nadie que no la tuviera podr¨ªa idear tantos y tan diversos modos de quitarle a un hombre su libertad o su vida. O ambas. Hoy no hay hu¨¦spedes en el interior de esas celdas, pero los hubo. Hace tres d¨ªas se oyeron gritos y los ciudadanos empezaron a excavar. ?Lo que esperaba m¨¢s abajo? Hombres p¨¢lidos encerrados durante a?os en espacios min¨²sculos. El abogado Zunul al Fatmy habla de 150 liberados, Mustaf¨¢ Gudirani del centro de prensa rebelde rebaja la cifra a "entre 15 y 30". "Gadafi no hace prisioneros".
Una plancha de hormig¨®n en unos casos, en otros una puerta de acero de dos cuartas. Tuvieron que buscar puntos m¨¢s fr¨¢giles donde abrir hueco. Bajo el suelo un respiradero de poliuretano lleva aire al habit¨¢culo en el que hacinaban los prisioneros. "Un hombre, Gamal Sahmak, ha estado encerrado 20 a?os", se?ala Abdelhakim, un ingeniero de una empresa petrol¨ªfera que estos d¨ªas pasa su tiempo explicando a los reci¨¦n llegados lo ocurrido en el recinto. "Su familia no sab¨ªa d¨®nde estaba y lo encontraron aqu¨ª", relata. Muestra el agujero que abrieron en la tierra para sacarle y luego se?ala un edificio cercano con aspecto de dormitorio militar.
En su interior 16 habitaciones de dos metros cuadrados alicatadas de azul hasta el techo se ocultan tras gruesas puertas de hierro con infinitas capas de pintura gris. Tras cada una de esas puertas hubo una vez "entre seis y siete hombres", explica el ingeniero. Un hombre tras ¨¦l apunta: "Uno de los que consigui¨® escapar de aqu¨ª cuenta que una hora antes de que les liberasen sacaron a uno y lo mataron en esta esquina". Despu¨¦s fueron sacando a otros. Oyeron tiros fuera y no supieron nada m¨¢s. La n¨²mero 17 es "la de la muerte", apunta el ingeniero, "pod¨ªan tenerles aqu¨ª hasta 10 d¨ªas sin comida ni agua. Hasta que se secaban". En una franja encalada sobre el gres se puede leer "Busnaf estuvo aqu¨ª".
No lejos de all¨ª se pueden ver los restos calcinados del polvor¨ªn. Una ceniza densa y caliente hace imposible respirar. Alguna familia se acerca y explica a sus hijos lo que est¨¢n viendo. Despu¨¦s vuelven sus pasos sorteando un enorme charco saltando sobre algunos cajones de munici¨®n vac¨ªos y se dirigen a un edifico contiguo, completamente calcinado pero en el que a¨²n se aprecian lujosos detalles. Teselas doradas y azules, granito y m¨¢rmol y cristales de un cent¨ªmetro reventados por el calor. Es la residencia de Gadafi.
"No quiero que mis hijos olviden nunca lo que ha hecho, por eso les traigo aqu¨ª", dice un hombre que lleva a su hija de la mano.
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