Boy
Cuando escuchamos a un negro americano pronunciar el c¨¦lebre "hey, man", lo interpretamos como el "oye, t¨ªo" que tantas veces aparece en nuestro idioma. Pero el hecho de que ese "man" sea m¨¢s com¨²n entre los negros tiene una dolorosa raz¨®n de sobra conocida en los Estados Unidos: no hace tantas d¨¦cadas que los blancos utilizaban el "boy" para dirigirse a un negro. Ya pod¨ªa el negro ser un anciano que nunca abandonaba su categor¨ªa de "chico", si¨¦ndole negada de por vida la mayor¨ªa de edad. Los negros sustituyeron con el apelativo "hombre" aquel humillante "chico" al que tantas veces se vieron obligados a responder. Cierto es que la correcci¨®n pol¨ªtica en Estados Unidos ha alcanzado cotas rid¨ªculas, tratando de fiscalizar no ya el habla presente sino la que forma parte de la historia, como esas correcciones que se le han aplicado al pobre Mark Twain en Huckleberry Finn. Ir¨®nico, siendo como fue Twain un adelantado en la defensa de los derechos de todos los seres humanos.
El caso espa?ol es curioso. Cuando a un personaje p¨²blico se le recrimina su falta de consideraci¨®n hacia un determinado grupo, este apela de inmediato a su derecho a hablar a la pata la llana, a no dejarse llevar por la cursiler¨ªa de lo correcto. No es capaz de reconocer que a estas alturas dirigirse en t¨¦rminos discriminatorios a un ciudadano, sea cual sea su condici¨®n, es inadmisible. ?Es tan deshonroso pedir disculpas y dejar de marear la perdiz? Celia Villalobos defendi¨® su derecho a usar la entra?able palabra "tontitos" para referirse a los discapacitados por tratarse del habla de la calle. No s¨¦ a qu¨¦ calle se refer¨ªa, pero ser¨ªa deseable que los pol¨ªticos no la frecuentaran. Yo, que tambi¨¦n amo la calle, dej¨¦ hace mucho de o¨ªr la odiosa palabra. Desde que aquellos que fueron tontitos hoy van a la escuela, aprenden oficios y a menudo aspiran a ganarse la vida.
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