Intervenir en Libia
Lo cuenta uno de los protagonistas de la an¨¦cdota, que prefiere preservar el anonimato. Duda sobre si es el a?o 1977 o 1978, pero recuerda una jaima a las afueras de Tr¨ªpoli. Dos j¨®venes opositores al franquismo han ido a Libia a buscar apoyo para uno de los m¨²ltiples partidos pol¨ªticos que intentaban jugar un papel relevante en el posfranquismo. La espera ha sido larga, pues hab¨ªa una larga fila de peticionarios, representantes de todos los movimientos revolucionarios del mundo, en busca de apoyo para su causa. Pero el viaje ha merecido la pena, pues al fin han podido ver a Gadafi. El coronel les ha escuchado en silencio mientras expon¨ªan su caso, y al terminar la audiencia, sin mediar palabra, les han pasado a una sala donde el contacto libio que les ha servido de interlocutor les ha preguntado a bocajarro: "?Qu¨¦ quieren: armas o dinero?". "Solo dinero, gracias", han respondido apresuradamente, asustados ante la franqueza de la oferta. Lo prometido es deuda, pues unos meses m¨¢s tarde, en la Embajada libia en Madrid, se les hace entrega de un malet¨ªn con una importante cantidad de dinero en efectivo.
Si la situaci¨®n sigue igual de estancada, alg¨²n tipo de actuaci¨®n militar ser¨¢ inevitable
La an¨¦cdota pone sobre la mesa el principio de no-injerencia en los asuntos internos de otros pa¨ªses, que Gadafi reclama para su r¨¦gimen, pese a no haberlo respetado en toda su vida, como prueban las 280 v¨ªctimas del atentado al avi¨®n de Pan Am que se estrell¨® en Lockerbie en 1988 y los 3 muertos y 229 heridos en la explosi¨®n en la discoteca La Belle en Berl¨ªn dos a?os antes, cuya autor¨ªa est¨¢ fehacientemente atribuida a Tr¨ªpoli. ?Ha llegado, o est¨¢ a punto de llegar, el momento de devolver el favor a los libios y enviar armas o dinero, lo que ellos pidan? Si se hiciera, no ser¨ªa la primera vez, desde luego. En 1994, el embajador de EE UU en Zagreb informaba al Gobierno croata de que "no ten¨ªa instrucciones respecto al uso de su territorio para el tr¨¢nsito de armas hacia Bosnia", un eufemismo mediante el que Bill Clinton daba luz verde para que los bosnios violaran el embargo de armas que pesaba sobre ellos. Que Clinton diera la autorizaci¨®n a sabiendas de que las armas proven¨ªan de Ir¨¢n, su archienemigo, y adem¨¢s lo hiciera a espaldas del Congreso, demuestra que los renglones de la historia solo aparecen rectos en las p¨¢ginas que escriben los historiadores, nunca en las decisiones de los pol¨ªticos que la hacen.
Es cierto que, como se ha recordado estos d¨ªas, la democracia no se puede imponer con bombardeos desde 10.000 metros de altura, pero viendo a la fuerza a¨¦rea de Gadafi y a sus mercenarios intentar retomar las posiciones de unos rebeldes muy pobremente armados, es obligatorio preguntarse cu¨¢l es nuestro grado de indiferencia respecto a un eventual triunfo de Gadafi. Si la situaci¨®n en Libia sigue igual de estancada, alg¨²n tipo de actuaci¨®n militar ser¨¢ inevitable. Esta podr¨¢ tomar m¨²ltiples formas, desde la designaci¨®n de zonas seguras en las fronteras para la atenci¨®n y evacuaci¨®n de refugiados hasta la creaci¨®n de corredores humanitarios para atender a la poblaci¨®n civil. Incluso si, como ha pedido el comit¨¦ revolucionario de Bengasi, se presta cobertura a¨¦rea a la oposici¨®n para impedir que los aviones y helic¨®pteros de Gadafi les hostiguen o se sigue la doctrina Clinton sobre la falta de instrucciones respecto a los tr¨¢nsitos de armas, esto requerir¨ªa desplegar en tierra peque?os equipos de apoyo. Con raz¨®n, y para que nadie se llame a enga?o, el secretario de Defensa estadounidense ha se?alado que la imposici¨®n de una zona de exclusi¨®n a¨¦rea es un acto de guerra en tanto en cuanto requiere destruir las defensas a¨¦reas de Gadafi. L¨®gicamente, Estados Unidos no quiere dar ese paso sin cobertura de la ONU, pero China y Rusia no van a dar esa autorizaci¨®n a no ser que Gadafi ponga en marcha una matanza masiva de civiles. Quedan la Liga ?rabe y la Uni¨®n Africana, que podr¨ªan legitimar una intervenci¨®n militar, pero les pesa el precedente que se podr¨ªa crear. Por tanto, quien quiera esperar a que brille la legalidad internacional antes de actuar que vaya apagando la televisi¨®n porque lo que podr¨ªa ver en ella (a Gadafi retomando el poder o una guerra civil como la de Somalia, con cientos de miles de desplazados y miseria por doquier) no le va a gustar nada. Como tantas otras veces, todo lo que se deber¨ªa hacer no se puede hacer, y todo lo que se puede hacer sirve de poco. Pero bien visto, eso significa que las posibilidades de actuaci¨®n son inmensas, as¨ª que no descartemos nada.
jitorreblanca@ecfr.eu
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