Abstracciones, historias
Un d¨ªa recibo una petici¨®n para escribir un texto sobre la cultura. La cultura es una abstracci¨®n hasta que se cuenta una historia y cada cultura tiene su propia historia. Entonces, ?por d¨®nde empezar? Puedo citar miles de cosas que en mayor o menor medida tienen una relaci¨®n con la cultura: un cuarteto de cuerda, una lecci¨®n de lat¨ªn, una pila bautismal barroca, una m¨¢scara de teatro griego, un Alfa Romeo, una mu?eca wayang, un traje de Brioni, un bar mitzv¨¢, una estatuilla votiva de piedra de Jizo, un manuscrito de la Edad Media, una reverencia, una mezquita, un aguafuerte, un ordenador... La inyecci¨®n que produce la muerte a un condenado de una c¨¢rcel norteamericana ?tambi¨¦n es cultura? Y por tanto, ?forma parte de la cultura norteamericana? ?Y la sharia? ?La campana que suena en la Bolsa? ?El Gran Hermano? ?El carnaval? ?Un festival de la canci¨®n? ?La ablaci¨®n femenina? ?Un duelo? ?El himno vasco que suena cuando se entierra a un terrorista? ?Los informes de la Segunda C¨¢mara del Parlamento holand¨¦s? ?La pel¨ªcula sobre el Cor¨¢n de Wilders? ?Hay alguna cosa que no sea cultura? La "mala" cultura, ?se inscribe igualmente en la cultura? Y la cultura que es radicalmente distinta, la que se siente como hostil, ?es cultura a pesar de todo?
La "mala" cultura ?se inscribe igualmente en la cultura? Y la que se siente como hostil ?es cultura a pesar de todo?
Si se quiere, se puede definir cultura, por analog¨ªa con la agricultura, como algo que ha crecido lentamente. O bien, si se observa el resultado, como algo que ha surgido as¨ª y por tanto de ning¨²n otro modo. Me gusta visitar los museos arqueol¨®gicos dondequiera que est¨¦n. Gracias a ello he constatado que el origen siempre est¨¢ en el s¨ªlex, ya sea germano, coreano, azteca o de Kirguizist¨¢n. Me gusta mirar esos fragmentos de piedra que est¨¢n en las vitrinas porque s¨¦ que nunca los reconocer¨ªa si me los encontrara en un camino lleno de f¨®siles o en un sendero cubierto de grava y de piedras. Algo mucho peor les ocurre a los cuencos. Lo m¨¢s probable es que al s¨ªlex y a las hachas le sucedieran los cuencos. El efecto que produce en m¨ª el cuenco es el mismo que la impresi¨®n que le caus¨® a Heidegger la jarra, un objeto ancho por abajo que se estrecha ligeramente en la parte superior y donde se puede guardar aceite, agua o vino. Pero eso est¨¢ en el paso siguiente, en la pr¨®xima sala. Ahora, jarras y vasos est¨¢n decorados con personajes, lo que les convierte en objetos m¨¢s refinados y elegantes. Presentan historias mitol¨®gicas con sus dioses y sus h¨¦roes que han sobrevivido a los siglos posteriores, cuando ya ni cre¨ªamos en ellos y que son el cuadro de referencia de la cultura occidental. Musas, la Esfinge, Ulises, el dios Apolo, el Edipo en el que m¨¢s tarde Freud encontrar¨ªa su complejo, la Ant¨ªgona que mucho tiempo despu¨¦s de S¨®focles inspirar¨ªa a los pintores y escritores del Renacimiento, una fascinaci¨®n que dura hasta nuestra ¨¦poca. Los cuadros de Rubens y de De Chirico, las ¨®peras de Haendel, la Ifigenia en Tauride de Goethe, las tragedias de Anouilh y Cocteau, el Orfeo de Monteverdi, las novelas de Vestdijk y de Joyce, todo ello est¨¢ repleto de historias de hace cinco mil a?os. De igual modo cuentan las historias del Antiguo y el Nuevo Testamento. Job, Sans¨®n y Dalila, Daniel en la fosa de los leones, la resurrecci¨®n de L¨¢zaro, la milagrosa multiplicaci¨®n de los panes, las murallas de Jeric¨®, la expulsi¨®n de Ad¨¢n y Eva del Para¨ªso, el combate con el ¨¢ngel, todo ello pertenece desde hace siglos y en todas sus formas a la colecci¨®n del arte occidental. El libro Movotapes, de A. F. Th., es impensable sin Apolo, de quien los cines y teatros toman su nombre y por eso ya nadie le conoce. Aquel que presinti¨® que el mismo fen¨®meno se producir¨ªa con el Dios de los cristianos era un hereje y a pesar de ello, desde hace tiempo se pueden ver los s¨ªntomas de ese declive, al menos en Holanda, donde las mezquitas est¨¢n llenas pero, en cambio, las iglesias vac¨ªas. En todo caso, ?qu¨¦ va a ocurrir con el marco de referencia de nuestra cultura? La mayor¨ªa de la gente deambula por iglesias y museos como si fueran ciegos y todos necesitan una explicaci¨®n de igual forma que se necesita leer el programa de una ¨®pera para entender la historia. A todo esto se puede objetar alegando que el marco de referencia de la cultura ha sido siempre privilegio de una ¨¦lite, pero aquellos que en la Edad Media no sab¨ªan leer, s¨ª sab¨ªan lo que significaban y representaban los retablos y los capiteles de las iglesias y de los claustros romanos, porque la gente normal conoc¨ªa las representaciones que se utilizaban para contar la historia de su cultura. Mientras tanto, nosotros perdemos nuestras propias representaciones porque no conocemos la historia que les dio origen y, debido a la globalizaci¨®n, nos encontramos inmersos en las im¨¢genes y en los s¨ªmbolos de otros. A nuestro alrededor se construyen mezquitas y templos hind¨²es. En los escaparates de los anticuarios y en las casas de nuestros amigos vemos barcos funerarios y dioses con m¨²ltiples brazos y cabezas que tienen un sentido totalmente distinto en su pa¨ªs de origen que en el nuestro. A decir verdad, tendr¨ªamos que saber cu¨¢l es la diferencia entre sun¨ªes y chi¨ªes y por qu¨¦ en el arte isl¨¢mico no se representa al ser humano. Cuando vamos de vacaciones visitamos las ruinas mayas o los santuarios budistas y nos preguntamos qu¨¦ significado tienen todas esas representaciones que para el habitante medio de Tailandia o de Jap¨®n se han convertido en algo tan extra?o como para nosotros la mayor¨ªa de las historias sobre la mitolog¨ªa griega. Cuando paseamos por Espa?a, por Italia o incluso por el sur de Alemania, o¨ªmos sonar las campanas a mediod¨ªa y a las seis de la tarde sin saber, la mayor¨ªa de las veces, que est¨¢n sonando a la hora del "¨¢ngelus", en el mismo instante en que el ¨¢ngel lleg¨® para anunciar a Mar¨ªa que iba a ser la madre de Dios. Naturalmente que es posible vivir sin informaci¨®n, pero entonces no sabr¨ªamos por qu¨¦ suenan las campanas. ?Es importante? Puede que no, pero da igual. ?Qu¨¦ ocurre cuando una cultura se aleja lenta y profundamente de sus ra¨ªces? ?Tendr¨ªa que ser obligatoria la lectura de la Biblia para los que nunca van a la iglesia? ?Hay que obligar a los que no hacen gimnasia a conocer la historia de la Antig¨¹edad? ?O simplemente tenemos que aceptar que solo un grupo minoritario de personas todav¨ªa mantiene contacto con lo que en otro tiempo era el n¨²cleo de nuestra cultura y por esa raz¨®n se convierte en un extra?o en la sociedad? ?Necesita el arte viejos impulsos? ?O puede val¨¦rselas por s¨ª mismo creando nuevas representaciones v¨¢lidas? Por ejemplo, ?las exposiciones con v¨ªdeos? ?La Documenta de Kassel? ?La Bienal de Venecia? Pero ?para qui¨¦n son v¨¢lidas? ?Para el millonario que compra el cr¨¢neo incrustado de diamantes de Damien Hirst por cien millones? ?O para anestesiar a la sociedad a trav¨¦s del inter¨¦s comercial de los nuevos medios de comunicaci¨®n con el pretexto de mantener un contacto m¨ªnimo con otras culturas? El arte como mercanc¨ªa est¨¢ muy lejos de un capitel romano o de una cantata de Bach. Tras haber perdido su inter¨¦s por la Iglesia, ?se desinteresar¨¢ la sociedad tambi¨¦n por el arte? No hay raz¨®n para creerlo y sin embargo podr¨ªa ser as¨ª. Cuadros que se compran a precio de oro, subvenciones para animar a la gente a ir a la ¨®pera, becas para escritores, patrocinio de conciertos, traducciones de todas las lenguas, best sellers con tiradas asombrosas, iPods capaces de grabar la obra entera de Couperin, ?no es maravilloso? En otro tiempo hab¨ªa que vivir pr¨¢cticamente en una corte para poder o¨ªr m¨²sica y ahora todo el mundo tiene su propia corte en casa... Erasmo ten¨ªa una biblioteca de quinientos libros. Hoy d¨ªa "todo el mundo" ha tirado a lo largo de su vida al menos cien libros de bolsillo. Todo eso est¨¢ muy bien, pero ?cu¨¢l es el otro lado de la moneda? Por ejemplo, el hecho de que en Estados Unidos solamente el 3% de la literatura que se publica son libros traducidos. Obviamente, as¨ª no podemos hablar de globalizaci¨®n. Y si observamos en detalle la inflaci¨®n de los precios del arte, con mucha frecuencia oiremos hablar de proyectos abortados por "falta de presupuesto". En la televisi¨®n resulta imposible producir un programa literario de calidad. Bajo la norma del sentimentalismo, la dictadura del proletariado espiritual ha golpeado eficazmente algo que ciertamente no hubieran querido Henriette Roland Holst ni Domela Nieuwenhuis. Todos estos fen¨®menos contradictorios se traducen en un deterioro y un empobrecimiento en paralelo a una burocratizaci¨®n del arte que gangrena su propia esencia, como si abandonar nuestras viejas historias no haya hecho m¨¢s que anunciar el gran adi¨®s o, por si este pensamiento resulta demasiado pesimista, un gran cambio del que es imposible prever las consecuencias. Desde los primeros cuencos hasta nuestros d¨ªas ha habido una revoluci¨®n continua y llegar¨¢ el momento en que cada uno mirar¨¢ con nostalgia al pasado y sentir¨¢ que la evoluci¨®n le sobrepasa. Sin embargo, no me siento pesimista. Como he vivido el tiempo suficiente para darme cuenta de que he llegado a un punto en el que puedo mirar al pasado con lucidez, por eso soy m¨¢s consciente de lo que ha desaparecido y de lo que desaparece que de lo que va a suceder. No hay motivo para entristecerse, al contrario, hay que ser consciente. Y esta conciencia tambi¨¦n forma parte de la cultura.
En 1825, al final de su vida, Goethe escribi¨® una carta a Carl Friedrich Zelter, que morir¨ªa antes que ¨¦l. "Mi querido amigo, en el presente todo es ultra, todo tiene una trascendencia continua tanto en la forma de pensar como en la de actuar. Nadie se conoce a s¨ª mismo, nadie conoce el elemento en el que trabaja y evoluciona o la materia en la que se ocupa... se ejerce demasiado pronto una gran presi¨®n sobre los j¨®venes que luego son arrastrados por la vor¨¢gine del tiempo; lo que todo el mundo admira y cada uno busca es la riqueza y la velocidad; el ferrocarril, el correo urgente, los barcos de vapor y los servicios de comunicaci¨®n son los medios que el mundo desarrollado utiliza para avanzar y lo que hace que se atasque en la mediocridad. Este fen¨®meno es adem¨¢s el resultado de la generalidad, de la banalizaci¨®n de una cultura media, intentemos, en la medida de lo posible, mantener nuestro estado de ¨¢nimo y entonces, tal vez con algunos otros, seremos los ¨²ltimos de una ¨¦poca que no volver¨¢ pronto".
Su ferrocarril es nuestros aviones y su correo urgente, nuestros ordenadores. Las grandes historias que Goethe cre¨® para el teatro est¨¢n a¨²n de actualidad. Mil a?os despu¨¦s de la ca¨ªda del Imperio Romano comenz¨® el Renacimiento. En el mundo turbulento en el que me ha tocado vivir, la guerra, la guerra fr¨ªa, la amenaza nuclear, la descolonizaci¨®n han sido siempre una constante as¨ª como el aprendizaje que recib¨ª durante los a?os que pas¨¦ en el instituto siguiendo una formaci¨®n cl¨¢sica y las historias que han acompa?ado mi vida. Yo s¨¦, y tambi¨¦n comprendo, que todo esto no les sirve a la mayor¨ªa de mis contempor¨¢neos. Tambi¨¦n s¨¦ que mis palabras se las llevar¨¢ el viento cuando digo que sus vidas ser¨¢n m¨¢s ricas gracias a esta herencia. Pero al menos las he dicho.
Traducci¨®n de Virginia Solans. Extracto del art¨ªculo
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