El amo del erotismo recupera su br¨ªo
Hugh Hefner ya ha escogido y pagado el lugar en el que quiere ser sepultado: una cripta junto a la de Marilyn Monroe en la zona de Westwood de Los ?ngeles. Eso no quiere decir que tenga planes de utilizarla pronto. Hefner, que cumplir¨¢ 85 a?os en abril, lleva en la actualidad una vida aparentemente de inv¨¢lido, o incluso de enfermo mental mimado: est¨¢ todo el d¨ªa en pijama, no sale casi nunca de casa, hace casi todas sus comidas en su dormitorio, con un men¨² que var¨ªa muy poco, con crackers y patatas fritas que revisan cuidadosamente antes de d¨¢rselas para que no haya ninguna rota. Le cuesta o¨ªr por el lado derecho y tiene una artrosis en la espalda que le hace inclinarse un poco al andar. Por lo dem¨¢s, est¨¢ en una forma envidiable para ser un octogenario.
A¨²n mantiene su energ¨ªa. Practica el sexo a base de recurrir al Viagra cuando lo necesita
Sigue supervisando el dise?o de 'Playboy' y escogiendo sus fotos
"Es maravillosa la relaci¨®n profesor-alumna. Estar con j¨®venes te mantiene joven"
"Se ha acostado con mucha gente. Pero lo que le hace feliz hoy es abrazar a su perro"
Totalmente recuperado de un derrame que sufri¨® en 1985, da la impresi¨®n de que conserva todas sus facultades mentales y una energ¨ªa que no ha disminuido. Todav¨ªa practica el sexo, a base de recurrir al Viagra cuando lo necesita. Y, gracias al sorprendente ¨¦xito en la televisi¨®n estadounidense del reality-show The girls next door (Las chicas de al lado), tiene una nueva cohorte de admiradoras: mujeres, incluso muchas mujeres maduras, que ya no le consideran un vendedor de pornograf¨ªa -al fin y al cabo, edita una revista de la que Gloria Steinem dijo una vez que, ante ella, una mujer lectora se sent¨ªa como un jud¨ªo ante un manual nazi-, sino un paterfamilias ben¨¦volo e indulgente, una especie de hado madrino que convierte a j¨®venes de aspecto fresco e inocente en princesas de grandes senos y cabello platino y se encarga de satisfacer todas sus necesidades.
Hefner es famoso por regalar operaciones de cirug¨ªa est¨¦tica a sus numerosas novias y seguramente a s¨ª mismo. Tiene el cuello terso. Su piel, gracias a su escasa exposici¨®n al sol y a generosas dosis de aceite para beb¨¦s, posee una suavidad y una flexibilidad propias de Madame Tussaud.
En Navidades, Hefner sorprendi¨® a los periodistass del coraz¨®n al anunciar en Twitter que hab¨ªa pedido en matrimonio a Crystal Harris, de 24 a?os, la m¨¢s reciente y -de ser cierto- la ¨²ltima en la largu¨ªsima lista de j¨®venes que han desfilado por su dormitorio, en general rubias, muchas con nombres en diminutivo y todas con un tejido mamario en el que parecen haber inyectado helio. Hefner ya estuvo casado dos veces, as¨ª que la idea de que vuelva a hacerlo representa quiz¨¢ el triunfo de la esperanza sobre la experiencia. Pero unos d¨ªas antes de Navidad me dijo: "Esta vez es de verdad. Esta es muy especial. Espero pasar el resto de mi vida con ella".
Unas semanas despu¨¦s, Hefner apareci¨® en las p¨¢ginas de negocios por su intento de recuperar la propiedad de su empresa. Por un lado, es un ejemplo de ¨¦xito inmenso, un hombre que supo convertir sus fantas¨ªas sexuales en una fortuna; por otro, un f¨®sil que no comprende que la revoluci¨®n sexual termin¨® hace d¨¦cadas y que, en cualquier caso, no estaba pensada para los viejos. Algunos observadores de Wall Street pensaban, hace tiempo, que lo mejor que le pod¨ªa ocurrir a la compa?¨ªa Playboy era que Hefner hiciera lo que corresponde a su edad y ocupara dignamente su sitio junto a Monroe. David Miller, analista en la firma de inversiones Caris & Company, dijo en una ocasi¨®n: "Creemos que la muerte del se?or Hefner podr¨ªa generar una subida importante del precio de las acciones".
Sin embargo, el verano pasado, Hefner sorprendi¨® incluso a sus propios consejeros al anunciar que quer¨ªa que Playboy Enterprises, que ¨¦l mismo sac¨® a cotizar en Bolsa en 1971, volviera a ser una sociedad privada. Ofreci¨® a los accionistas 5,50 d¨®lares por acci¨®n, m¨¢s del 30% por encima de su valor de cotizaci¨®n. Parco consuelo para unos inversores que hab¨ªan visto con desagrado la vida de sult¨¢n que llevaba Hefner, a costa de ellos, mientras el valor de sus acciones disminu¨ªa a menos de 10 d¨®lares despu¨¦s de haber alcanzado un m¨¢ximo de 32,19. Para ser exactos, la Mansi¨®n Playboy, un complejo de estilo g¨®tico situado en el suroeste de Hollywood y construido en los a?os veinte, pertenece a Playboy Enterprises, y no a Hefner, que paga un alquiler y los gastos no directamente relacionados con la empresa. La compa?¨ªa paga el mantenimiento de la casa y los terrenos, as¨ª como los salarios de los 80 empleados que requiere, entre los que se encuentra un equipo de cocina que est¨¢ de guardia las 24 horas del d¨ªa, y a 13 personas que se encargan de las necesidades personales y de trabajo de Hefner. El a?o pasado ¨¦l pag¨® 800.000 d¨®lares, y la empresa, 2,3 millones.
En enero de este a?o, Hefner dulcific¨® su oferta y la aument¨® a 6,15 d¨®lares por acci¨®n. El consejo recomend¨® a los accionistas que la aceptaran. Miller insinu¨® hace poco que Hefner, quien dijo en una ocasi¨®n que si vend¨ªa Playboy se acabar¨ªa su vida, estaba tratando de aferrarse a la revista, cuya licencia, tarde o temprano, habr¨ªa acabado en manos de otra persona si la empresa hubiera seguido cotizando. Sin embargo, Hefner ha sostenido siempre que la acci¨®n est¨¢ infravalorada, y David Bank, analista de medios de comunicaci¨®n en RBC Capital Markets, est¨¢ bastante de acuerdo. "Creo que Hefner es incre¨ªblemente astuto", me dijo. "Pero cuando dejo de pensar como analista y lo veo desde el punto de vista del psic¨®logo, todo esto me parece un enigma. No conozco a muchas personas de 84 a?os que quieran reducir su liquidez".
Con independencia del due?o, no es probable que el imperio Playboy recupere la gloria y la influencia del pasado. Los clubes y complejos hoteleros se cerraron hace a?os. La circulaci¨®n de la revista, la base del imperio, ha bajado de siete millones de ejemplares en los a?os setenta a 1,5 millones en la actualidad. La facilidad de acceso a pornograf¨ªa en Internet no ha beneficiado el negocio, y hubo un tiempo en el que pareci¨® que Playboy hab¨ªa desaparecido de los quioscos empujada por las llamadas revistas masculinas -Maxim, Stuff, FHM y otras parecidas-, que mostraban una cultura menos relacionada con "tomarse un c¨®ctel y unos entremeses, poner un poco de m¨²sica ambiente en el tocadiscos e invitar a una mujer a charlar tranquilamente sobre Picasso, Nietzsche, jazz, sexo", como escribi¨® Hefner en su primer editorial para la revista.
Sin embargo, como su fundador, Playboy, aun de capa ca¨ªda, ha sobrevivido m¨¢s tiempo del que imaginaban sus detractores. De las grandes revistas masculinas solo perdura Maxim. Uno de sus antiguos directores, Jimmy Jellinek, se convirti¨® hace dos a?os, a los 34, en director editorial de Playboy, la mano derecha de Hefner. "Me hab¨ªa vuelto demasiado viejo para la franja demogr¨¢fica de Maxim", explic¨® hace poco. "Las revistas masculinas se basaban en la gratificaci¨®n instant¨¢nea. Era la ¨¦poca del auge crediticio, y el dinero era gratis. Se pod¨ªa hacer lo que se quer¨ªa. Las revistas fueron un s¨ªntoma y una met¨¢fora de todo lo que ocurri¨®". En el campo de las publicaciones para hombres, Playboy, que Jellinek defiende con el ardor y casi el ansia de un converso, representa ya unos valores anticuados. Jellinek la compara con un disco de vinilo en un mundo de archivos MP3.
Hefner sigue supervisando las maquetas y escoge todas las fotograf¨ªas, que para los criterios actuales son bastante pudorosas. Los cuerpos desnudos de Playboy, relucientes y pasados por Photoshop, irradian una luz sobrenatural, casi plat¨®nica; y, como dijo una vez la cr¨ªtica Joan Acocella, esos senos enormes, milagros de tersura y equilibrio, curiosamente dan a las mujeres un aspecto -m¨¢s que sexy- infantil e inocente.
En cierto sentido, la revista ha cambiado poco respecto a la que muchos le¨ªamos de j¨®venes. Playboy sigue publicando algunos art¨ªculos excelentes, como hace desde los a?os sesenta, pero contin¨²a siendo una revista hecha de fantas¨ªas. Hefner es un poco extra?o, sin duda, pero no es un sinverg¨¹enza. No es untuoso como Bob Guccione, ni vulgar y libidinoso como Larry Flynt. Tiene un car¨¢cter abierto y directo, y un lenguaje tan limpio como el de un miembro del Club Rotario. Seg¨²n dice, ahora lleva una vida llena de honestidad y moralidad. Se queja mucho de la actitud puritana y contradictoria de Estados Unidos respecto al sexo y le gusta decir que es "un tuerto en el pa¨ªs de los ciegos".
?l es el primer sorprendido con el ¨¦xito y la longevidad de Hugh Hefner. Se invent¨® a s¨ª mismo, de acuerdo con la gran tradici¨®n estadounidense de Jay Gatsby, William Randolph Hearst y Howard Hughes (antes de que se convirtiera en un recluso y empezara a almacenar su orina), y es un gran cronista de s¨ª mismo. En el ¨¢tico de la mansi¨®n se encuentra un archivo con ¨¢lbumes de recortes continuamente actualizados que rondan los 2.400 vol¨²menes. Los m¨¢s recientes tienen p¨¢ginas y p¨¢ginas de fotograf¨ªas de las reuniones y las fiestas tem¨¢ticas que hace en la mansi¨®n.
Hefner fue un ni?o so?ador y solitario, inteligente, pero socialmente inmaduro. Al acabar su segundo a?o de instituto llev¨® a cabo la primera de sus numerosas transformaciones: cambi¨® de peinado, se compr¨® ropa nueva, aprendi¨® a bailar jazz y dej¨® de ser Hugh -flaco, desma?ado y t¨ªmido, a juzgar por las fotograf¨ªas de entonces- para convertirse en Hef, o Hep Hef, un moderno. Se alist¨® en el ej¨¦rcito despu¨¦s de acabar el bachillerato, pero le pusieron a escribir a m¨¢quina y nunca lleg¨® a entrar en combate. Ten¨ªa 27 a?os y atravesaba un mal periodo en su vida cuando tuvo lugar la creaci¨®n de Playboy, en 1953. A principios de los cincuenta, el fracaso parec¨ªa muy cercano. Hefner ten¨ªa un trabajo que detestaba, acababa de irse de casa de sus padres y viv¨ªa un matrimonio frustrado con Mildred Williams, una compa?era de instituto.
Hab¨ªa despertado tarde a la sexualidad. No empez¨® a masturbarse hasta los 18 a?os. Consigui¨® perder la virginidad a los 22, pero ley¨® a Kinsey como si este fuera un profeta y empez¨® a estudiar libros de consejos matrimoniales y manuales sobre sexo. Playboy era la clase de revista sofisticada y audaz con la que so?aba. Consigui¨® un poco de dinero, incluidos 1.000 d¨®lares de su madre, y maquet¨® el primer n¨²mero sobre la mesa de la cocina, tras escribir ¨¦l mismo gran parte de los textos. Su mayor suerte fue la elecci¨®n del primer despliegue central: foto de calendario de una Marilyn Monroe desnuda, tomada cuatro a?os antes. Todav¨ªa hoy es la foto m¨¢s sexy de todas las que ha publicado Hefner.
Playboy le enriqueci¨® enseguida e hizo posible la segunda gran transformaci¨®n de su vida, a finales de los cincuenta, cuando -reci¨¦n divorciado- se atrevi¨® a ser Mr. Playboy, un elegante experto en cuestiones de cama que empez¨® a vivir en la realidad los sue?os que proclamaba su revista.
Se pudo ver a Hef transformado en fragmentos de Playboy's Penthouse, un programa de televisi¨®n en blanco y negro que se emiti¨® durante un par de temporadas a finales de los cincuenta y p?rincipios de los sesenta. En ¨¦l, Hef saludaba al espectador en la puerta de su ¨¢tico de soltero, vestido de esmoquin y fumando en pipa. Cada semana recib¨ªa a gente como Tony Bennett, Count Basie, Buddy Rich y Sammy Davis Jr. en una ¨¦poca en la que los artistas blancos y los afroamericanos no sol¨ªan aparecer juntos.
La edad dorada de Mr. Playboy fueron los a?os setenta, cuando, sin dejar de ganar dinero, Hefner se aficion¨® a pasar el d¨ªa en pijama, trabajar desde su dormitorio -donde se acostaba con quien le parec¨ªa- y volar de un sitio a otro en el Big Bunny (Gran Conejito), su DC-9 particular, decorado a prop¨®sito. Por el contrario, los ochenta fueron su momento m¨¢s bajo. La empresa, que hab¨ªa crecido demasiado, pas¨® periodos dif¨ªciles. Hefner choc¨® con la Administraci¨®n de Reagan y su Mayor¨ªa Moral, y en 1985 sufri¨® un derrame, en parte causado, insiste, por la publicidad desfavorable que supuso el asesinato de la Playmate Dorothy Stratten en 1980.
Su boda en 1989 con Kimberley Conrad, Playmate de enero del a?o anterior, fue, seg¨²n Hefner, un intento de buscar refugio. Conrad y ¨¦l se separaron en 1998, aunque no se divorciaron hasta 12 a?os despu¨¦s. "Durante el matrimonio fui fiel", insiste, "y ella, no". La consecuencia, reconoce hoy, fue empezar a salir con montones de mujeres, entre ellas una llamada Brandy y unas gemelas llamadas Sandy y Mandy. "Es imposible de inventar", dice, y se r¨ªe de s¨ª mismo. Cuando ten¨ªa ochenta y pocos a?os estuvo viviendo con siete mujeres e intent¨®, en vano, aplicar un toque de queda a las nueve de la noche para evitar que salieran con otros hombres.
"Lo l¨®gico ser¨ªa que las reservas estuvieran secas, que empezaran a faltar las mujeres deseosas de exponerse y ser Playmate", dice Mary O'Connor, la ayudante de Hefner, de 82 a?os. "Pero no es as¨ª. Siguen llegando". O'Connor, que lleva cuatro d¨¦cadas trabajando para Hefner, es una mujer alta, sensata, antigua promotora de coches de carreras, que ha visto de todo en su vida. En la ¨¦poca en que la revista ten¨ªa su sede en Chicago se encargaba de la Mansi¨®n Playboy de all¨ª. En la actualidad, una de sus tareas es supervisar la lista de invitados de la mansi¨®n, los pocos escogidos para entrar en el legendario palacio del placer, escenario de innumerables fiestas nocturnas en las que la ropa era optativa; tambi¨¦n es la encargada de invitar a nuevas aspirantes a estrella a las fiestas y las frecuentes veladas cinematogr¨¢ficas.
A Hefner le encanta el cine. Organiza proyecciones al menos tres veces por semana. El lunes es la noche masculina; el martes, la de las chicas, cuando juega a las cartas y al domin¨® con su s¨¦quito de jovencitas; el mi¨¦rcoles tocan juegos de cartas en serio (con sus amigos m¨¢s antiguos) y el jueves es la noche familiar, cuando ve a Marston y Cooper, los hijos de su matrimonio con Kimberley Conrad. Tambi¨¦n organiza fiestas tem¨¢ticas seg¨²n las estaciones. Ocasiones que constituyen una buena oportunidad para conocer a posibles novias. Hefner vio por primera vez a Kendra Wilkinson, una de las estrellas de The girls next door que ahora tiene su propio reality-show, en su fiesta de cumplea?os de 2004, mientras ella repart¨ªa vasitos de gelatina congelada totalmente desnuda. A Crystal Harris la vio vestida de doncella francesa en su fiesta de Halloween de 2008.
?Qu¨¦ ven en ¨¦l las mujeres? Seguramente, m¨¢s a un amigo, un mentor y una v¨ªa para conseguir trabajo que a un sex symbol. Las chicas que consiguen vivir en la mansi¨®n ganan -o ganaban, antes de que Hefner se comprometiera con Harris- un sueldo de 1.000 d¨®lares semanales, pagados en efectivo por el propio Hefner todos los viernes. Adem¨¢s cuentan -o contaban- con peluquer¨ªa gratis, un complemento de autom¨®vil y otras sumas de dinero para implantes mamarios y dentales, as¨ª como ropa destinada a ocasiones especiales. El sexo con Hefner no era obligatorio, en sentido estricto, aunque parece que casi todas sus novias se acostaban con ¨¦l, o en se?al de agradecimiento o debido a la presi¨®n de las dem¨¢s.
Cuando pregunt¨¦ a Crystal Harris si su relaci¨®n con Hefner era de car¨¢cter sexual me mir¨® en silencio un instante. "No s¨¦ c¨®mo responder", dijo, y luego a?adi¨®: "?Quiere decir relaciones sexuales? Claro". Y continu¨®: "Hef se ha acostado con un mont¨®n de gente, pero ahora eso no es lo que le hace feliz. Lo que m¨¢s le gusta es acurrucarse y abrazarse con su perro".
"Bueno, supongo que tengo claro lo que me gusta", me dijo Hefner cuando le pregunt¨¦ si no le parec¨ªa extra?o que, mientras ¨¦l envejece, sus novias sigan teniendo la misma edad, veintitantos, y respondan todas al mismo patr¨®n nada original de rubia exuberante y alegre. Iba vestido con la ropa que suele llevar de d¨ªa -un bat¨ªn de seda roja y pantal¨®n de pijama de seda negra- y beb¨ªa una Pepsi, sentado en la gran biblioteca de la mansi¨®n, sin libros, bajo un enorme busto de cer¨¢mica y con los senos al aire de Barbi Benton, una de las pocas morenas que le han llamado alguna vez la atenci¨®n. "En el proceso pierdes algo", sigui¨® Hefner. "Pero tambi¨¦n es maravillosa la relaci¨®n como de profesor y alumna. Y rodearte de j¨®venes te mantiene joven".
Este Hefner paternal y afectuoso es el que se ve en The girls next door, no el playboy elegante y noct¨¢mbulo de otras ¨¦pocas, y tal vez ese sea uno de los motivos del ¨¦xito de la serie que la cadena E! empez¨® a emitir en 2005 los domingos por la noche. Sorprendi¨® a los propios directivos cuando vieron que atra¨ªa a un p¨²blico compuesto, sobre todo, no de chicos adolescentes ¨¢vidos de sexo, sino de mujeres en el cotizado grupo demogr¨¢fico de 18 a 34 a?os.
En la compa?¨ªa Playboy hablan mucho de la "marca", una especie de derivaci¨®n de la revista que, en su opini¨®n, ha trascendido al propio Hef. Su hija, Christie, que fue presidenta y consejera delegada de Playboy Enterprises entre 1988 y 2009, me dijo que en una ocasi¨®n, en China -donde existen cientos de tiendas que venden art¨ªculos derivados de Playboy, pero no est¨¢ permitida la publicaci¨®n de la revista-, alguien le pregunt¨® cu¨¢ndo hab¨ªa entrado su padre en la empresa. La marca, no la revista, es la que gana dinero en la actualidad. Est¨¢ volviendo a meterse en el negocio de las apuestas, con licencias para emplear el nombre en casinos de Macao y Las Vegas. Mientras tanto, el canal de televisi¨®n Playboy intenta esquivar la procacidad para ser moderno. Un anciano con bat¨ªn y que fuma en pipa parecer¨ªa fuera de lugar. Pero la marca Playboy sigue dependiendo en cierta medida de la imagen del caballero elegante que cre¨® la revista, el tipo de hombre que sabe moverse en el dormitorio, pero tambi¨¦n entiende de corbatas y pa?uelos, aparatos de m¨²sica y zapatos, y que celebra grandes fiestas en su mansi¨®n.
Hefner es un "icono", les gusta decir a sus amigos y colaboradores. En 2008, Steven Watts public¨® Mr. Playboy: Hugh Hefner and the american dream (Mr. Playboy: Hugh Hefner y el sue?o americano). El verano pasado, Brigitte Berman estren¨® Hugh Hefner: playboy, activist and rebel, un documental de lo m¨¢s adulador (realizado con la cooperaci¨®n de Hefner) que destaca sus numerosas contribuciones a la defensa de los derechos civiles y a la libertad de expresi¨®n. Hace a?os que el productor Brian Grazer y el director Brett Ratner hablan de hacer un largometraje sobre su vida, tal vez protagonizado por Robert Downey Jr., e incluso se han llevado a cabo conversaciones sobre un posible musical. ?Qu¨¦ ocurrir¨¢ cuando el icono no est¨¦ ya presente?
Aunque no ha propuesto ning¨²n plan de sucesi¨®n, Hefner est¨¢ contento de ver que sus hijos -Marston, de 20 a?os, y Cooper, de 19- han empezado a interesarse por la revista. Sin embargo, a juzgar por un par de conversaciones breves, no parece que ninguno de los dos j¨®venes sea tan listo como su hermana de 58 a?os, Christie, licenciada con summa cum laude en Brandeis. Tampoco hacen gala de la capacidad de invenci¨®n, nacida de la incomodidad y la ambici¨®n, que caracterizaba a su padre.
"Prefiero pensar en que no estar¨¢ ya en activo, no en que no estar¨¢", explica Christie Hefner sobre el futuro. A ella y a Richard Rosenzweig, vicepresidente ejecutivo de Playboy Enterprises y viejo amigo de Hefner, les gusta imaginar que Hef se convertir¨¢ en una figura venerada y una marca duradera, como Walt Disney. "Ser¨¢ m¨¢s f¨¢cil perpetuar mi historia cuando yo ya no est¨¦", me dijo Hefner. "Porque entonces nadie se cabrear¨¢ por pensar que todav¨ªa me acuesto con chicas". A?adi¨® que su madre vivi¨® hasta los 101 a?os.
Luego volvi¨® al piso de arriba, a su legendario dormitorio, que se encuentra en un estado un poco ca¨®tico: montones de viejas pel¨ªculas en cintas y DVD, adornos y cachivaches variados, fotograf¨ªas de la infancia sobre la chimenea, unas bragas colgadas de una l¨¢mpara y, api?ados sobre un sof¨¢, dos centenares de animales de peluche. M¨¢s que un nido de amor, parece la cueva de un acaparador incapaz de tirar nada a la basura.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia. ? The New York Times. H
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