Nuestro hombre en Tr¨ªpoli
Era yo tan solo una bebita en los brazos de mi madre miliciana, apenas un trozo de "hombre nuevo" sin modelar, cuando aquella primavera de 1977 Fidel Castro viaj¨® a Libia. El coronel Muamar el Gadafi lo recibi¨® con todos los honores y le otorg¨® la Condecoraci¨®n al Valor, una distinci¨®n que se le confer¨ªa por primera vez a una personalidad extranjera. Frente a las c¨¢maras, el comandante en jefe retribuy¨® con un apret¨®n de manos al reci¨¦n nombrado como gu¨ªa de la revoluci¨®n. Se miraron y se reconocieron en sus similitudes. M¨¢s tarde pasaron al encuentro no televisado, a esa reuni¨®n a puerta cerrada donde se fortalecieron los pilares de lo que ser¨ªa una alianza que dur¨® por m¨¢s de 30 a?os.
Desde 1977 Castro y Gadafi han sido aliados. Se miraron y se reconocieron en sus similitudes
Cuba y Libia hab¨ªan emprendido senderos que discurr¨ªan en paralelo y que se juntar¨ªan en m¨¢s de una ocasi¨®n. El punto de mayor coincidencia se centraba en sus l¨ªderes, en la simpat¨ªa que se profesaban ambos caudillos. De ah¨ª que en 1980, cuando nuestra isla hab¨ªa sido sacudida por la escapada en masa de m¨¢s de 100.000 cubanos, Gadafi le volvi¨® a extender oficialmente su mano solidaria. Con un mensaje cargado de loas, felicitaba a Fidel Castro por haber sido reelecto como primer secretario del Comit¨¦ Central en el II Congreso del Partido Comunista. El militar de academia llevaba por ese entonces m¨¢s de una d¨¦cada al mando de aquel vasto territorio al norte de ?frica, mientras nosotros super¨¢bamos aqu¨ª los 20 a?os escuchando los interminables discursos del m¨¢ximo l¨ªder. Ambos basaban parte de su ret¨®rica de autovalidaci¨®n en la constante referencia a los servicios sociales gratuitos que hab¨ªan ofrecido a sus pueblos. Era la manera en que nos recordaban -d¨ªa tras d¨ªa- el alpiste, pero sin mencionar jam¨¢s la jaula.
La yamahiriya se constituy¨® en el sistema pol¨ªtico promulgado por Gadafi en 1977, una especie de rep¨²blica en manos de todos, muy similar a la consigna "el poder del pueblo, ese s¨ª es poder" que nos repet¨ªan a nosotros del lado de ac¨¢ del Atl¨¢ntico. Si las cosas no funcionaban en Libia, la culpa la ten¨ªan los propios ciudadanos que no sab¨ªan conducir su naci¨®n, si el descalabro econ¨®mico se apoderaba de Cuba era porque la vagancia y el despilfarro de los individuos le agrietaban el rostro a la utop¨ªa. Tanto un l¨ªder como el otro sacud¨ªan frente a los ojos de sus s¨²bditos el fantasma de la invasi¨®n extranjera y el regreso a la dependencia pol¨ªtica como la peor de las claudicaciones. El anticolonialismo se constituy¨® en el lobo feroz que recordaba el exc¨¦ntrico dirigente de origen bereber, a la par que el gu¨ªa caribe?o escarbaba en los resortes del antiimperialismo, convirtiendo la met¨¢fora de David y Goliat en una perenne referencia a Cuba y Estados Unidos.
Los a?os noventa los encontraron a ambos quem¨¢ndose en la hoguera que hab¨ªan levantado con su terquedad y su actitud beligerante. Gadafi necesitaba limpiar su imagen hacia Occidente, mientras a Fidel Castro le urg¨ªa recaudar las divisas que le permitieran mantener el poder despu¨¦s del desplome del bloque socialista. El exc¨¦ntrico presidente libio pag¨® indemnizaciones, se abri¨® t¨ªmidamente a la inversi¨®n extranjera, reneg¨® -al menos p¨²blicamente- del terrorismo y hasta fue invitado por Barack Obama a la cumbre del G-8. El comandante de verde olivo fue m¨¢s cauteloso, comenz¨® un proceso de reformas econ¨®micas que despu¨¦s trat¨® de controlar con un retorno al centralismo, matiz¨® su discurso belicoso con frases que alud¨ªan al da?o ecol¨®gico que sufre el planeta y al concluir la primera d¨¦cada de este milenio se presentaba ya como un anciano sabio que publica reflexiones iluminadoras.
La prensa oficial cubana desliz¨® las primeras cr¨ªticas a la actuaci¨®n del hermano gu¨ªa de la gran revoluci¨®n libia. Le cuestionaba aquella reforma radical del r¨¦gimen socialista que seg¨²n ¨¦l podr¨ªa conducir a un "capitalismo popular". Tal parec¨ªa que los caminos que se hab¨ªan entrecruzado una y otra vez, comenzaban a desplazarse en derroteros totalmente diferentes.
Sin embargo, con mis 23 a?os cumplidos, asist¨ª al apret¨®n cari?oso que se volvieron a dar ambos caudillos. A diferencia de aquel marzo de 1977, ya mi madre no quer¨ªa ni o¨ªr hablar de su uniforme de miliciana y el l¨ªder libio era dif¨ªcil de reconocer bajo el maquillaje, las telas y las gafas de sol. En 1998, cuando Fidel Castro particip¨® en la Conferencia del Movimiento de los No Alineados, fue agasajado con el Premio Muamar el Gadafi a los Derechos Humanos que inclu¨ªa la friolera de 250.000 d¨®lares. Quedaba claro que el intercambio de galardones se constitu¨ªa, junto a la colaboraci¨®n econ¨®mica y militar, las declaraciones de solidaridad y la ausencia de condena, en otra forma de apoyarse mutuamente, en una de las maneras elegidas por ambos para mover esos molinos que empujan -una y otra vez- las aguas del poder sobre s¨ª mismos.
Yoani S¨¢nchez es periodista cubana y autora del blog Generaci¨®n Y. En 2008 fue galardonada con el Premio Ortega y Gasset de Periodismo. ? Yoani S¨¢nchez / bgagency-Mil¨¢n
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