Memoria del espanto
Sab¨ªa que me hab¨ªa cruzado varias veces en los festivales con esta pel¨ªcula, pero debido a la obligaci¨®n tantas veces in¨²til de dar noticia rigurosa o fr¨ªvola de lo que exhibe la secci¨®n oficial, se te escapan algunas cosas notablemente m¨¢s interesantes que el cine a concurso y que han sido relegadas a secciones paralelas por criterios selectivos dif¨ªciles de entender, entre el surrealismo y la estupidez. Es canadiense, cinematograf¨ªa que exporta numerosos directores, int¨¦rpretes y t¨¦cnicos a Hollywood, pero que mantiene un cine de autor tan ins¨®lito como atormentado. All¨ª naci¨® la genial L¨¦olo, la poes¨ªa m¨¢s desgarrada hecha cine, vomitada por Jean-Claude Lauzon, alguien que como los febriles y sufrientes personajes de su pel¨ªcula, dispon¨ªa de todas las papeletas para no llegar a viejo. Canad¨¢ es el permanente universo del retorcido y siempre atractivo Atom Egoyan. Y tampoco abandona esa identificable geograf¨ªa el ingenioso, intenso y demasiado ret¨®rico Denys Arcand, alguien que se ganar¨ªa muy bien la existencia en el cine franc¨¦s.
INCENDIES
Direcci¨®n: Denis Villeneuve.
Int¨¦rpretes: Lubna Azabal, M¨¦lissa D¨¦sormeauz-Pulin, Maxim Gaudette, R¨¦my Girard, Abdelghafour Elaaziz.
G¨¦nero: drama. Canad¨¢, 2010. Duraci¨®n: 130 minutos.
Su metraje es largo, no pesa. Compartes la angustia de sus protagonistas
Denis Villeneuve adapta en Incendies una obra de teatro, pero el lenguaje que utiliza no permite imaginar los or¨ªgenes. Desprende sabor a cine. Posee tono enigm¨¢tico y un argumento terror¨ªfico. Lo segundo transmite a¨²n m¨¢s miedo, cuando te enteras de que no ha nacido de la imaginaci¨®n, sino que est¨¢ basado en miles de hechos reales. Su metraje es largo, pero no pesa. Te hace compartir la angustia de sus protagonistas, buscar con ellos respuestas que presientes dolorosas a interrogantes misteriosos.
Despu¨¦s de la muerte de una mujer ¨¢rabe exiliada en Canad¨¢ (cualquier espectador medianamente informado de las atroces noticias del mundo, sabe que est¨¢n hablando de L¨ªbano en los a?os ochenta, pero innecesariamente, con el ¨¢nimo de universalizar la historia, jam¨¢s aparece el nombre de ese pa¨ªs ni se sit¨²an en las fechas de los hechos m¨¢s salvajes que ocurrieron all¨ª), un notario le entrega a sus hijos mellizos dos cartas que ha escrito la difunta y que solo podr¨¢n abrir despu¨¦s de que estos hayan encontrado a sus desconocidos padre y hermano.
El viaje de estos a unas ra¨ªces presumiblemente siniestras, el progresivo descubrimiento de una madeja cuyo final solo puede conducir al horror, la constataci¨®n de esas heridas prematuras que van a marcar el resto de la vida condenando a los que las han sufrido a la supervivencia m¨¢s desolada, el imperio del fanatismo religioso o social y la inimaginable crueldad de la que es capaz contra todos aquellos marcados con el estigma del enemigo y que incluye a los ni?os, la legitimada utilizaci¨®n de la abyecta tortura para destruir f¨ªsica y mentalmente a la indefensa presa, est¨¢ descrito con realismo alucinado, con im¨¢genes poderosas y silencios y elipsis que se expresan con m¨¢s intensidad que las palabras. Es en el mejor sentido una pel¨ªcula agobiante, dotada de atm¨®sfera, que te contagia su temblor ante un desenlace tan brutal como cargado de l¨®gica. La l¨®gica en la que se pueden escudar las consecuencias de la puta guerra.
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