Los islamistas tranquilizan a Occidente
Los libios m¨¢s religiosos no quieren ni a Al Qaeda ni a soldados extranjeros
"?T¨² tambi¨¦n eres de Al Qaeda?", pregunta el profesor Mohamed al Misuri al extranjero nada m¨¢s pisar Darna, ciudad de Libia oriental a 300 kil¨®metros de Bengasi, combativa como pocas y castigada alevosamente por el r¨¦gimen de Muamar el Gadafi durante 41 a?os de tiran¨ªa. Bromeaba el anfitri¨®n acerca de las advertencias de Saif el Islam, hijo del dictador, sobre el peligro de que se instaure un emirato isl¨¢mico en el pa¨ªs magreb¨ª, y sobre la amenaza de Gadafi, quien imput¨® a los periodistas una delirante alianza con Osama Bin Laden.
Una patra?a m¨¢s, dicen los lugare?os. Porque cualquiera que abre la boca, islamista o nacionalista, solo expresa un deseo: que el d¨¦spota desaparezca del mapa. "Si hubieras venido hace un mes, yo te habr¨ªa dicho que adoraba a Gadafi", afirma Ahmed al Mansur, exoficial expulsado del Ej¨¦rcito. "Y eso que pas¨¦ 20 a?os en la c¨¢rcel", a?ade. Pugnan por liberarse del r¨¦gimen de terror, quieren una Constituci¨®n, libertad de expresi¨®n, elecciones, y limitar los mandatos del futuro presidente. Sobre el eventual emirato, brotan las risas.
En la regi¨®n de Cirenaica -cuna de la cofrad¨ªa Sanusi, una hermandad musulmana fundada a mediados del siglo XIX por un devoto argelino, y de Omar Mujtar, l¨ªder de la rebeli¨®n contra el colonizador italiano- se asienta esta ciudad donde impera una moral musulmana estricta y que ha estado sometida en los ¨²ltimos 100 a?os al yugo turco, italiano, brit¨¢nico, a la monarqu¨ªa del rey Idriss. Y a Gadafi. No es de extra?ar que unos 600 de sus 65.000 vecinos luchen en el frente contra las tropas del dictador. Los retratos de 316 hombres descansan sobre sillas en la mezquita de Sahaba. Son las v¨ªctimas locales de la matanza de 1.200 presos en la tripolitana prisi¨®n de Abu Salim, en 1996. Una atrocidad que ha marcado al depauperado Oriente libio.
En otra c¨¢rcel -en Pakist¨¢n y a recaudo de soldados de Estados Unidos- purg¨® entre rejas Hasim el Jusadi. Saif el Islam apunt¨® con nombre y apellido a este islamista de 47 a?os como el cerebro que organiza el supuesto emirato. "Los islamistas somos parte de Libia. En el frente habr¨¢s visto a milicianos que no rezan, y estamos hombro con hombro. Los pa¨ªses occidentales no deber¨ªan equivocarse. Hemos elegido a un exministro de Justicia de Gadafi como jefe del Consejo Nacional. ?Es un miembro de Al Qaeda? No queremos en Libia ni a Al Qaeda ni a soldados extranjeros. Ni siquiera aceptamos a combatientes ¨¢rabes. Solo queremos una zona de exclusi¨®n a¨¦rea, e incluso ataques a¨¦reos limitados de la OTAN para terminar el trabajo", explica El Jusadi.
Tres hombres encabezan el consejo que rige Darna: un abogado, un juez y un doctor en derecho internacional. Uno de ellos fue embajador con el rey Idriss y, m¨¢s tarde, con Gadafi. Son personalidades independientes que gozan del respeto un¨¢nime de la poblaci¨®n. Algo similar a lo que sucede con los miembros conocidos -muchos son todav¨ªa an¨®nimos por seguridad- del Consejo Nacional, el Gobierno interino de los sublevados. "Son intelectuales, hombres de negocios, abogados... Personas sin filiaci¨®n ideol¨®gica", explica uno de sus portavoces. Porque la pol¨ªtica en Libia llegar¨¢ si Gadafi es defenestrado.
A la vista de los precedentes, es evidente que un sistema democr¨¢tico ser¨¢ un remanso de paz para unos fundamentalistas que han sido perseguidos como nadie. El barbudo Mansur, islamista declarado, precisa: "Nos han forzado a pensar de un solo modo. Me encarcelaron cuatro a?os porque dec¨ªa que el Libro Verde de Gadafi no era la respuesta a todo. Ahora se tienen que crear partidos pol¨ªticos que expliquen su programa". Coinciden al un¨ªsono en su rechazo al socialismo, y sobre todo se esfuerzan por enfatizar que en su agenda estar¨¢ Occidente. "?Est¨¢n preocupados por el petr¨®leo?", se pregunta Taufik, musulm¨¢n practicante hasta la m¨¦dula. "Pues que no teman", se contesta. "No nos lo vamos a beber. Seguiremos vendi¨¦ndoselo como siempre".
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